“!Es la Política, Presidente!”

La renuncia de Machinea irrumpió abruptamente al finalizar la semana. En realidad, era esperada y exigida; el ministro optó por tomar la iniciativa. Se barajan nombres y se temen vetos. Los mercados mejoraron al cierre, pero esperan una rápida decisión.

3 marzo, 2001

Los comentaristas que desde distintos medios preparaban el borrador de sus análisis de la semana debieron, al caer la noche del viernes 2, introducir una variable que modificó su percepción: la abrupta renuncia del ministro de Economía, José Luis Machinea.

Y no es que no fuera una de las alternativas políticas más barajadas en los últimos tiempos; podría decirse que era la crónica de una muerte anunciada y además solicitada, por diversos sectores de la vida nacional, en particular de la jefatura del Frepaso.

Roberto Alemann, a cuyo juicio apelan con frecuencia los políticos y los analistas, declaró el sábado por la mañana por radio que la renuncia fue sorpresiva por el momento en que ocurrió; en realidad se la esperaba para más tarde porque más allá de sus méritos o fallas, “el alejamiento de Machinea era necesario para generar otra esperanza”

En síntesis, la opinión del experto hombre de finanzas era que el ex ministro tuvo esa misma percepción y dijo para sí que era mejor irse antes que ser echado.

Los mercados habían anticipado la necesidad de un cambio necesario, como lo señalan algunos medios al informar que la Bolsa subió de un índice positivo de 0,3% a cerrar con 2,1% en apenas 27 minutos al influjo de versiones verosímiles que anticipan el alejamiento de Machinea y una posible influencia en el gobierno de Domingo Cavallo.

Que se manifestaría mediante su presencia eventual en un alto cargo –se mencionó insistentemente el Banco Central – o a través de algunos de sus hombres más allegados.

Simultáneamente los bonos argentinos registraban en Nueva York alzas de 1% a 1,5 en algunos títulos y el riesgo país descendía a 765 puntos básicos, el nivel más bajo desde el 20 de febrero, tras llegar a los 800.

Lo significativo del caso es que todo tiende a indicar que cuando Fernando de la Rúa regresó el viernes 2 a las 13:08 de su breve visita al Uruguay no conocía la determinación de su ministro; sólo media hora más tarde se reunió con él en la Casa Rosada para mantener un diálogo de tres horas.

A partir de ese momento, mientras arreciaban los trascendidos y Machinea se reunía con su gabinete en el Palacio de Hacienda para ultimar los detalles formales de su renuncia, en el Gobierno se abrió un largo silencio de radio, apenas burlado por algunas indiscreciones que no lograron despejar las dudas.

Comenzó una agitada tarde de consultas, versiones y total ausencia de información oficial, mientras la residencia de Olivos pasaba a ser el escenario de conversaciones entre el Presidente, Raúl Alfonsín, Carlos Alvarez y Chrystian Colombo, Jefe de Gabinete y uno de los nombres que comenzaron a circular para cubrir el claro dejado en el edificio de Hipólito Yrigoyen.

Una frase ambigua del gobernador Carlos Ruckauf ante el periodismo, en la que mencionó que algunos problemas vinculados con la reactivación del país serían tratadas con Machinea o con quien pudiera sucederlo, sonó como una confirmación extraoficial de los acontecimientos.

Es que al parecer, el mandatario bonaerense, quien cultiva una buena relación con De la Rúa, fue uno de los primeros informado de los sucesos por el primer mandatario junto con Alvarez y Alfonsín.

Fiel a su estilo, Fernando de la Rúa se inclinó por la consulta y la búsqueda del mayor consenso posible, pero, como señalaron los observadores, resignaba en parte su posibilidad de reaccionar dinámicamente, abría el camino a eventuales vetos y arriesgaba la posibilidad de manejar con audacia no exenta de prudencia, el “timing” político para revertir su imagen de hombre que,. por excesivamente cauto, aparece como titubeante y falto de iniciativa.

Una encuestadora, en base a los datos de febrero, marcaba en la mañana del sábado 3 la imagen del Presidente arrojaba apenas 12% de apoyo a su actuación y el doble, 24%, para su imagen personal, mientras la de Colombo se posicionaba en 28% de opiniones favorable a su gestión, Patricia Bullrich en 26% y Graciela Fernández Meijide en menos de dos dígitos, 9,3%.

