El gobierno no cede ante el campo porque tiene en juego su única carta para cortar la espiral de precios

Necesita del aumento en las retenciones para que el secretario de Comercio pueda repartir subsidios y así frenar lo que ni lo que los controles de precios y manipulación del índice han conseguido: la inflación.

24 marzo, 2008

No es ideológico el grave conflicto creado con el campo por el ministro de Economía, Martín Lousteau. El dato fundamental es que año próximo habrá elecciones legislativas, preparatorias para la etapa siguiente del plan del matrimonio Kirchner: que Néstor se presente y gane en el 2011 para continuar con la alternancia.

El aumento de las retenciones a la soja, el maíz y el girasol aporta los recursos que el titular del Palacio de Hacienda calculó que se necesitarán para “cerrar” el plan antiinflacionario con más subsidios a la canasta alimenticia y destinados a apuntalar los parches energéticos que el ministro de Planificación administra en el día a día.

Lousteau hizo números y comprobó que este año ya se lleva aumentado 36 % un gasto público que en el anterior, por haber sido vísperas de las elecciones que entronizaron a Cristina Kirchner en el sillón de Rivadavia, había crecido más del 70 %.

Para hacerle lugar a más subsidios que ayuden al secretario de Comercio, Guillermo Moreno, a cubrir la brecha entre la inflación internacional de los commodities y la pauta oficial desacomodada por las propias remarcaciones de la economía doméstica, la evaluación de Lousteau fue echarle el guante a la soja, contando con que el grueso de los contratos es manejado por traders “amigos” del gobierno y la reacción sería más fácil de negociar.

La transferencia de 8.000 millones de pesos a las arcas fiscales que posibilitan estas retenciones móviles es el equilibrio buscado desde el Palacio de Hacienda para profundizar la política que lleva a cabo actualmente Guillermo Moreno de disciplinar la espiral inflacionaria.

El año pasado, se distribuyeron en total subsidios por 14.626 millones de pesos, de los cuales 1.181 millones habían sido compensaciones entregadas a empresas vinculadas con la alimentación para contener la suba en leche, pollo, carne vacuna, derivados del trigo, girasol, maíz y soja. En la misma línea se entregó al sector rural y forestal 328,9 millones de pesos.

No han sido suficientes para contener la espiral inflacionaria, como tampoco lo es la sólida relación que anudara el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, con los supermercadistas, gracias a la cual, en la práctica, difieren los valores que se marcan en los tickets de los que se llenan en las planillas que recoge el INdEC. Las cadenas disfrutan de la política del gobierno por ser aliados: el año pasado facturaron 10.253 millones de pesos, 28 % más que en el anterior.

El mes pasado, así y todo, los alimentos que se toman en los grandes centros de consumo subieron del nivel general: 1,4 %.

La nueva vuelta de tuerca alentada desde la cartera económica consiste en equilibrar esas tensiones interviniendo directamente en la cadena de valor de los alimentos: sacándoles a la soja y el girasol, que prácticamente se exportan en su totalidad y no inciden en el mercado interno, para repartirles a los que sí forman los precios que llegan a la canasta familiar.

El error de cálculo del gobierno al tomar la decisión que atizó el fuego con el campo fue que engendraría una reacción dura e inmanejable de rechazo por los propios dirigentes.

Hay en estos momentos 330 focos de resistencia en todo el país y los chacareros más exaltados provienen, en su mayoría, de pooles de siembra, o sea, el opuesto de la comercialización externa e interna, que es donde se concentran los beneficios que reparte el Estado. Predominan lecheros, ganaderos y cerealeros.

Teatro de operaciones

Al piquetero Luis D´Elía le quedó más a mano repudiar a la Sociedad Rural Argentina por el paro agropecuario más duradero y generalizado de los últimos treinta años. No sólo porque la sede de la tradicional entidad de ganaderos queda en la céntrica Florida y Lavalle, sino porque la más ruda resistencia con que podría toparse en el coqueto edificio sería, a lo sumo, la del personal de mantenimiento.

La misión de vérselas cuerpo a cuerpo con los exaltados productores pequeños y medianos que desbordaron a los propios dirigentes de las cuatro entidades organizadoras le está reservada a los camioneros, cuyo sindicato los azuzó para desalojar las rutas ocupadas por los tractores y maquinarias agrícolas que las cortan.

Hasta ahora, el supuesto grupo de choque que se arroga el secretario general del gremio e hijo de Hugo Moyano había librado exitosas escaramuzas en las plantas distribuidoras de gaseosas y hasta las frigoríficas para birlarles los afiliados a otras organizaciones colegas. Derrotó entonces a Armando Cavalieri, principalmente, un dirigente que da más con el perfil de lobbista empresarial que de curtido representante obrero. Pero no se topó con manos callosas y temple curtido, como los de los campesinos.

