domingo, 26 de enero de 2025

El mundo afronta años de crudos y gas caros

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“La economía global deberá convivir con precios petroleros superiores a los de la década anterior. La inestabilidad política en Saudiarabia. Nigeria y Rusia elevará los costos de exploración y explotación”.

Así sostiene la Agencia Internacional de Energía (AIE), muy vinculada al sector privado y a su instrumento indirecto, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En “Perspectivas anuales 2004”, la entidad proyecta en US$ 27 el costo del barril en 2010, a dólares constantes de hoy. Este nivel subirá a US$ 31 hacia 2020 y US$ 34 hacia 2030.

En contraste, esos mismos costos promediaban algo menos de US$ 20 durante el lapso 1986-2000. Yendo al otro extremo, los crudos tejanos occidentales han superado los US$ 55 el barril, valor nominal sin precedentes. Pero, también a dólares constantes, los US$ 37 de 1981 significarían ahora US$ 113 el barril. Por supuesto, la brecha entre proyecciones de costos constantes y precios corrientes revela que la AIE espera una sostenida desvalorización del dólar esta década y las dos siguientes.

Las advertencias del informe marcan un giro de 180 grados pues, hasta hace poco, la AIE emitían estimaciones y opiniones tendientes a calmar los mercados. Por otra parte, la propia industria de hidrocarburos viene elevando pronósticos desde febrero. Sin embargo, la mayoría de las empresas sigue basando decisiones inversoras a largo plazo en aquellos US$ 20.

Otra señal curiosa: la AIE deja de lado ambigüedades y admite que “la creciente dependencia de los importadores netos respecto de unos pocos exportadores, mayormente Rusia y la OPEP, exacerbará la hegemonía de este grupo y su capacidad de imponer precios altos”.
Por cierto, las proyecciones de costos difundidas “están muy encima de las que, asimismo en largo plazo, manejan British Petroleum, ExxonMobil, Total y CrevronTexaco”, admite Jeroen van der Veer, director ejecutivo de Royal Dutch/Shell Group. Su empresa se ha pasado a un “futurible” de US$ 25.

Claude Mandil, director gerente de la AIE, espera que los niveles actuales (US$ 47 a 55) comience a ceder recién en 2006, a medida que aumente la capacidad extractiva y se normalice el mercado. Eso involucra menor actividad especulativa y mayor aprovechamiento de fuentes marginales de hidrocarburos.

Un tramo del informe, empero, parece mal redactado o no actualizado. “No vemos que haya en este momento abastecimiento insuficiente de hidrocarburos, pero actuaremos si eso ocurre”. Eso se refiere al invierno boreal –se lo prevé duro- y el aumento del petróleo para calefacción en América anglosajona, Alemania y Japón.

Ergo, la demanda general del derivado irá aumentando hacia dos millones de barriles diarios. Olvidando el tranquilizador párrafo sobre la oferta, el informe señala: “hemos entrado en zona de peligro y a los consumidores sólo les resta orar por un invierno suave o, de lo contrario, un enfriamiento de la economía global”. Precisamente, el riesgo que tantos analistas independientes venían subrayando, mientras la AIE y un exégeta del optimismo, Robert Shiller, repartían buenas ondas.

La entidad cree que la demanda mundial de hidrocarburos se elevará a 90 millones de barriles diarios hacia 2010 y a 121 millones hacia 2030. Esas proyecciones representan +9,2 y +46,8% sobre el cálculo de 2004. En el período 2005-30, el comercio de petróleo y derivados entre países productores e importadores pasará de 33 a 65 millones de b/d (+97%).

Por supuesto, el horizonte 2030 es puramente imaginario, en tanto el sector privado no vuelva a invertir intensamente en exploración y cubicación de reservas o el sector público lo substituya en esta misión clave y, de paso, fomente combustibles no convencionales. Además, “el comercio afrontará cuellos de botella y transtornos en el abastecimiento a larga distancia”, teme Mandil.

En aquel hipotético 2030, la OPEP -si llega a esa época- cubrirá más de 50% de la demanda mundial. O sea, bastante más que en su punto hasta ahora más alto, durante los críticos años 70. En la actualidad, cubre 35%.

Fiel al cartel de los jeques, la agencia alberga serias dudas sobre las posibilidades rusas de elevar su propia participación en el mercado global. Pero ese país ha doblado su producción en cinco años y lidera el crecimiento en el grupo ajeno a la OPEP. En verdad, expertos no ligados al cartel ni la AIE sostienen que, con el tiempo, Rusia le quitará la delantera a Saudiarabia, un país feudal que vive de reservas conocidas y, además, es cada vez más inestable social y políticamente.

En lo tocante a la demanda, casi dos tercios del aumento provendrá –supone la agencia- de países recientemente industrializados. Ese grupo representará casi la mitad del consumo total, nuevamente en el imaginario 2030. Para entonces, la demanda de gas natural se habrá doblado en África –una apuesta en el aire-, Latinoamérica, Asia oriental y meridional.

Ingresando en un terreno al cual no era proclive, la agencia encara problemas ambientales. Así, advierte que, si los principales gobiernos no hacen algo al respecto, las emisiones de combustión aumentarán a mayor ritmo que el uso de hidrocarburos. En otras palabras, se intensificarán el deterioro del ozono y el efecto invernadero.