Datos que, de ser confirmados por otras fuentes, pueden servir para que los comentaristas tracen conjeturas sobre la futura composición del equipo de colaboradores del primer mandatario.

De lo tratado en la “minicumbre” de Olivos, no trascendieron hasta el momento de escribir estas líneas, mayores datos concretos; sólo se puede rescatar el gesto adusto de Raúl Alfonsín, primero en abandonar la Residencia, atribuido a la presunta decisión de De la Rúa de postergar una definición hasta el lunes.

Alguno de sus allegados habría echo correr la voz de que el líder radical advirtió a su anfitrión que la solución de la crisis reclamaba decisiones urgentes y que, de no haberla durante el fin de semana, el mercado abriría el lunes en una perceptible baja.

Mientras tanto, desde Economía los allegados a Machinea insistían en que el ministro anunció a su gente que los efectos del blindaje se había prácticamente disipado por falta de un proyecto y de liderazgo político; lo cual tornaba imperativo su alejamiento, porque el equipo ya no era creíble.

Pero, además, se atribuye al renunciante una frase sugestiva y enigmática, recogida por algunos medios por vía de versiones no confirmadas: “No dejen a Cavallo fuera de este juego”.

Chrystian Colombo que al despuntar el día sábado en una Buenos Aires lluviosa y gris era considerado por muchos el mejor candidato para Economía, según algunos analistas dudaba en aceptar, ante la posibilidad de ser resistido por sectores del Frepaso, en particular la ahora fortalecida Elisa Carrió y el grupo de legisladores rebeldes que la acompañan.

Este era el panorama con el que trabajan los encargados de intentar una interpretación de los acontecimientos, quienes en general no encontraron signos demasiado alentadores en el mensaje presidencial del jueves 1ª.

Sería exagerado sostener que el discurso del presidente de la Nación, al inaugurar el período legislativo fue algo así como “el parto de los montes”; nadie esperaba en realidad en el país una vuelta decidida de timón en el rumbo de las acciones del Poder Ejecutivo.

Todos los actos de Fernando de la Rúa y las versiones que se filtraban de sus círculos íntimos, indicaban que no era lógico esperar cambios; ya en su reunión con importantes empresarios, el mismo primer mandatario lo había especificado con claridad.(Ver “Empresarios reclaman decisiones políticas”).
El tono monocorde de su exposición, propia de un catedrático de Derecho, restó emoción y presencia a la figura de un político que parece empeñado en demostrar que puede ser un administrador de la crisis, pero que no alcanza a asumir la envergadura de un piloto de tormentas, como parece reclamarlo la realidad nacional

Un país es una gran empresa política y, como tal, requiere de la presencia de los hombres con garras de emprendedores y de pioneros; lo peor que le puede pasar a una empresa económica en crisis es que se deposite su futuro en manos de un contador.

La misión del hombres de cuentas es lograr que el Debe y el Haber se equilibren en el momento de poner la firma al Balance, no importa los artilugios a los que haya que apelar; sólo entonces creerá haber logrado el éxito y podrá dormir tranquilo.

Todas las actitudes presidenciales fueron consideradas por la mayoría de los observadores como intentos de apoyarse en su ministro de Economía, José Luis Machinea, para equilibrar el presupuesto y eliminar el déficit fiscal, con miras a intentar saldar la deuda externa.

Pero los empresarios exigieron en su entrevista del martes algo más: pidieron definiciones claras en materia política y la creación de condiciones para ampliar la base social de una economía de mercado, sin la cual es inviable todo intento de crecimiento.

No alcanzó que en el mensaje presidencial se hablara a la ciudadanía de reducir la carga presupuestaria de los privilegios de la clase política, mediante el achicamiento de los gastos en los tres niveles del Estado – nacional, provincial y municipal -– mediante la disminución del número de representantes y la abolición de atribuciones para distribuir subsidios, becas y pensiones graciables.