La exhortación oficial al encontronazo entre los camioneros y los agricultores asume ribetes dramáticos, de los que parece no haber demasiada conciencia en los despachos del poder.

Hablar de irracionalidades en un conflicto que lleva 13 días, y todo indica que se prolongará, sería apelar a una muletilla intelectual de poco sustento para la verdadera carga de los actores que están en la escena.

Cualquiera sabe que el joven ministro de Economía, Martín Lousteau, quien mantuvo la boca cerrada mientras un subalterno en la grilla, Guillermo Moreno, hacía y deshacía con los precios y el INdEC, no hubiera salido a la palestra con las retenciones móviles que dispararon el lockout del campo, sin recibir la orden de su superior, el jefe de Gabinete Alberto Fernández, y éste la del ex presidente Néstor Kirchner.

Desde el bunker de Puerto Madero se conciben las jugadas de acumulación del poder, como en el juego de las estrategias llamado TEG: abarcan desde el Partido Justicialista hasta las calificaciones de los jueces, o vías colectoras para juntarles la cabeza a los intendentes y gobernadores sin pasar por los principios elementales del federalismo consignados en la Constitución Nacional.

Kirchner ya imagina el 2009, año en que le tocará revalidar el poder en las urnas durante las elecciones de renovación parcial legislativa, y percibe como el mayor enemigo a la inflación, o peor aún, a sus voceros, la prensa en primer término.

Deja que el secretario de Comercio la combata como puede en el día a día con los empresarios y, que en todo caso, también la ataje en los índices oficiales, mientras pacta con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, un acordonamiento de los reclamos salariales.

Alimentación

Pero el nudo gordiano que no ha logrado desatar en este precario equilibrio de superestructuras es la cadena alimenticia.

Ya rebalsada la línea trazada con los subsidios que distribuyera entre los procesadores de los commodities, como molinos harineros, usinas, los feed lots, frigoríficos y hasta centros de abastecimiento, el eje de la controversia llegó a las propias tranqueras.

La visión concentradora que campea en la administración kirchnerista hizo que se confiara de la influencia que podría ejercer el reparto de la cuota Hilton desde la industria de la carne, o la presión sobre los proveedores de los grandes exportadores de cereales, como Cargill, Bunge, Dreyfus y ADM (Archer Daniels Midland), para ponerlos a trabajar en la provisión de semillas destinadas a embarcar al exterior.

Y así fue como, en el medio de una protesta que venía realizando la Federación Agraria por la política oficial hacia la carne, la leche y el trigo, apareció la fresca figura del ministro Lousteau para darles a los productores la estocada final con el aumento las retenciones de soja y maíz.

¿Para qué necesitaría el gobierno tensar al máximo la cuerda en pos de los us$ 2.500 millones que surgen de esa medida, si ya tenía bajo control el superávit fiscal de este año en el 3,14 % del PIB previsto en el presupuesto?

¿Blindaje ante la situación financiera internacional? ¿O ante un desborde de la inflación que rompa el dique de contención de Moreno y requiera de mayores subsidios en el año electoral 2009?

Exodo rural

Los pequeños y medianos productores, sobre todo, también tienen motivos que exceden a la rabia que puede ocasionarles las declaraciones de los funcionarios y el silencio público que guardan quienes creían que eran sus aliados naturales, los intendentes y gobernadores: muchos de ellos sienten que se están jugando directamente la desaparición de una actividad a la que se hallan ligados, además de por el interés lucrativo, por cultura y tradición.

A un dólar de 1,74 pesos frente a agroquímicos dolarizados a 3,15 pesos de paridad (por más que hayan acordado con el secretario de Comercio rebajas del 20 %) y, lo que es peor, frente al incesante avance real de los costos, se imaginan el año que viene vendiendo su unidad productiva a grupos más poderosos.

Ya no le quedan muchas cartas al gobierno para forzar a los productores a dar marcha atrás. Un eventual cierre de las exportaciones que afecte los embarques de soja y maíz, que deben comenzar en un mes, no mueve ni un pelo a los chacareros movilizados, por más que los traders presionen por las entregas.

Ni siquiera el manejo discrecional de la cuota Hilton a frigoríficos amigos o los subsidios a la cría intensiva de ganado bastarán para equilibrar la oferta de cabezas en el Mercado de Liniers.

Podría apelar a la ley de abastecimiento, como amenazó Fernández a los carniceros, y no mucho más.

La gran incógnita de este choque entre el gobierno y el agro es la próxima etapa que ya se inicia. En qué derivarán los incidentes entre productores y camioneros desde mañana y si la escala venidera del lockout será una masiva entrada en la Ciudad de los tractores y maquinarias para ocupar Plaza de Mayo, en simultáneo con concentraciones en las cincuenta principales localidades del país.

