¿Cuál será el papel que le toque jugar a la Argentina en el escenario mundial? Desde la perspectiva del actual gobierno, estará ligado al Mercosur, a pesar de las dificultades que enfrenta el bloque regional.
El debate con Brasil se da en dos dimensiones: sobre la necesidad de la convergencia macroeconómica y acerca de la estructura productiva. O mejor dicho, sobre cómo se negocia entre ambos actores la política de subsidios a la industria.
Brasil siente que tiene un destino de gran potencia y, por ahora, quiere abarcar todo y tener presencia en todos los espacios. Argentina, que hace décadas abandonó ese sueño, avizora una ventana de oportunidad en la especialización.
Las actuales disputas sobre automóviles, calzado, lácteos, etc, son importantes, pero no esenciales. La negociación de fondo estará orientada a consensuar el nivel de los subsidios estaduales y federales que otorgarán en el futuro ambos gobiernos.
La tarea es ímproba: Argentina se dedicó con entusiasmo, durante una década entera, a desmantelar una densa trama de subvenciones e incentivos, mientras su vecino se dedicaba a extenderla.
¿Por qué negociaría Brasil en esta dirección? Solamente hay una razón que puede volver receptivos a sus negociadores: la necesidad de los gobiernos (el nacional y los locales) de mejorar sus recaudaciones fiscales.
Como la Argentina no ve otra perspectiva que no sea el Mercosur, abrir el debate de fondo es imperioso. Marzo será el mes en que comience este proceso.
¿Cuáles son las perspectivas? Los pesimistas dicen que la situación se puede complicar mucho más si Brasil se ve forzado a una nueva devaluación. Nada indica que se vaya en esa dirección. Por el contrario, el real se está revaluando. Aunque los cálculos del equipo económico local pequen de optimistas (creen que para final de año la diferencia cambiaria entre ambos países será de 15% con relación al nivel previo a la devaluación brasileña), lo cierto es que la divisa del vecino se aprecia y que los indicadores económicos lucen razonablemente bien.
Sin tormentas ni urgencias a la vista, ha llegado el tiempo de analizar lo importante. Argentina debe buscar un perfil de especialización frente a Brasil, que defina su rol en el Mercosur. Siempre que se habla de las ventajas competitivas del país, aparecen la variedad y cantidad de sus recursos naturales. Pero en la nueva economía en la que estamos insertos hay algo más: la calificación de los recursos humanos y la adaptabilidad de los asalariados a las nuevas tareas y habilidades que se requieren hoy.
Desde esta óptica, el país puede aspirar a cumplir un papel esencial en el campo de los servicios transables. Lo que es cierto es que no está en condiciones de vender productos de consumo masivo a bajo precio. Siempre los salarios en Argentina serán más altos que en Brasil.
Esta especialización que se busca debe lograr aumentos importantes en productividad y asegurar equilibrios de largo plazo. En síntesis, de lo que se trata es de una nueva industrialización sustitutiva de importaciones en el marco regional (ya no dentro del estrecho mercado interno) frente a criterios de globalización.
La clave reside en mejorar la competitividad, es decir en transformar el actual nivel de los precios relativos. Si bien es cierto que habrá alguna mejoría en los valores de nuestras exportaciones, ello solo no alcanza.
En forma implícita, la cuestión encierra otro debate: ¿hay posibilidad de recrear un nuevo empresariado nacional distinto al que quebró, se cansó o vendió sus empresas? ¿Un perfil de empresario innovador, experto en encontrar oportunidades a pesar de las restricciones de la globalidad?
El debate que se avecina será intenso y generará muchas reacciones. Aparecerá también el temor –genuino o infundado – a un resurgimiento de la corrupción. Pero sobre todo, después de una década hegemónica del neoliberalismo, se volverá a discutir sobre el papel del Estado.
* Miguel Angel Diez es director de MERCADO.
¿Cuál será el papel que le toque jugar a la Argentina en el escenario mundial? Desde la perspectiva del actual gobierno, estará ligado al Mercosur, a pesar de las dificultades que enfrenta el bloque regional.
El debate con Brasil se da en dos dimensiones: sobre la necesidad de la convergencia macroeconómica y acerca de la estructura productiva. O mejor dicho, sobre cómo se negocia entre ambos actores la política de subsidios a la industria.
Brasil siente que tiene un destino de gran potencia y, por ahora, quiere abarcar todo y tener presencia en todos los espacios. Argentina, que hace décadas abandonó ese sueño, avizora una ventana de oportunidad en la especialización.
Las actuales disputas sobre automóviles, calzado, lácteos, etc, son importantes, pero no esenciales. La negociación de fondo estará orientada a consensuar el nivel de los subsidios estaduales y federales que otorgarán en el futuro ambos gobiernos.
La tarea es ímproba: Argentina se dedicó con entusiasmo, durante una década entera, a desmantelar una densa trama de subvenciones e incentivos, mientras su vecino se dedicaba a extenderla.
¿Por qué negociaría Brasil en esta dirección? Solamente hay una razón que puede volver receptivos a sus negociadores: la necesidad de los gobiernos (el nacional y los locales) de mejorar sus recaudaciones fiscales.
Como la Argentina no ve otra perspectiva que no sea el Mercosur, abrir el debate de fondo es imperioso. Marzo será el mes en que comience este proceso.
¿Cuáles son las perspectivas? Los pesimistas dicen que la situación se puede complicar mucho más si Brasil se ve forzado a una nueva devaluación. Nada indica que se vaya en esa dirección. Por el contrario, el real se está revaluando. Aunque los cálculos del equipo económico local pequen de optimistas (creen que para final de año la diferencia cambiaria entre ambos países será de 15% con relación al nivel previo a la devaluación brasileña), lo cierto es que la divisa del vecino se aprecia y que los indicadores económicos lucen razonablemente bien.
Sin tormentas ni urgencias a la vista, ha llegado el tiempo de analizar lo importante. Argentina debe buscar un perfil de especialización frente a Brasil, que defina su rol en el Mercosur. Siempre que se habla de las ventajas competitivas del país, aparecen la variedad y cantidad de sus recursos naturales. Pero en la nueva economía en la que estamos insertos hay algo más: la calificación de los recursos humanos y la adaptabilidad de los asalariados a las nuevas tareas y habilidades que se requieren hoy.
Desde esta óptica, el país puede aspirar a cumplir un papel esencial en el campo de los servicios transables. Lo que es cierto es que no está en condiciones de vender productos de consumo masivo a bajo precio. Siempre los salarios en Argentina serán más altos que en Brasil.
Esta especialización que se busca debe lograr aumentos importantes en productividad y asegurar equilibrios de largo plazo. En síntesis, de lo que se trata es de una nueva industrialización sustitutiva de importaciones en el marco regional (ya no dentro del estrecho mercado interno) frente a criterios de globalización.
La clave reside en mejorar la competitividad, es decir en transformar el actual nivel de los precios relativos. Si bien es cierto que habrá alguna mejoría en los valores de nuestras exportaciones, ello solo no alcanza.
En forma implícita, la cuestión encierra otro debate: ¿hay posibilidad de recrear un nuevo empresariado nacional distinto al que quebró, se cansó o vendió sus empresas? ¿Un perfil de empresario innovador, experto en encontrar oportunidades a pesar de las restricciones de la globalidad?
El debate que se avecina será intenso y generará muchas reacciones. Aparecerá también el temor –genuino o infundado – a un resurgimiento de la corrupción. Pero sobre todo, después de una década hegemónica del neoliberalismo, se volverá a discutir sobre el papel del Estado.
* Miguel Angel Diez es director de MERCADO.