Elecciones 2004: como se esperaba, el senador Edwards acompaña al senador Kerry

El senador por Carolina Norte, John Edwards, fue elegido para integrar la formula presidencial demócrata. Quien acompaña a otro senador, John Kerry (Masachussetts), es de origen proletario pero hizo fortuna como abogado.

6 julio, 2004

En realidad, Edward fue el primer precandidato en carrera y llegó a tener altos niveles de aceptación pública, por su carisma y sus discursos contra la aventura en Irak y la indiferencia social de George W.Bush. Más tarde, su encendido estilo coincidió con un notable avance del presidente en las encuestas (eran los días triunfales de la guerra) y las internas se volcaron en favor de Kerry.

Ahora, la opinión pública se aleja de Bush, pero la cauta campaña de Kerry no usufructúa el fenómeno. Consciente de eso, el candidato presidencial opta por “volver a las fuentes”, confiado –como el propio equipos de campaña- en que Edwards captará las voluntades suficientes para frustrar la reelección.

Edwards tiene 51 años, hace seis que está en política y mantiene excelentes relaciones con Kerry. Según la comidilla neoyorquina, otro senador –Edward Kennedy- fue clave en los contactos y la propuesta. Tras aceptar, reiteró lo dicho cuando abandonó la competencia: “Kerry tiene todo para ser el próximo presidente. Es un extraordinario defensor de causas en las que creemos todos. Entre ellas, salud, empleo, ambiente y una solución justa y multilateral para Irak”.

A diferencia de Bush, pero a semejanza de Kennedy o William Clinton, Edwards es capaz de pronunciar un discurso de cuarenta minutos sin leer ni tropezar. Su atractivo acento sureño es otra ventaja, pues suena mejor que el tejano. En el foro, esas cualidades y un profundo conocimiento de leyes se combinaban con una retórica “estilo Perry Mason” (dice Hilary Clinton).

Ya en el Senado, su talento fue rápidamente puesto en juego por los demócratas para combatir la venenosa campaña para destituir a Clinton, orquestada por los republicanos de la extrema derecha cristiana alrededor del escandalete con Monica Lewinski. Les dio mucho trabajo. Edwards no escatima palabras para reprobar a Bush, a quien censura en lo tocante a la lucha contra el terrorismo, la posguerra en Irak y la nula sensiblidad social del gobierno. El hoy candidato vicepresidencial había votado -en octubre de 2002- por la guerra. Pero no en las condiciones luego impuestas por Bush, a instancias de Richard Cheney.

Su mensaje “a los dos países” fue motivo conductor en las internas y, ahora, la reanudará. Edwards planteba ahí “una nación dividida en términos de prosperidad económica, raza y credo, con sectores sin acceso suficiente a la salud, la educación, el trabajo y el bienestar”.
Incluso sus críticos, que rechazan el discurso por simplista, reconocen la fuerza y la elocuencia con que es pronunciado, y admiten que la respuesta del público ha sido entusiasta.

En realidad, Edward fue el primer precandidato en carrera y llegó a tener altos niveles de aceptación pública, por su carisma y sus discursos contra la aventura en Irak y la indiferencia social de George W.Bush. Más tarde, su encendido estilo coincidió con un notable avance del presidente en las encuestas (eran los días triunfales de la guerra) y las internas se volcaron en favor de Kerry.

Ahora, la opinión pública se aleja de Bush, pero la cauta campaña de Kerry no usufructúa el fenómeno. Consciente de eso, el candidato presidencial opta por “volver a las fuentes”, confiado –como el propio equipos de campaña- en que Edwards captará las voluntades suficientes para frustrar la reelección.

Edwards tiene 51 años, hace seis que está en política y mantiene excelentes relaciones con Kerry. Según la comidilla neoyorquina, otro senador –Edward Kennedy- fue clave en los contactos y la propuesta. Tras aceptar, reiteró lo dicho cuando abandonó la competencia: “Kerry tiene todo para ser el próximo presidente. Es un extraordinario defensor de causas en las que creemos todos. Entre ellas, salud, empleo, ambiente y una solución justa y multilateral para Irak”.

A diferencia de Bush, pero a semejanza de Kennedy o William Clinton, Edwards es capaz de pronunciar un discurso de cuarenta minutos sin leer ni tropezar. Su atractivo acento sureño es otra ventaja, pues suena mejor que el tejano. En el foro, esas cualidades y un profundo conocimiento de leyes se combinaban con una retórica “estilo Perry Mason” (dice Hilary Clinton).

Ya en el Senado, su talento fue rápidamente puesto en juego por los demócratas para combatir la venenosa campaña para destituir a Clinton, orquestada por los republicanos de la extrema derecha cristiana alrededor del escandalete con Monica Lewinski. Les dio mucho trabajo. Edwards no escatima palabras para reprobar a Bush, a quien censura en lo tocante a la lucha contra el terrorismo, la posguerra en Irak y la nula sensiblidad social del gobierno. El hoy candidato vicepresidencial había votado -en octubre de 2002- por la guerra. Pero no en las condiciones luego impuestas por Bush, a instancias de Richard Cheney.

Su mensaje “a los dos países” fue motivo conductor en las internas y, ahora, la reanudará. Edwards planteba ahí “una nación dividida en términos de prosperidad económica, raza y credo, con sectores sin acceso suficiente a la salud, la educación, el trabajo y el bienestar”.
Incluso sus críticos, que rechazan el discurso por simplista, reconocen la fuerza y la elocuencia con que es pronunciado, y admiten que la respuesta del público ha sido entusiasta.

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