Elecciones 2004: Kerry supera a Bush 48-41% en dos sondeos

Estimulado por una ventaja de siete puntos sobre Geroge W.Bush y el deterioro de éste –está peor que su padre a igual altura de la campaña-, John Kerry reinicia el ataque. La clave es Irak y el fracaso de la ocupación.

1 mayo, 2004

Si bien el senador demócrata por Masscusetts no apoya el retiro rápido de tropas norteamericanas, exige una comisión internacional que coopere con el próximo gobierno iraquí. Al mismo tiempo, cree que la Organización de Tratado del Atlántico Norte se haga cargo de los aspectos militares y complementarios. Por supuesto, su campaña apunta contra tres niveles: Defensa (Donald Rumsfeld), Justicia (John Ashcroft, cuya reciente denuncia sobre actividades locales de Al Qa’eda se pone en duda) y el vicepresidente Richard Cheney.

En este caso, también los republicanos tienen un problema. En Estados Unidos, no se vota una fórmula sino un presidente y su vice. A esta altura de los acontecimientos, parece más fácil salvar de la derrota a Bush que a Cheney. Aparte, el vice podría ser un lastre que hundiese al presidente. Inclusive se habla de dos candidatos transaccionales: Colin Powell y Condoleezza Rice.

Entretanto, Kerry inicia una etapa que culminará el 6 de junio, sexagésimo aniversario del día D (desembarco aliado en Normandía, 1944). Lo hace estimulado por dos sondeos, donde aventaja a Bush por 48 a 41%. Para el aspirante a la reelección, el problema no son los siete puntos de brecha, sino que ese 41% es inferior al nivel de apoyo que tenían su padre y James Carter a igual altura de cada campaña. Ninguno a ambos obtuvo la reelección.

Este factor inspira resquemores entre los demócratas, quienes recuerda el juego sucio de Richard M.Nixon para asegurar la reelección en 1974. Por entonces, Watergate fue armada para comprometer a los opositores. Nixon logró la reelección pero, menos de dos años después, debió renunciar.

En 2004, el alerta público lanzado por Ashcroft –un fundamentalista político y religioso- hace sospechan, dentro y fuera de EE.UU., en una maniobra singularmente arriesgada para “recrear” el clima de apoyo a Bush generado tras los ataques terroristas de 2001. “¿Se imaginan –hipotetizaban en la TV canadiense- si Bush logra la reelección y, luego, se descubre una maniobra así? ¿qué pasaría si el presidente reelecto renunciara y lo reemplazase Cheney?…

Si bien el senador demócrata por Masscusetts no apoya el retiro rápido de tropas norteamericanas, exige una comisión internacional que coopere con el próximo gobierno iraquí. Al mismo tiempo, cree que la Organización de Tratado del Atlántico Norte se haga cargo de los aspectos militares y complementarios. Por supuesto, su campaña apunta contra tres niveles: Defensa (Donald Rumsfeld), Justicia (John Ashcroft, cuya reciente denuncia sobre actividades locales de Al Qa’eda se pone en duda) y el vicepresidente Richard Cheney.

En este caso, también los republicanos tienen un problema. En Estados Unidos, no se vota una fórmula sino un presidente y su vice. A esta altura de los acontecimientos, parece más fácil salvar de la derrota a Bush que a Cheney. Aparte, el vice podría ser un lastre que hundiese al presidente. Inclusive se habla de dos candidatos transaccionales: Colin Powell y Condoleezza Rice.

Entretanto, Kerry inicia una etapa que culminará el 6 de junio, sexagésimo aniversario del día D (desembarco aliado en Normandía, 1944). Lo hace estimulado por dos sondeos, donde aventaja a Bush por 48 a 41%. Para el aspirante a la reelección, el problema no son los siete puntos de brecha, sino que ese 41% es inferior al nivel de apoyo que tenían su padre y James Carter a igual altura de cada campaña. Ninguno a ambos obtuvo la reelección.

Este factor inspira resquemores entre los demócratas, quienes recuerda el juego sucio de Richard M.Nixon para asegurar la reelección en 1974. Por entonces, Watergate fue armada para comprometer a los opositores. Nixon logró la reelección pero, menos de dos años después, debió renunciar.

En 2004, el alerta público lanzado por Ashcroft –un fundamentalista político y religioso- hace sospechan, dentro y fuera de EE.UU., en una maniobra singularmente arriesgada para “recrear” el clima de apoyo a Bush generado tras los ataques terroristas de 2001. “¿Se imaginan –hipotetizaban en la TV canadiense- si Bush logra la reelección y, luego, se descubre una maniobra así? ¿qué pasaría si el presidente reelecto renunciara y lo reemplazase Cheney?…

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