Entre el dólar y el abismo

La Argentina muestra pequeños progresos en materia fiscal y financiera. Pero ahora se abre un escenario en el que el tipo de cambio podría acercar al país a un viejo adversario: la hiperinflación.

14 marzo, 2002

Las medidas tomadas por el Gobierno en el plano fiscal, como las retenciones generales a las exportaciones, y en el sistema financiero, en relación a la posibilidad de convertir parcialmente depósitos reprogramados a cajas de ahorro y cuentas corrientes y la definición de los bonos ofrecidos a los ahorristas afectados, tienen cierta relevancia en una coyuntura que parece tomar un sendero más claro, al menos en estos dos aspectos.

Sin embargo hay puntos oscuros. Entre ellos lo que muchos consideran la ilusoria Ley de presupuesto y su escasa vinculación con las cuentas públicas.

Se puede hablar de un escenario con un caída de 8% en el nivel de actividad, 25% de inflación anual, un tipo de cambio de 2,10 hasta finales de año y un aumento del gasto público limitado a eliminar el descuento de 13% en sueldos estatales y jubilaciones en el segundo semestre. Si se acepta que no hay nuevo gasto social asociado a las retenciones, el déficit fiscal del 2002 sería de unos $ 6.500 millones.

Si Duhalde no elimina ese descuento de 13%, el desequilibrio bajaría a $ 4.900 millones. Esta es una fuente de emisión monetaria superior en $ 2.000 millones a la prevista. El FMI estaría dispuesto a aceptar este desvío siempre y cuando se termine ya con la variedad de monedas provinciales y se establezca un cronograma para rescatarlas a la brevedad. Pero las resistencias a esta movida son muy fuertes.

¿Corralito liberador?

Otro flanco débil es la emisión monetaria endógena del sistema financiero producto de sus filtraciones. Después de las últimas medidas –y suponiendo que 50% de los ahorristas eligen el Plan Bonus, quedarán algo más de $ 28.000 millones en cuentas corrientes y cajas de ahorro. Si a esa suma se le agregan los depósitos reprogramados en pesos que vencen durante 2002, se acumulan $ 35.000 millones.

Esa es la emisión potencial que verterá del corralito. Desde luego que esa emisión sólo se realizará si hay una profunda crisis de confianza que acelere la fuga y si esa fuga es financiada con redescuentos y pases activos del BCRA. Por el momento, esto está ocurriendo a una velocidad moderada, en un proceso que no se detiene y presiona sobre el mercado cambiario. En el límite, si todo el dinero disponible luego de descontar un mínimo transaccional de $ 4.500 millones de pesos demandara dólares, el tipo de cambio se acercaría a $ 3,28.

Pero aún falta algo. Si se suman las monedas provinciales y el déficit anual estimado, ese tipo de cambio alcanza los $ 4,10. Este punto es crucial.

¿Qué hará la autoridad monetaria de cara a la trepada del dólar? ¿Esperará que la liquidación de exportaciones la detenga o intervendrá cuando la divisa alcance un precio que algunos funcionarios guardan como un preciado secreto?

Las dudas que esto genera en los operadores no son pocas.

La misión

Mucho se ha hablado de cifras y plazos. En el más alto nivel gubernamental se puso a la conmemoración del 9 de julio como fecha final a la caída de la economía argentina.
Se sabe que el FMI prestará dinero a la Argentina. La duda es cuánto y cuándo.

En Fortaleza Remes lanzó un pedido casi agónico para lograr la asistencia del organismo. ¿Para qué puede servir esa ayuda?

En primer lugar, para cubrir los vencimientos con los propios organismos internacionales de crédito. Y lo que quede se destinará a fortalecer las reservas del BCRA.

Con US$ 3.000 millones, cifra mínima si se tienen en cuenta los préstamos pendientes del Banco Mundial y del BID, el tipo de cambio que compra la totalidad de los pasivos monetarios se reduce de 4,10 a 3,35.

Pero hasta hoy el FMI no tiene interés en asegurar la certidumbre cambiaria. En la entidad afirman que el peso flotará hasta encontrar el tan mentado valor de equilibrio. Sin embargo no advierten que antes de hallar esa estabilidad, la hiperinflación puede volver a escena y dejar marcas indelebles.