No es ideológico el grave conflicto creado con el campo por el ministro de Economía, Martín Lousteau. El dato fundamental es que año próximo habrá elecciones legislativas, preparatorias para la etapa siguiente del plan del matrimonio Kirchner: que Néstor se presente y gane en el 2011 para continuar con la alternancia.

El aumento de las retenciones a la soja, el maíz y el girasol aporta los recursos que el titular del Palacio de Hacienda calculó que se necesitarán para “cerrar” el plan antiinflacionario con más subsidios a la canasta alimenticia y destinados a apuntalar los parches energéticos que el ministro de Planificación administra en el día a día.

Lousteau hizo números y comprobó que este año ya se lleva aumentado 36 % un gasto público que en el anterior, por haber sido vísperas de las elecciones que entronizaron a Cristina Kirchner en el sillón de Rivadavia, había crecido más del 70 %.

Para hacerle lugar a más subsidios que ayuden al secretario de Comercio, Guillermo Moreno, a cubrir la brecha entre la inflación internacional de los commodities y la pauta oficial desacomodada por las propias remarcaciones de la economía doméstica, la evaluación de Lousteau fue echarle el guante a la soja, contando con que el grueso de los contratos es manejado por traders “amigos” del gobierno y la reacción sería más fácil de negociar.

La transferencia de 8.000 millones de pesos a las arcas fiscales que posibilitan estas retenciones móviles es el equilibrio buscado desde el Palacio de Hacienda para profundizar la política que lleva a cabo actualmente Guillermo Moreno de disciplinar la espiral inflacionaria.

El año pasado, se distribuyeron en total subsidios por 14.626 millones de pesos, de los cuales 1.181 millones habían sido compensaciones entregadas a empresas vinculadas con la alimentación para contener la suba en leche, pollo, carne vacuna, derivados del trigo, girasol, maíz y soja. En la misma línea se entregó al sector rural y forestal 328,9 millones de pesos.

No han sido suficientes para contener la espiral inflacionaria, como tampoco lo es la sólida relación que anudara el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, con los supermercadistas, gracias a la cual, en la práctica, difieren los valores que se marcan en los tickets de los que se llenan en las planillas que recoge el INdEC. Las cadenas disfrutan de la política del gobierno por ser aliados: el año pasado facturaron 10.253 millones de pesos, 28 % más que en el anterior.

El mes pasado, así y todo, los alimentos que se toman en los grandes centros de consumo subieron del nivel general: 1,4 %.

La nueva vuelta de tuerca alentada desde la cartera económica consiste en equilibrar esas tensiones interviniendo directamente en la cadena de valor de los alimentos: sacándoles a la soja y el girasol, que prácticamente se exportan en su totalidad y no inciden en el mercado interno, para repartirles a los que sí forman los precios que llegan a la canasta familiar.

El error de cálculo del gobierno al tomar la decisión que atizó el fuego con el campo fue que engendraría una reacción dura e inmanejable de rechazo por los propios dirigentes.

Hay en estos momentos 330 focos de resistencia en todo el país y los chacareros más exaltados provienen, en su mayoría, de pooles de siembra, o sea, el opuesto de la comercialización externa e interna, que es donde se concentran los beneficios que reparte el Estado. Predominan lecheros, ganaderos y cerealeros.

Teatro de operaciones

Al piquetero Luis D´Elía le quedó más a mano repudiar a la Sociedad Rural Argentina por el paro agropecuario más duradero y generalizado de los últimos treinta años. No sólo porque la sede de la tradicional entidad de ganaderos queda en la céntrica Florida y Lavalle, sino porque la más ruda resistencia con que podría toparse en el coqueto edificio sería, a lo sumo, la del personal de mantenimiento.

La misión de vérselas cuerpo a cuerpo con los exaltados productores pequeños y medianos que desbordaron a los propios dirigentes de las cuatro entidades organizadoras le está reservada a los camioneros, cuyo sindicato los azuzó para desalojar las rutas ocupadas por los tractores y maquinarias agrícolas que las cortan.

Hasta ahora, el supuesto grupo de choque que se arroga el secretario general del gremio e hijo de Hugo Moyano había librado exitosas escaramuzas en las plantas distribuidoras de gaseosas y hasta las frigoríficas para birlarles los afiliados a otras organizaciones colegas. Derrotó entonces a Armando Cavalieri, principalmente, un dirigente que da más con el perfil de lobbista empresarial que de curtido representante obrero. Pero no se topó con manos callosas y temple curtido, como los de los campesinos.