Así sostiene la Agencia Internacional de Energía (AIE), muy vinculada al sector privado y a su instrumento indirecto, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En “Perspectivas anuales 2004”, la entidad proyecta en US$ 27 el costo del barril en 2010, a dólares constantes de hoy. Este nivel subirá a US$ 31 hacia 2020 y US$ 34 hacia 2030.

En contraste, esos mismos costos promediaban algo menos de US$ 20 durante el lapso 1986-2000. Yendo al otro extremo, los crudos tejanos occidentales han superado los US$ 55 el barril, valor nominal sin precedentes. Pero, también a dólares constantes, los US$ 37 de 1981 significarían ahora US$ 113 el barril. Por supuesto, la brecha entre proyecciones de costos constantes y precios corrientes revela que la AIE espera una sostenida desvalorización del dólar esta década y las dos siguientes.

Las advertencias del informe marcan un giro de 180 grados pues, hasta hace poco, la AIE emitían estimaciones y opiniones tendientes a calmar los mercados. Por otra parte, la propia industria de hidrocarburos viene elevando pronósticos desde febrero. Sin embargo, la mayoría de las empresas sigue basando decisiones inversoras a largo plazo en aquellos US$ 20.

Otra señal curiosa: la AIE deja de lado ambigüedades y admite que “la creciente dependencia de los importadores netos respecto de unos pocos exportadores, mayormente Rusia y la OPEP, exacerbará la hegemonía de este grupo y su capacidad de imponer precios altos”.
Por cierto, las proyecciones de costos difundidas “están muy encima de las que, asimismo en largo plazo, manejan British Petroleum, ExxonMobil, Total y CrevronTexaco”, admite Jeroen van der Veer, director ejecutivo de Royal Dutch/Shell Group. Su empresa se ha pasado a un “futurible” de US$ 25.

Claude Mandil, director gerente de la AIE, espera que los niveles actuales (US$ 47 a 55) comience a ceder recién en 2006, a medida que aumente la capacidad extractiva y se normalice el mercado. Eso involucra menor actividad especulativa y mayor aprovechamiento de fuentes marginales de hidrocarburos.

Un tramo del informe, empero, parece mal redactado o no actualizado. “No vemos que haya en este momento abastecimiento insuficiente de hidrocarburos, pero actuaremos si eso ocurre”. Eso se refiere al invierno boreal –se lo prevé duro- y el aumento del petróleo para calefacción en América anglosajona, Alemania y Japón.

Ergo, la demanda general del derivado irá aumentando hacia dos millones de barriles diarios. Olvidando el tranquilizador párrafo sobre la oferta, el informe señala: “hemos entrado en zona de peligro y a los consumidores sólo les resta orar por un invierno suave o, de lo contrario, un enfriamiento de la economía global”. Precisamente, el riesgo que tantos analistas independientes venían subrayando, mientras la AIE y un exégeta del optimismo, Robert Shiller, repartían buenas ondas.

La entidad cree que la demanda mundial de hidrocarburos se elevará a 90 millones de barriles diarios hacia 2010 y a 121 millones hacia 2030. Esas proyecciones representan +9,2 y +46,8% sobre el cálculo de 2004. En el período 2005-30, el comercio de petróleo y derivados entre países productores e importadores pasará de 33 a 65 millones de b/d (+97%).

Por supuesto, el horizonte 2030 es puramente imaginario, en tanto el sector privado no vuelva a invertir intensamente en exploración y cubicación de reservas o el sector público lo substituya en esta misión clave y, de paso, fomente combustibles no convencionales. Además, “el comercio afrontará cuellos de botella y transtornos en el abastecimiento a larga distancia”, teme Mandil.

En aquel hipotético 2030, la OPEP -si llega a esa época- cubrirá más de 50% de la demanda mundial. O sea, bastante más que en su punto hasta ahora más alto, durante los críticos años 70. En la actualidad, cubre 35%.

Fiel al cartel de los jeques, la agencia alberga serias dudas sobre las posibilidades rusas de elevar su propia participación en el mercado global. Pero ese país ha doblado su producción en cinco años y lidera el crecimiento en el grupo ajeno a la OPEP. En verdad, expertos no ligados al cartel ni la AIE sostienen que, con el tiempo, Rusia le quitará la delantera a Saudiarabia, un país feudal que vive de reservas conocidas y, además, es cada vez más inestable social y políticamente.

En lo tocante a la demanda, casi dos tercios del aumento provendrá –supone la agencia- de países recientemente industrializados. Ese grupo representará casi la mitad del consumo total, nuevamente en el imaginario 2030. Para entonces, la demanda de gas natural se habrá doblado en África –una apuesta en el aire-, Latinoamérica, Asia oriental y meridional.

Ingresando en un terreno al cual no era proclive, la agencia encara problemas ambientales. Así, advierte que, si los principales gobiernos no hacen algo al respecto, las emisiones de combustión aumentarán a mayor ritmo que el uso de hidrocarburos. En otras palabras, se intensificarán el deterioro del ozono y el efecto invernadero.

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