Ni que días antes los hombres de la Alianza propusieran medidas enderezadas a obtener algunos de esos objetivos, en una polémica reunión donde se patentizó la existencia de actitudes resistentes a ceder privilegios. (Ver “Propondrían podas en el gasto político”).
Tampoco tranquiliza a la opinión pública y a los capitales inversores el anuncio de que la Oficina Anticorrupción sería transformada en un ministerio – con el consiguiente aumento del gasto público – mientras las páginas de los diarios y los informativos de la radio y la televisión vibraban al compás de las informaciones que llegaban desde el Capitolio de Washington que otorgaban credibilidad a las denuncias de Elisa Carriò y Gustavo Gutiérrez.

La batalladora y rebelde diputada chaqueña contará en sus manos con la carga documental que le enviará el Senador Levin y puede desde ya descontarse que no cejará en su ofensiva política que no perdona adversarios ni a miembros de la Alianza, coalición de la que tomó distancia. (Ver “Carrió dispara con munición gruesa”).
Mientras el espectro de la corrupción de la clase dirigente argentina – incluye a políticos, empresarios, sindicalistas e intelectuales que no asumen su rol crítico –planea sobre la Casa Rosada, se suman otros factores negativos.

La revelación de los alcances del rebrote aftósico y la errática actitud de la Secretaría de Agricultura, fluctuante entre aceptar los hechos y enfrentarlos con contundencia o minimizarlos para atenuar las repercusiones en las exportaciones de carnes, golpeó a la opinión pública, en particular a partir de que las instituciones representativas de la actividad rural informaron que hace tiempo que habían alertado a los funcionarios. (Ver “Aftosa: aumenta la zona de vacunación”).
Todo es fluido e imprevisible en la Argentina; pocos comentaristas se aventuran a formular predicciones sobre el futuro inmediato o mediato, no importa la escuela doctrinaria o económica a la que representen.

Porque, en definitiva, todo depende de que el país asuma una estrategia de desarrollo, establezca consenso sobre objetivos y medios y se logre un consenso que indique, por fin, que los 37 millones de habitantes -–según se anticipa que el próximo censo estipulará – han escogida un proyecto de vida en común.

Esa meta se logrará cuando, en lugar de discursos y difusión de imágenes, nuestros dirigentes de todos los estamentos produzcan hechos; de otra manera estaremos jugando a la política virtual, una manera alienada de ejercer una de las artes más excelsas del hombre, como la definió hace muchos siglos alguien que se llamó Aristóteles.

Los comentaristas que desde distintos medios preparaban el borrador de sus análisis de la semana debieron, al caer la noche del viernes 2, introducir una variable que modificó su percepción: la abrupta renuncia del ministro de Economía, José Luis Machinea.

Y no es que no fuera una de las alternativas políticas más barajadas en los últimos tiempos; podría decirse que era la crónica de una muerte anunciada y además solicitada, por diversos sectores de la vida nacional, en particular de la jefatura del Frepaso.

Roberto Alemann, a cuyo juicio apelan con frecuencia los políticos y los analistas, declaró el sábado por la mañana por radio que la renuncia fue sorpresiva por el momento en que ocurrió; en realidad se la esperaba para más tarde porque más allá de sus méritos o fallas, “el alejamiento de Machinea era necesario para generar otra esperanza”

En síntesis, la opinión del experto hombre de finanzas era que el ex ministro tuvo esa misma percepción y dijo para sí que era mejor irse antes que ser echado.

Los mercados habían anticipado la necesidad de un cambio necesario, como lo señalan algunos medios al informar que la Bolsa subió de un índice positivo de 0,3% a cerrar con 2,1% en apenas 27 minutos al influjo de versiones verosímiles que anticipan el alejamiento de Machinea y una posible influencia en el gobierno de Domingo Cavallo.

Que se manifestaría mediante su presencia eventual en un alto cargo –se mencionó insistentemente el Banco Central – o a través de algunos de sus hombres más allegados.

Simultáneamente los bonos argentinos registraban en Nueva York alzas de 1% a 1,5 en algunos títulos y el riesgo país descendía a 765 puntos básicos, el nivel más bajo desde el 20 de febrero, tras llegar a los 800.

Lo significativo del caso es que todo tiende a indicar que cuando Fernando de la Rúa regresó el viernes 2 a las 13:08 de su breve visita al Uruguay no conocía la determinación de su ministro; sólo media hora más tarde se reunió con él en la Casa Rosada para mantener un diálogo de tres horas.

