Es oficial: China tiene “emperador”

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Xi Jinping, exitoso en la guerra contra la corrupción, eliminó toda competencia.

Estaba cantado que ocurriría de esta manera. Pero la verdadera noticia es que sobre casi 3.000 delegados, hubo dos votos en contra. Los que los emitieron, no tendrán mucho tiempo más en el Congreso del Partido. Las 3 abstenciones registradas también serán objeto de minucioso escrutinio.

La decisión que reforma la constitución del país, eliminó los dos periodos de cinco años cada uno, para ejercer la presidencia. Ahora la reelección podrá ser indefinida. Es decir Xi Jiping podrá ser presidente de por vida.

El actual mandatario tiene una visión imperial de su país, como la que había hace cinco siglos. Ocupar el centro del mundo, con un gobierno centralizado y autoritario.

Xi tendrá tanto o más poder del que tuvo Mao Tse Tung, pero no para la gloria de un partido comunista en el gobierno. Su meta es que China sea la principal potencia mundial y en esa carrera desplace definitivamente a Estados Unidos.

Hace días, el comité central del partido Comunista de China (200 miembros), había propuesto que se removiera la cláusula constitucional que establecía que tanto el presidente como el vicepresidente no podían ejercer sus mandos más de dos periodos consecutivos de cinco años.

Antes se había reunido el Politburó, el órgano supremo de 25 miembros, cuyos miembros fueron
elegidos por el mismo XI a lo largo de los últimos años. No se dice ahora que será por tres o por cuatro periodos de cinco años. Como no se dice nada, queda en claro que a partir de ahora la reelección será indefinida. Una velocidad y simplicidad que el mismo Nicolás Maduro de Venezuela envidiaría.

Estaba claro desde hace tiempo que Xi es el más poderoso líder de la nación china en muchas décadas. Y que pretende emular el tiempo en el poder y la concentración en las decisiones del viejo líder comunista Mao Tse Tung. Aunque ahora su sucesor es jefe de un gobierno autoritario que rige sobre una economía capitalista, exitosa en muchos aspectos.

El hombre que libró una exitosa guerra contra la corrupción interna y que, de paso, eliminó a toda la competencia (incluyendo al potencial vicepresidente) mostró su estrategia cuando al cabo del primer término fue reelecto para el segundo mandato. Un dirigente influyente fue acusado de corrupción y obligado a dimitir. Ahora no quedan contendientes de peso a la vista.

 

Una estrategia cuidadosa

 

En octubre del año pasado, cuando fue reelecto, apareció un nuevo precepto escrito en el programa del Partido Comunista chino: “Xi Jinping piensa en un socialismo con características chinas para una nueva era”. Una época distinta a la de sus predecesores que no alcanzaron ese honor. Pero a diferencia de épocas anteriores no quedó en el flamante Politburó un solo joven dirigente, lo que solía ser una pista sobre quién será el sucesor del actual líder.

Lo cierto es que en ese momento ya había acumulado una porción gigante, inédita, de poder dentro del partido, del gobierno y de las fuerzas armadas. Deng Xiaoping hizo la gran transición desde Mao en adelante. Y mantuvo el poder concentrado en el Partido, a pesar de la heterodoxia económica, capitalista en el accionar.

Deng fue autor del concepto “teoría socialista con características chinas”. Una manera de justificar, en los años 80, las reformas de libre mercado, capitalistas, según el modelo de Occidente.

Los dos sucesores, Hu Jintao y Jiang Zemin mantuvieron la línea de Deng, fueron eficientes administradores, pero no mostraron signos del ambicioso liderazgo que exhibe el actual conductor del partido y del país.

En lo visible, Xi ha logrado aplastar toda oposición. Además, a partir de ahora, oponerse a su poder puede equivaler al suicidio, al menos político. Nadie se opondrá a sus directivas. Lo que acrecienta el riesgo que supondrá los errores que pudiera cometer.

China no es más un país asediado por el contexto internacional, con enorme pobreza y subdesarrollo. Es ahora una megapotencia mundial en lo económico, en lo comercial y en lo militar.

Justo cuando Estados Unidos prefiere refugiarse en el aislamiento y abandonar su posición de fijar la
estrategia de todo el mundo occidental. Cuando Trump desprecia los esfuerzos por mejorar el clima y el ambiente.

China aprovecha ese vacío y se lanza a la conquista de nuevos espacios. Seguramente el modelo que pretende imponer es el de una potencia responsable antes los grandes desafíos de la humanidad, pero con una vida económica, política y social, regida por un partido único.

Ya no es más Mao intentando hacer frente al modelo occidental. Es el abanderado de un nuevo modelo que pretende reemplazar totalmente al matrimonio del capitalismo y la democracia liberal. Algo más parecido a la visión que tenían los emperadores de hace varios siglos en lo que se conocía como “el Imperio del Centro”.

Para los inversionistas externos, la noticia es buena y mala a la vez. Xi puede impulsar reformas que los favorezcan. Pero también un liderazgo tan absoluto puede aumentar el riesgo político y deteriorar la confianza sobre lo que puede pasar en el mercado interno. Todo estará atado a la voluntad de un solo hombre.

 

 

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