El día después de la Cumbre

Para muchos analistas el acuerdo continental supone un largo y difícil camino hacia la integración económica. Hubo diferencias, y la pobreza y el desarrollo social serán los problemas a resolver.

23 abril, 2001

(EFE).- La III Cumbre de las Américas ha dado paso a una nueva y difícil era de integración regional del continente, a través del libre comercio desde 2005 y el compromiso de los países de apoyarse en el reforzamiento de la democracia.

La Cumbre, que concluyó el domingo en Québec, confirmó el objetivo de poner en marcha el Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) para antes del 2005, y también de lograr que el libre comercio sirva para mejorar los niveles de vida en el continente.

Los 34 jefes de Estado o de Gobierno (todos menos Cuba) firmaron -con las reservas de Venezuela- una declaración final en la que dejan clara la llamada “cláusula democrática”, y que afirma que “cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático” supondrá la expulsión del proceso de estas Cumbres.

La reunión abrió “una nueva era” en América, proclamó el primer ministro canadiense, Jean Chrétien, anfitrión de la reunión, en la que se intentó convencer a los escépticos de las virtudes de este nuevo camino.

Y es que la buena voluntad de las palabras y los objetivos oficiales sigue sin convencer a muchas personas, que ven en la integración comercial una vía libre a las grandes multinacionales y en contra de los intereses de los ciudadanos.

Por ello, los países americanos afrontan a partir de ahora un enorme reto, ya que por una parte la negociación comercial será complicada, y depende en buena parte de que el Congreso de Estados Unidos conceda a la Casa Blanca la autoridad de negociación.

Las diferencias entre Brasil y Estados Unidos, los dos países más poblados del continente, se presentan como el principal obstáculo en este proceso.

Además, cualquier involución democrática tendrá que ser frenada por los demás países y por la Organización de Estados Americanos (OEA), una institución que será reforzada con ese objetivo, para evitar que el proceso pierda legitimidad.

Tal vez el principal protagonista de la reunión fue George W. Bush, presidente de Estados Unidos, sobre quien recaía gran parte de las miradas en lo que fue su estreno en una cumbre internacional.

Además, todos esperaban oír de Bush un compromiso de que logrará de su Congreso la autoridad de negociación comercial -algo en lo que Bill Clinton fracasó en dos ocasiones- y sin la cual el camino para avanzar hacia el Alca no será posible.

Bush recalcó su convencimiento de que podrá lograr la autoridad antes de final de este año, y se convirtió en paladín defensor del Alca, al decir que el ejemplo del Tratado de Libre Comercio (TLC) norteamericano es el mejor ejemplo de su eficacia.

“Para aquellos que ponen en cuestión el libre comercio y sus beneficios, les insto a que miren a nuestra experiencia con el TLC”, dijo Bush, para quien, a pesar de algunas quejas, “los beneficios conjuntos han sido grandes para nuestros tres países”.

George W. Bush propuso que “si nos combinamos en un mercado común podremos competir a largo plazo con el Este de Asia y Europa”, y para ello insistió en que el Alca “es la extensión lógica” del TLC.

Los dirigentes tuvieron que emplearse a fondo para demostrar su compromiso de que la liberalización comercial podrá beneficiar, de verdad, a los cientos de millones de pobres del continente.

“Si hay algo que nos une es nuestra preocupación por el ser humano y por buscar mejores condiciones de vida para los pobres”, recalcó el presidente colombiano, Andrés Pastrana, quien recibió el apoyo de sus colegas en su proyecto de lograr la paz en su país.

Fuera de la sala de reuniones, la Cumbre fue protagonizada por las manifestaciones contra la globalización, algunas pacíficas y otras violentas, que protestaron contra los objetivos del encuentro, con espectaculares imágenes de los enfrentamientos.

Más de 150 detenidos y un centenar de heridos fue el balance de las protestas, que mostraron que los grupos opuestos al libre comercio y al orden establecido son una fuerza a tener en cuenta por el protagonismo que adquieren en este tipo de reuniones.

Fernando de la Rúa, presidente de la Argentina, país que organizará la próxima reunión, manifestó su convencimiento de que en la IV Cumbre “no se precisará valla” que separe a los participantes, porque ya se habrá logrado explicar con claridad los verdaderos objetivos de la integración comercial.

