Es oficial: comenzó la guerra comercial global

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Amenaza de arancelar el total de bienes importados desde China: US$ 500 mil millones.

Parecía que no llegaba nunca, que se perdería entre amenazas y negociaciones. Pero llegó la hora señalada, sin dilaciones. Estados Unidos impuso el viernes 6, aranceles especiales sobre la importación de US$ 34 mil millones anuales. La idea es reforzar la medida en breve, con nuevos impuestos de importación en el orden de US$ 16 mil millones. Se llegaría así a trabas a la importación de US$ 50 mil millones de productos chinos.

La reacción de Beijing fue fulminante. Los barcos que estaban en puertos desembarcando productos estadounidenses, sufrieron un parate de actividades. En horas, se le impondrán aranceles retaliatorios por el mismo monto.

Alertado Trump sobre la actitud china, amenazó con poner nuevos aranceles sobre el total de bienes importados desde China: US$ 500 mil millones al año.

Si se concreta –además con igual contestación por parte de China- la guerra comercial será de una intensidad sin precedentes, y capaz de deteriorar seriamente la economía global.

Las posibles consecuencias preocupan a funcionarios de comercio en ambos países, pero también a las corporaciones multinacionales. Todas las cadenas de valor están amenazadas. Por ahora, la reacción inmediata de China se ha concentrado en demoras a los buques con mercaderías que pueden ser objeto de represalias, intensas auditorías e inspecciones dilatorias.

La estrategia china es aranceles en represalia sobre productos especialmente importados del medio oeste estadounidense, donde se encuentra el núcleo del apoyo electoral a Donald Trump. Afecta a ventas energéticas y de semillas y productos básicos del agro (la soja en especial).

Hasta ahora, el sistema global de comercio parecía convenir a casi la totalidad de los actores. En la última década, el valor de todos los bienes comerciados, aumentó en 40%, y representó 50% del producto bruto interno global.

Las exportaciones estadounidenses crecieron, durante los últimos cuatro años a ritmo acelerado: US$ 6.100 millones más en ventas externas, y trabajo para 10 millones de personas.

Claro que no es un sistema ideal. Tiene fallas, pero con acuerdos y ajustes se podría hacer lugar a los nuevos desafíos planteados por la innovación y la intensa competencia.

No es la visión de la Casa Blanca, que ha elegido –al parecer- dispararse un tiro en el pie. Pero además, no es solo China. La ola proteccionista afecta a Canadá (principal socio de EE.UU), a México (el otro gran socio del NAFTA), y a toda la Unión Europea, debilitando una alianza efectiva de más de seis décadas.

La guerra no es gratis para nadie. China está enfrentando una crisis cambiaria y financiera, que ha debilitado su moneda en el escenario internacional. Varios estados de EE.UU calculan muy alta las pérdidas por la exportación de sus productos tradicionales, que ahora deberán pagar aranceles, como represalia por socios comerciales que se sienten agredidos.

La apuesta de Trump es que China tiene mucho más que perder que Estados Unidos. Visto la crisis en el mercado cambiario y financiero, puede tener algo de razón, en especial en el corto plazo. Pero China no puede regalar su estatus de superpotencia, y se obligada a actuar como se espera de ella. Además es un gobierno autoritario que controla a la opinión pública y a los temas que se debaten. Al revés de lo que ocurre en gran medida en Estados Unidos. Además China puede encontrar muchos aliados impensados en este conflicto.

 

 

 

 

 

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