A partir de ese momento, mientras arreciaban los trascendidos y Machinea se reunía con su gabinete en el Palacio de Hacienda para ultimar los detalles formales de su renuncia, en el Gobierno se abrió un largo silencio de radio, apenas burlado por algunas indiscreciones que no lograron despejar las dudas.

Comenzó una agitada tarde de consultas, versiones y total ausencia de información oficial, mientras la residencia de Olivos pasaba a ser el escenario de conversaciones entre el Presidente, Raúl Alfonsín, Carlos Alvarez y Chrystian Colombo, Jefe de Gabinete y uno de los nombres que comenzaron a circular para cubrir el claro dejado en el edificio de Hipólito Yrigoyen.

Una frase ambigua del gobernador Carlos Ruckauf ante el periodismo, en la que mencionó que algunos problemas vinculados con la reactivación del país serían tratadas con Machinea o con quien pudiera sucederlo, sonó como una confirmación extraoficial de los acontecimientos.

Es que al parecer, el mandatario bonaerense, quien cultiva una buena relación con De la Rúa, fue uno de los primeros informado de los sucesos por el primer mandatario junto con Alvarez y Alfonsín.

Fiel a su estilo, Fernando de la Rúa se inclinó por la consulta y la búsqueda del mayor consenso posible, pero, como señalaron los observadores, resignaba en parte su posibilidad de reaccionar dinámicamente, abría el camino a eventuales vetos y arriesgaba la posibilidad de manejar con audacia no exenta de prudencia, el “timing” político para revertir su imagen de hombre que,. por excesivamente cauto, aparece como titubeante y falto de iniciativa.

Una encuestadora, en base a los datos de febrero, marcaba en la mañana del sábado 3 la imagen del Presidente arrojaba apenas 12% de apoyo a su actuación y el doble, 24%, para su imagen personal, mientras la de Colombo se posicionaba en 28% de opiniones favorable a su gestión, Patricia Bullrich en 26% y Graciela Fernández Meijide en menos de dos dígitos, 9,3%.

Datos que, de ser confirmados por otras fuentes, pueden servir para que los comentaristas tracen conjeturas sobre la futura composición del equipo de colaboradores del primer mandatario.

De lo tratado en la “minicumbre” de Olivos, no trascendieron hasta el momento de escribir estas líneas, mayores datos concretos; sólo se puede rescatar el gesto adusto de Raúl Alfonsín, primero en abandonar la Residencia, atribuido a la presunta decisión de De la Rúa de postergar una definición hasta el lunes.

Alguno de sus allegados habría echo correr la voz de que el líder radical advirtió a su anfitrión que la solución de la crisis reclamaba decisiones urgentes y que, de no haberla durante el fin de semana, el mercado abriría el lunes en una perceptible baja.

Mientras tanto, desde Economía los allegados a Machinea insistían en que el ministro anunció a su gente que los efectos del blindaje se había prácticamente disipado por falta de un proyecto y de liderazgo político; lo cual tornaba imperativo su alejamiento, porque el equipo ya no era creíble.

Pero, además, se atribuye al renunciante una frase sugestiva y enigmática, recogida por algunos medios por vía de versiones no confirmadas: “No dejen a Cavallo fuera de este juego”.

Chrystian Colombo que al despuntar el día sábado en una Buenos Aires lluviosa y gris era considerado por muchos el mejor candidato para Economía, según algunos analistas dudaba en aceptar, ante la posibilidad de ser resistido por sectores del Frepaso, en particular la ahora fortalecida Elisa Carrió y el grupo de legisladores rebeldes que la acompañan.

Este era el panorama con el que trabajan los encargados de intentar una interpretación de los acontecimientos, quienes en general no encontraron signos demasiado alentadores en el mensaje presidencial del jueves 1ª.

Sería exagerado sostener que el discurso del presidente de la Nación, al inaugurar el período legislativo fue algo así como “el parto de los montes”; nadie esperaba en realidad en el país una vuelta decidida de timón en el rumbo de las acciones del Poder Ejecutivo.