(EFE).- La III Cumbre de las Américas ha dado paso a una nueva y difícil era de integración regional del continente, a través del libre comercio desde 2005 y el compromiso de los países de apoyarse en el reforzamiento de la democracia.

La Cumbre, que concluyó el domingo en Québec, confirmó el objetivo de poner en marcha el Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) para antes del 2005, y también de lograr que el libre comercio sirva para mejorar los niveles de vida en el continente.

Los 34 jefes de Estado o de Gobierno (todos menos Cuba) firmaron -con las reservas de Venezuela- una declaración final en la que dejan clara la llamada “cláusula democrática”, y que afirma que “cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático” supondrá la expulsión del proceso de estas Cumbres.

La reunión abrió “una nueva era” en América, proclamó el primer ministro canadiense, Jean Chrétien, anfitrión de la reunión, en la que se intentó convencer a los escépticos de las virtudes de este nuevo camino.

Y es que la buena voluntad de las palabras y los objetivos oficiales sigue sin convencer a muchas personas, que ven en la integración comercial una vía libre a las grandes multinacionales y en contra de los intereses de los ciudadanos.

Por ello, los países americanos afrontan a partir de ahora un enorme reto, ya que por una parte la negociación comercial será complicada, y depende en buena parte de que el Congreso de Estados Unidos conceda a la Casa Blanca la autoridad de negociación.

Las diferencias entre Brasil y Estados Unidos, los dos países más poblados del continente, se presentan como el principal obstáculo en este proceso.

Además, cualquier involución democrática tendrá que ser frenada por los demás países y por la Organización de Estados Americanos (OEA), una institución que será reforzada con ese objetivo, para evitar que el proceso pierda legitimidad.

Tal vez el principal protagonista de la reunión fue George W. Bush, presidente de Estados Unidos, sobre quien recaía gran parte de las miradas en lo que fue su estreno en una cumbre internacional.

Además, todos esperaban oír de Bush un compromiso de que logrará de su Congreso la autoridad de negociación comercial -algo en lo que Bill Clinton fracasó en dos ocasiones- y sin la cual el camino para avanzar hacia el Alca no será posible.

Bush recalcó su convencimiento de que podrá lograr la autoridad antes de final de este año, y se convirtió en paladín defensor del Alca, al decir que el ejemplo del Tratado de Libre Comercio (TLC) norteamericano es el mejor ejemplo de su eficacia.

“Para aquellos que ponen en cuestión el libre comercio y sus beneficios, les insto a que miren a nuestra experiencia con el TLC”, dijo Bush, para quien, a pesar de algunas quejas, “los beneficios conjuntos han sido grandes para nuestros tres países”.

George W. Bush propuso que “si nos combinamos en un mercado común podremos competir a largo plazo con el Este de Asia y Europa”, y para ello insistió en que el Alca “es la extensión lógica” del TLC.

Los dirigentes tuvieron que emplearse a fondo para demostrar su compromiso de que la liberalización comercial podrá beneficiar, de verdad, a los cientos de millones de pobres del continente.

“Si hay algo que nos une es nuestra preocupación por el ser humano y por buscar mejores condiciones de vida para los pobres”, recalcó el presidente colombiano, Andrés Pastrana, quien recibió el apoyo de sus colegas en su proyecto de lograr la paz en su país.

Fuera de la sala de reuniones, la Cumbre fue protagonizada por las manifestaciones contra la globalización, algunas pacíficas y otras violentas, que protestaron contra los objetivos del encuentro, con espectaculares imágenes de los enfrentamientos.

Más de 150 detenidos y un centenar de heridos fue el balance de las protestas, que mostraron que los grupos opuestos al libre comercio y al orden establecido son una fuerza a tener en cuenta por el protagonismo que adquieren en este tipo de reuniones.

Fernando de la Rúa, presidente de la Argentina, país que organizará la próxima reunión, manifestó su convencimiento de que en la IV Cumbre “no se precisará valla” que separe a los participantes, porque ya se habrá logrado explicar con claridad los verdaderos objetivos de la integración comercial.

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