En términos numéricos, si el dólar llega a 2,50 pesos la inflación sería de 40% . Y sería llamativo que con esa inflación no crezca el gasto público. Y este escenario el camino comienza a tornarse resbaladizo. Más todavía.

Las medidas tomadas por el Gobierno en el plano fiscal, como las retenciones generales a las exportaciones, y en el sistema financiero, en relación a la posibilidad de convertir parcialmente depósitos reprogramados a cajas de ahorro y cuentas corrientes y la definición de los bonos ofrecidos a los ahorristas afectados, tienen cierta relevancia en una coyuntura que parece tomar un sendero más claro, al menos en estos dos aspectos.

Sin embargo hay puntos oscuros. Entre ellos lo que muchos consideran la ilusoria Ley de presupuesto y su escasa vinculación con las cuentas públicas.

Se puede hablar de un escenario con un caída de 8% en el nivel de actividad, 25% de inflación anual, un tipo de cambio de 2,10 hasta finales de año y un aumento del gasto público limitado a eliminar el descuento de 13% en sueldos estatales y jubilaciones en el segundo semestre. Si se acepta que no hay nuevo gasto social asociado a las retenciones, el déficit fiscal del 2002 sería de unos $ 6.500 millones.

Si Duhalde no elimina ese descuento de 13%, el desequilibrio bajaría a $ 4.900 millones. Esta es una fuente de emisión monetaria superior en $ 2.000 millones a la prevista. El FMI estaría dispuesto a aceptar este desvío siempre y cuando se termine ya con la variedad de monedas provinciales y se establezca un cronograma para rescatarlas a la brevedad. Pero las resistencias a esta movida son muy fuertes.

¿Corralito liberador?

Otro flanco débil es la emisión monetaria endógena del sistema financiero producto de sus filtraciones. Después de las últimas medidas –y suponiendo que 50% de los ahorristas eligen el Plan Bonus, quedarán algo más de $ 28.000 millones en cuentas corrientes y cajas de ahorro. Si a esa suma se le agregan los depósitos reprogramados en pesos que vencen durante 2002, se acumulan $ 35.000 millones.

Esa es la emisión potencial que verterá del corralito. Desde luego que esa emisión sólo se realizará si hay una profunda crisis de confianza que acelere la fuga y si esa fuga es financiada con redescuentos y pases activos del BCRA. Por el momento, esto está ocurriendo a una velocidad moderada, en un proceso que no se detiene y presiona sobre el mercado cambiario. En el límite, si todo el dinero disponible luego de descontar un mínimo transaccional de $ 4.500 millones de pesos demandara dólares, el tipo de cambio se acercaría a $ 3,28.

Pero aún falta algo. Si se suman las monedas provinciales y el déficit anual estimado, ese tipo de cambio alcanza los $ 4,10. Este punto es crucial.

¿Qué hará la autoridad monetaria de cara a la trepada del dólar? ¿Esperará que la liquidación de exportaciones la detenga o intervendrá cuando la divisa alcance un precio que algunos funcionarios guardan como un preciado secreto?

Las dudas que esto genera en los operadores no son pocas.

La misión

Mucho se ha hablado de cifras y plazos. En el más alto nivel gubernamental se puso a la conmemoración del 9 de julio como fecha final a la caída de la economía argentina.
Se sabe que el FMI prestará dinero a la Argentina. La duda es cuánto y cuándo.

En Fortaleza Remes lanzó un pedido casi agónico para lograr la asistencia del organismo. ¿Para qué puede servir esa ayuda?

En primer lugar, para cubrir los vencimientos con los propios organismos internacionales de crédito. Y lo que quede se destinará a fortalecer las reservas del BCRA.

Con US$ 3.000 millones, cifra mínima si se tienen en cuenta los préstamos pendientes del Banco Mundial y del BID, el tipo de cambio que compra la totalidad de los pasivos monetarios se reduce de 4,10 a 3,35.

Pero hasta hoy el FMI no tiene interés en asegurar la certidumbre cambiaria. En la entidad afirman que el peso flotará hasta encontrar el tan mentado valor de equilibrio. Sin embargo no advierten que antes de hallar esa estabilidad, la hiperinflación puede volver a escena y dejar marcas indelebles.

En términos numéricos, si el dólar llega a 2,50 pesos la inflación sería de 40% . Y sería llamativo que con esa inflación no crezca el gasto público. Y este escenario el camino comienza a tornarse resbaladizo. Más todavía.

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