EE.UU. e Irán, en clave atómica

Los presidentes Obama y Rohaní evitaron posar juntos en la ONU pero se manifestaron abiertos a negociar diferencias sobre el programa nuclear iraní. Dejan atrás tres décadas de duro enfrentamiento bilateral e internacional.

25 septiembre, 2013

El encuentro entre Obama y Rohaní en la 68 Asamblea General de las Naciones Unidas se frustró primero en el almuerzo que ofreció el secretario general de la ONU, al que el jefe de Estado iraní no concurrió.

Si bien la Casa Blanca entendió que el saludo se había hecho “demasiado complicado para los iraníes”, la delegación norteamericana no pudo evitar sentirse algo frustrada.

Pero en la práctica, Rohaní había dejado claro ante la Asamblea General que las armas nucleares “no tienen cabida” en el sistema de seguridad de Irán y que había escuchado “atentamente” el discurso anterior de Obama y había llegado a la conclusión de que “existen posibilidades de crear un marco en el que resolvamos nuestras diferencias”.

El presidente iraní dijo que su país está listo para participar en negociaciones sobre su programa nuclear e insistió en que “Irán no representa ninguna amenaza para el mundo”.

Por eso, las formalidades diplomáticas no cumplidas son en este contexto apenas una anécdota, ante el intercambio de palabras conciliadoras entre los presidentes norteamericano e iraní y la programación para este jueves de la primera entrevista de trabajo entre los responsables de la política exterior de ambos países desde la revolución islámica de 1979.

Obama había confirmado desde la tarima de la Asamblea General que, “alentado” por las declaraciones escuchadas recientemente de parte del régimen iraní, había dado instrucciones a su secretario de Estado, John Kerry, para que explorase hasta qué punto esas palabras son el anticipo de una nueva política en Teherán.

Será fundamental para conocer las posibilidades de resolver el problema del programa nuclear iraní por vías pacíficas la reunión entre Kerry y el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, junto a los ministros de Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania.

Respeto mutuo es una de las demandas habituales de Irán, a lo que Obama respondió con otras garantías: la política de Estados Unidos hacia Irán no pretende un cambio de régimen y el Gobierno norteamericano reconoce el legítimo derecho de ese país a desarrollar la energía nuclear para usos civiles.

 “Para tener éxito”, advirtió Obama en su discurso, “las palabras conciliatorias deben de ser respaldadas por hechos transparentes y verificables”.

Pero esta vez Washington confía en que esta vez el presidente Rohaní cuenta con el apoyo del poder religioso de Irán, como destacó el primer mandatario norteamericano al mencionar en su discurso la reciente fatua del líder supremo iraní, Alí Jamenei, en la que condenaba el armamento nuclear.

Para abordar la crisis de Siria, la diplomacia fue también la vía defendida por Obama. Se mostró optimista en que el acuerdo alcanzado por su Gobierno y el de Rusia para desmantelar el arsenal química del régimen de Bachar el Asad acabe, finalmente, haciendo innecesaria una intervención militar.

Añadió que, para ello, será necesario que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una “fuerte” resolución para obligar a que ese acuerdo se cumpla. “Si no se consigue eso, será la prueba”, declaró, “de que el Consejo es incapaz de imponer incluso las normas más básicas”.

Obama no culpó directamente a Rusia del bloqueo actual en el Consejo, aunque el presidente Vladimir Putin ha asegurado que su país no aceptará una resolución que incluya la autorización automática del uso de la fuerza si El Asad incumple lo pacto.

Sí pidió, no obstante que Rusia e Irán dejen de apoyar al régimen de Damasco para ayudar a prevenir males mayores.

Obama utilizó su anual discurso en la ONU para precisar la política de su Administración en Oriente Próximo y el norte de África.

Dijo que las dos grandes prioridades son Irán y el conflicto palestino-israelí, en el cual dijo creer que los líderes de ambos países están en este momento más decididos a asumir los riesgos que se requieren para la paz. Prometió que, pese a todo el escepticismo, su Gobierno se va a mantener involucrado en el desarrollo de un diálogo para obtener la paz.

Pese a que no quiere mantener a su país en una continua senda de guerra en Oriente Próximo y a que EE.UU. depende hoy menos del petróleo de esa región, el Gobierno norteamericano seguirá defendiendo la seguridad del transporte de crudo en el área y sus intereses nacionales.

De una forma muy solemne, aseguró que “Los Estados Unidos de América están preparados para usar todos los elementos de nuestro poder, incluida la fuerza militar, para asegurar nuestros intereses en la región”.

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