La exhortación oficial al encontronazo entre los camioneros y los agricultores asume ribetes dramáticos, de los que parece no haber demasiada conciencia en los despachos del poder.

Hablar de irracionalidades en un conflicto que lleva 13 días, y todo indica que se prolongará, sería apelar a una muletilla intelectual de poco sustento para la verdadera carga de los actores que están en la escena.

Cualquiera sabe que el joven ministro de Economía, Martín Lousteau, quien mantuvo la boca cerrada mientras un subalterno en la grilla, Guillermo Moreno, hacía y deshacía con los precios y el INdEC, no hubiera salido a la palestra con las retenciones móviles que dispararon el lockout del campo, sin recibir la orden de su superior, el jefe de Gabinete Alberto Fernández, y éste la del ex presidente Néstor Kirchner.

Desde el bunker de Puerto Madero se conciben las jugadas de acumulación del poder, como en el juego de las estrategias llamado TEG: abarcan desde el Partido Justicialista hasta las calificaciones de los jueces, o vías colectoras para juntarles la cabeza a los intendentes y gobernadores sin pasar por los principios elementales del federalismo consignados en la Constitución Nacional.

Kirchner ya imagina el 2009, año en que le tocará revalidar el poder en las urnas durante las elecciones de renovación parcial legislativa, y percibe como el mayor enemigo a la inflación, o peor aún, a sus voceros, la prensa en primer término.

Deja que el secretario de Comercio la combata como puede en el día a día con los empresarios y, que en todo caso, también la ataje en los índices oficiales, mientras pacta con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, un acordonamiento de los reclamos salariales.

Alimentación

Pero el nudo gordiano que no ha logrado desatar en este precario equilibrio de superestructuras es la cadena alimenticia.

Ya rebalsada la línea trazada con los subsidios que distribuyera entre los procesadores de los commodities, como molinos harineros, usinas, los feed lots, frigoríficos y hasta centros de abastecimiento, el eje de la controversia llegó a las propias tranqueras.

La visión concentradora que campea en la administración kirchnerista hizo que se confiara de la influencia que podría ejercer el reparto de la cuota Hilton desde la industria de la carne, o la presión sobre los proveedores de los grandes exportadores de cereales, como Cargill, Bunge, Dreyfus y ADM (Archer Daniels Midland), para ponerlos a trabajar en la provisión de semillas destinadas a embarcar al exterior.

Y así fue como, en el medio de una protesta que venía realizando la Federación Agraria por la política oficial hacia la carne, la leche y el trigo, apareció la fresca figura del ministro Lousteau para darles a los productores la estocada final con el aumento las retenciones de soja y maíz.

¿Para qué necesitaría el gobierno tensar al máximo la cuerda en pos de los us$ 2.500 millones que surgen de esa medida, si ya tenía bajo control el superávit fiscal de este año en el 3,14 % del PIB previsto en el presupuesto?

¿Blindaje ante la situación financiera internacional? ¿O ante un desborde de la inflación que rompa el dique de contención de Moreno y requiera de mayores subsidios en el año electoral 2009?

Exodo rural

Los pequeños y medianos productores, sobre todo, también tienen motivos que exceden a la rabia que puede ocasionarles las declaraciones de los funcionarios y el silencio público que guardan quienes creían que eran sus aliados naturales, los intendentes y gobernadores: muchos de ellos sienten que se están jugando directamente la desaparición de una actividad a la que se hallan ligados, además de por el interés lucrativo, por cultura y tradición.

A un dólar de 1,74 pesos frente a agroquímicos dolarizados a 3,15 pesos de paridad (por más que hayan acordado con el secretario de Comercio rebajas del 20 %) y, lo que es peor, frente al incesante avance real de los costos, se imaginan el año que viene vendiendo su unidad productiva a grupos más poderosos.

Ya no le quedan muchas cartas al gobierno para forzar a los productores a dar marcha atrás. Un eventual cierre de las exportaciones que afecte los embarques de soja y maíz, que deben comenzar en un mes, no mueve ni un pelo a los chacareros movilizados, por más que los traders presionen por las entregas.

Ni siquiera el manejo discrecional de la cuota Hilton a frigoríficos amigos o los subsidios a la cría intensiva de ganado bastarán para equilibrar la oferta de cabezas en el Mercado de Liniers.

Podría apelar a la ley de abastecimiento, como amenazó Fernández a los carniceros, y no mucho más.

La gran incógnita de este choque entre el gobierno y el agro es la próxima etapa que ya se inicia. En qué derivarán los incidentes entre productores y camioneros desde mañana y si la escala venidera del lockout será una masiva entrada en la Ciudad de los tractores y maquinarias para ocupar Plaza de Mayo, en simultáneo con concentraciones en las cincuenta principales localidades del país.

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