Era inevitable: Putin amenaza con cortarles el gas a los ucranianos

El filorruso Víktor Yanukóvich obtuvo 35,5%. Pero Yúliya Tymochenko (32%), enemiga de Vladyímir Putin, puede aliarse con Víktor Yushchenko (14%) en el parlamento y obtener la jefatura del próximo gobierno. Moscú está dispuesta a impedirlo.

3 octubre, 2007

Lo único inesperado es que Putin haya tardado tan poco en apretar a los ucraniano pro occidentales. Gazprom, el mayor monopolio estatal del mundo, recibió una orden perentoria y denució que Kíyev le debe US$1.300 millones. Pero el objeto de los eventuales cortes es político: Rusia no quiere ver una coalición Tymoshenko-Yuschenko en el poder.

En 2007, presiones similares obligaron al presidente Yushchenko a entregarle la jefatura del gabinete a si rival, Yanukóvich. Pero, hoy, Gazprom tiene problemas en otro frente: Suecia acaba de sumarse a Finlandia y Estonia contra el proyectado gasoducto norte. Lo gestiona el ex canciller alemán, Gerhard Schröder, alto ejecutivo de la gasífera moscovita.

Obviamente, la velada amenaza rusa Kíyev inquieta en Europa occidental. Sucede que 80% del gas natural consumido por la Unión Europea pasa por territorio ucraniano. Si, además, Gazprom no logra timonear el proyecto de gasoducto bajo el Báltico, el choque Putin-Tymonshenko se convertirá en una crisis geopolítica como la de 2004/5.

Al revés que en Ucrania, en Rusia no hacen falta comicios mientras Putin controle los tres poderes y mantenga 70% de apoyo en las encuestas. En Bielorrusia, ni siquiera pierden el tiempo en gestos republicanos ajenos al espíritu eslavo. Al contrario, en Kíyev las elecciones son democráticas, pero el país está partido en dos y el voto no logra recomponerlo.

Por supuesto, un pacto Tymoshenko-Yushchenko crearía una cómoda mayoría prooccidental y favorable a negociar con la UE. Pero Yanukóvich no se resigna a perder el control del poder ejecutivo. Mucho menos sus dos puntales rusos, Putin y Gazprom.

Octubre –o todavía septiembre en el calendario juliano- empieza en medio de tensiones. Kíyev representa Ucrania occidental; o sea a católicos ortodoxos que acatan al patriarcado local, no a Moscú, y católicos uniatas afines a Roma. Ambos grupos hablan ucraniano. Jarkov, al noreste, reúne a quienes hablan ruso y siguen a Moscú; sea a Putin, sea al patriarca. Para mayor abundancia, por lo menos 50% de todos los ucranianos no practican religión alguna.

En los papeles, la clave es la alianza entre Autodefensa popular (Tymoshenko) y Ucrania nuestra (Yushchenko). Por su parte, Yanukóvich encabeza el partido de las Regiones. Si Yushchenko no ha podido mejorar los resultados de comicios anteriores es porque pactó con el diablo (Gazprom) y nombró primer ministro en 2007 a Yanukóvich.

Mientras el escaso aporte del partido Comunista prorruso (3%) no cambia nada, sí puede hacerlo la nuevo postura de Tymoshenko. Autoproclamada en 2005 “la pasionaria color naranja”, hoy asegura que será “una Margaret Thatcher eslava”. Esto apunta a dos destinatarios: la UE y Schröder, gestor de negocios y operador político directo de Putin. Pero cualquier acercamiento ucraniano hacia la UE chocará con Polonia, Rumania y Francia, a quienes aterra el tamaño de Ucrania (605.000 km2, 60 millones de habitantes). En este complicado ajedrez irrumpen Gazprom, sus presiones sobre Yushchenko y las de los escandinavos sobre Schröder.

Lo único inesperado es que Putin haya tardado tan poco en apretar a los ucraniano pro occidentales. Gazprom, el mayor monopolio estatal del mundo, recibió una orden perentoria y denució que Kíyev le debe US$1.300 millones. Pero el objeto de los eventuales cortes es político: Rusia no quiere ver una coalición Tymoshenko-Yuschenko en el poder.

En 2007, presiones similares obligaron al presidente Yushchenko a entregarle la jefatura del gabinete a si rival, Yanukóvich. Pero, hoy, Gazprom tiene problemas en otro frente: Suecia acaba de sumarse a Finlandia y Estonia contra el proyectado gasoducto norte. Lo gestiona el ex canciller alemán, Gerhard Schröder, alto ejecutivo de la gasífera moscovita.

Obviamente, la velada amenaza rusa Kíyev inquieta en Europa occidental. Sucede que 80% del gas natural consumido por la Unión Europea pasa por territorio ucraniano. Si, además, Gazprom no logra timonear el proyecto de gasoducto bajo el Báltico, el choque Putin-Tymonshenko se convertirá en una crisis geopolítica como la de 2004/5.

Al revés que en Ucrania, en Rusia no hacen falta comicios mientras Putin controle los tres poderes y mantenga 70% de apoyo en las encuestas. En Bielorrusia, ni siquiera pierden el tiempo en gestos republicanos ajenos al espíritu eslavo. Al contrario, en Kíyev las elecciones son democráticas, pero el país está partido en dos y el voto no logra recomponerlo.

Por supuesto, un pacto Tymoshenko-Yushchenko crearía una cómoda mayoría prooccidental y favorable a negociar con la UE. Pero Yanukóvich no se resigna a perder el control del poder ejecutivo. Mucho menos sus dos puntales rusos, Putin y Gazprom.

Octubre –o todavía septiembre en el calendario juliano- empieza en medio de tensiones. Kíyev representa Ucrania occidental; o sea a católicos ortodoxos que acatan al patriarcado local, no a Moscú, y católicos uniatas afines a Roma. Ambos grupos hablan ucraniano. Jarkov, al noreste, reúne a quienes hablan ruso y siguen a Moscú; sea a Putin, sea al patriarca. Para mayor abundancia, por lo menos 50% de todos los ucranianos no practican religión alguna.

En los papeles, la clave es la alianza entre Autodefensa popular (Tymoshenko) y Ucrania nuestra (Yushchenko). Por su parte, Yanukóvich encabeza el partido de las Regiones. Si Yushchenko no ha podido mejorar los resultados de comicios anteriores es porque pactó con el diablo (Gazprom) y nombró primer ministro en 2007 a Yanukóvich.

Mientras el escaso aporte del partido Comunista prorruso (3%) no cambia nada, sí puede hacerlo la nuevo postura de Tymoshenko. Autoproclamada en 2005 “la pasionaria color naranja”, hoy asegura que será “una Margaret Thatcher eslava”. Esto apunta a dos destinatarios: la UE y Schröder, gestor de negocios y operador político directo de Putin. Pero cualquier acercamiento ucraniano hacia la UE chocará con Polonia, Rumania y Francia, a quienes aterra el tamaño de Ucrania (605.000 km2, 60 millones de habitantes). En este complicado ajedrez irrumpen Gazprom, sus presiones sobre Yushchenko y las de los escandinavos sobre Schröder.

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