EE.UU.: otro cubano en el gabinete de George W.Bush

Primero fue Alberto González en el departamento federal de Justicia. Ahora su compatriota Carlos Gutiérrez va a Comercio y deja la presidencia de Kellogg’s. Ambos son ultraconservadores, pero no fundamentalistas evangélicos.

30 noviembre, 2004

Si el Senado lo confirma, Gutiérrez reemplazará al pálido Donald Evans. González –el apellido debe escribirse así- substituirá a un predicador electrónico “ultra”, John Ashcroft. Gutiérrez fue una sorpresa, pues su cargo al frente del gigante de los cereales envasados no parece menos relevante (y sí más estable) que un puesto en el primer gabinete del segundo mandato.

Este nombramiento hace pensar a Wall Street que otro funcionario tambaleante (John Law, Hacienda) bien podría ser reemplazado por alguien del sector empresario o el financiero. Su identidad es ya objeto de especulaciones cruzadas, pues deberá actuar como gestor de la Casa Blanca cuando, en algunos meses, empiece a dirimirse la sucesión de Alan Greenspan al frente de Sistema de Reserva Federal.

Si bien el banco central es autónomo, el autoritarismo del gobierno Bush lo llevará a tratar de influir en la selección. Por de pronto, se ha hecho circular una primera lista de candidatos, entre quienes figuran Martin Feldstein (está viejo y no dejó buen recuerdo como jefe de asesores de Ronald Reagan), el gris Glenn Hubbard –ocupó similar cargo al principio del gobierno Bush- y John Taylor, todavía subsecretario de Hacienda, bastante tolerancia hacia Argentina, por lo cual el “lobby de bonistas” lo detesta.

Más que Gutiérrez, quien substituya a Law deberá lidiar con un brutal déficit combinado (entre el fiscal y el de pagos externos se suman US$ 3,9 billones, o sea 33% del PBI). Pero lo peor en una meta incluida en la plataforma electoral, que tendrá efectos deletéreos en el erario público: convertir en permanentes los tres paquetes de rebajas impositivas –en total, US$ 2,5 billones en 2001-12- a grandes empresas, rentistas bursátiles y sectores de altos ingresos.

Ya hay una señal inquietante: hace pocos días lo despidieron a Stephen Friedman, miembro del Consejo de Asesores Económicos del presidente. Tachado de ajeno (“outsider”) al equipo Bush, nunca ocultó sus objeciones a la extrema generosidad tributaria y la dispendiosidad del gobierno.

Si el Senado lo confirma, Gutiérrez reemplazará al pálido Donald Evans. González –el apellido debe escribirse así- substituirá a un predicador electrónico “ultra”, John Ashcroft. Gutiérrez fue una sorpresa, pues su cargo al frente del gigante de los cereales envasados no parece menos relevante (y sí más estable) que un puesto en el primer gabinete del segundo mandato.

Este nombramiento hace pensar a Wall Street que otro funcionario tambaleante (John Law, Hacienda) bien podría ser reemplazado por alguien del sector empresario o el financiero. Su identidad es ya objeto de especulaciones cruzadas, pues deberá actuar como gestor de la Casa Blanca cuando, en algunos meses, empiece a dirimirse la sucesión de Alan Greenspan al frente de Sistema de Reserva Federal.

Si bien el banco central es autónomo, el autoritarismo del gobierno Bush lo llevará a tratar de influir en la selección. Por de pronto, se ha hecho circular una primera lista de candidatos, entre quienes figuran Martin Feldstein (está viejo y no dejó buen recuerdo como jefe de asesores de Ronald Reagan), el gris Glenn Hubbard –ocupó similar cargo al principio del gobierno Bush- y John Taylor, todavía subsecretario de Hacienda, bastante tolerancia hacia Argentina, por lo cual el “lobby de bonistas” lo detesta.

Más que Gutiérrez, quien substituya a Law deberá lidiar con un brutal déficit combinado (entre el fiscal y el de pagos externos se suman US$ 3,9 billones, o sea 33% del PBI). Pero lo peor en una meta incluida en la plataforma electoral, que tendrá efectos deletéreos en el erario público: convertir en permanentes los tres paquetes de rebajas impositivas –en total, US$ 2,5 billones en 2001-12- a grandes empresas, rentistas bursátiles y sectores de altos ingresos.

Ya hay una señal inquietante: hace pocos días lo despidieron a Stephen Friedman, miembro del Consejo de Asesores Económicos del presidente. Tachado de ajeno (“outsider”) al equipo Bush, nunca ocultó sus objeciones a la extrema generosidad tributaria y la dispendiosidad del gobierno.

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