Todos los actos de Fernando de la Rúa y las versiones que se filtraban de sus círculos íntimos, indicaban que no era lógico esperar cambios; ya en su reunión con importantes empresarios, el mismo primer mandatario lo había especificado con claridad.(Ver “Empresarios reclaman decisiones políticas”).
El tono monocorde de su exposición, propia de un catedrático de Derecho, restó emoción y presencia a la figura de un político que parece empeñado en demostrar que puede ser un administrador de la crisis, pero que no alcanza a asumir la envergadura de un piloto de tormentas, como parece reclamarlo la realidad nacional

Un país es una gran empresa política y, como tal, requiere de la presencia de los hombres con garras de emprendedores y de pioneros; lo peor que le puede pasar a una empresa económica en crisis es que se deposite su futuro en manos de un contador.

La misión del hombres de cuentas es lograr que el Debe y el Haber se equilibren en el momento de poner la firma al Balance, no importa los artilugios a los que haya que apelar; sólo entonces creerá haber logrado el éxito y podrá dormir tranquilo.

Todas las actitudes presidenciales fueron consideradas por la mayoría de los observadores como intentos de apoyarse en su ministro de Economía, José Luis Machinea, para equilibrar el presupuesto y eliminar el déficit fiscal, con miras a intentar saldar la deuda externa.

Pero los empresarios exigieron en su entrevista del martes algo más: pidieron definiciones claras en materia política y la creación de condiciones para ampliar la base social de una economía de mercado, sin la cual es inviable todo intento de crecimiento.

No alcanzó que en el mensaje presidencial se hablara a la ciudadanía de reducir la carga presupuestaria de los privilegios de la clase política, mediante el achicamiento de los gastos en los tres niveles del Estado – nacional, provincial y municipal -– mediante la disminución del número de representantes y la abolición de atribuciones para distribuir subsidios, becas y pensiones graciables.

Ni que días antes los hombres de la Alianza propusieran medidas enderezadas a obtener algunos de esos objetivos, en una polémica reunión donde se patentizó la existencia de actitudes resistentes a ceder privilegios. (Ver “Propondrían podas en el gasto político”).
Tampoco tranquiliza a la opinión pública y a los capitales inversores el anuncio de que la Oficina Anticorrupción sería transformada en un ministerio – con el consiguiente aumento del gasto público – mientras las páginas de los diarios y los informativos de la radio y la televisión vibraban al compás de las informaciones que llegaban desde el Capitolio de Washington que otorgaban credibilidad a las denuncias de Elisa Carriò y Gustavo Gutiérrez.

La batalladora y rebelde diputada chaqueña contará en sus manos con la carga documental que le enviará el Senador Levin y puede desde ya descontarse que no cejará en su ofensiva política que no perdona adversarios ni a miembros de la Alianza, coalición de la que tomó distancia. (Ver “Carrió dispara con munición gruesa”).
Mientras el espectro de la corrupción de la clase dirigente argentina – incluye a políticos, empresarios, sindicalistas e intelectuales que no asumen su rol crítico –planea sobre la Casa Rosada, se suman otros factores negativos.

La revelación de los alcances del rebrote aftósico y la errática actitud de la Secretaría de Agricultura, fluctuante entre aceptar los hechos y enfrentarlos con contundencia o minimizarlos para atenuar las repercusiones en las exportaciones de carnes, golpeó a la opinión pública, en particular a partir de que las instituciones representativas de la actividad rural informaron que hace tiempo que habían alertado a los funcionarios. (Ver “Aftosa: aumenta la zona de vacunación”).
Todo es fluido e imprevisible en la Argentina; pocos comentaristas se aventuran a formular predicciones sobre el futuro inmediato o mediato, no importa la escuela doctrinaria o económica a la que representen.

Porque, en definitiva, todo depende de que el país asuma una estrategia de desarrollo, establezca consenso sobre objetivos y medios y se logre un consenso que indique, por fin, que los 37 millones de habitantes -–según se anticipa que el próximo censo estipulará – han escogida un proyecto de vida en común.

Esa meta se logrará cuando, en lugar de discursos y difusión de imágenes, nuestros dirigentes de todos los estamentos produzcan hechos; de otra manera estaremos jugando a la política virtual, una manera alienada de ejercer una de las artes más excelsas del hombre, como la definió hace muchos siglos alguien que se llamó Aristóteles.

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