Los desmedidos valores de los hidrocarburos, el retroceso accionario –salvo en plazas, como Londres, donde pesan las petroleras- y las decrecientes inversiones en tecnología afectan a las economías centrales y algunas “emergentes”. Ahora, se pone en duda lo que la sapiencia convencional proclamaba hasta hace poco: una reactivación global lenta, pero segura.
A tal punto que, de pronto, ha vuelto una palabra supuestamente enterrada hace veinte años: “estanflación”; estancamiento con inflación. Esta mezcla de estancamiento en la economía física y alza de precios (a veces, también en activos de riesgo y mercados especulativos) tuvo su último auge en el lapso 1974/83. No mucho después, varias entidades –entre ellas el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal- dieron por liquidado un fenómeno por entonces ya antiguo. ¿Motivos? El avance de la tecnología y, luego, la globalización, tomadas como propiedades casi mágicas.
Hoy, la estanflación se mueve dentro de la tumba. Su detonante: el petróleo. Su escenario: la pérdida de ritmo en materia de crecimiento real alrededor del mundo.
Si los crudos siguen subiendo y las tasas de inflación desbordan las del producto bruto, Estados Unidos, Eurolandia , Asia oriental y sudoriental afrontarán problemas similares a los de aquellos años. “El petróleo tejano a más de US$ 45 ó 46 el barril puede llevar a la estanflación”, sostiene un informe de Union des Banques Suisses (UBS). “Si los niveles no bajan de 40, la expansión mundial cederá en casi medio punto en 2005 y uno en 2006”.
De acuerdo con State Street Glonal Investors (firma de Nueva York experta en seguimiento de mercados bursátiles), durante julio y agosto los inversores demandan acciones de tipo “defensivo”; es decir, que resistan mejor largos períodos volátiles. Así ocurre con servicios públicos, salud, farmoquímica, alimentos, bebidas y tabacaleras. Al mismo tiempo, venden papeles de entidades financieras, inmobiliarias, materias primas y algunos sectores tecnológicos.
En opinión de la UBS y la consultora, se vive un pase de acciones procíclicas a anticíclicas (defensivas) como no ocurría desde 1995. Eran los días del “efecto tequila”. Pero, si hay un horizonte estanflacionario, a los precios actuales los papeles defensivos tal vez no sean tan buenos refugios. La amplitud en el retroceso de segmentos procíclicos –tecnología, por ejemplo- convierte sus acciones en defensivas, aunque es preciso seleccionar muy bien.
Más allá de los mercados, la vulnerabilidad económica mundial afecta a EE.UU., pues el auge del consumo –vía endeudamiento del público, por falta de ahorro interno- pierde impulso. También aflojan las exportaciones (lo muestra el déficit de US$ 55.800 millones en la balanza comercial de junio), que debían compensar el enfriamiento del consumo interno entre julio pasado y junio próximo.
A criterio de analistas norteamericanos, británicos y holandeses, lo sucedido con el déficit comercial posiblemente obligue a revisar hacia abajo –de 3,2 a 2,5% anual- las proyecciones del PBI para este trimestre. Al mismo tiempo, Tokio redujo a 1,7% la proyección anualizada del segundo trimestre fiscal (julio-septiembre), tras 6% en los dos anteriores.
“Crecen los riesgos de que la economía global ingrese en una fase de estancamiento”, sostiene JP Morgan Chase. En un informe a grandes clientes, el banco estima que el ritmo del PB mundial “probablemente haya cedido de 5 a 2,7% anual durante el II trimestre de 2004”. En materia petrolera, las economías del Pacífico occidental están más expuestas que EE.UU. o la Unión Europea. Además, China –el país de mayor dinamismo en varios años- esta perdiendo velocidad, debido a sus propios esfuerzos para aliviar presiones inflacionarias.
Los desmedidos valores de los hidrocarburos, el retroceso accionario –salvo en plazas, como Londres, donde pesan las petroleras- y las decrecientes inversiones en tecnología afectan a las economías centrales y algunas “emergentes”. Ahora, se pone en duda lo que la sapiencia convencional proclamaba hasta hace poco: una reactivación global lenta, pero segura.
A tal punto que, de pronto, ha vuelto una palabra supuestamente enterrada hace veinte años: “estanflación”; estancamiento con inflación. Esta mezcla de estancamiento en la economía física y alza de precios (a veces, también en activos de riesgo y mercados especulativos) tuvo su último auge en el lapso 1974/83. No mucho después, varias entidades –entre ellas el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal- dieron por liquidado un fenómeno por entonces ya antiguo. ¿Motivos? El avance de la tecnología y, luego, la globalización, tomadas como propiedades casi mágicas.
Hoy, la estanflación se mueve dentro de la tumba. Su detonante: el petróleo. Su escenario: la pérdida de ritmo en materia de crecimiento real alrededor del mundo.
Si los crudos siguen subiendo y las tasas de inflación desbordan las del producto bruto, Estados Unidos, Eurolandia , Asia oriental y sudoriental afrontarán problemas similares a los de aquellos años. “El petróleo tejano a más de US$ 45 ó 46 el barril puede llevar a la estanflación”, sostiene un informe de Union des Banques Suisses (UBS). “Si los niveles no bajan de 40, la expansión mundial cederá en casi medio punto en 2005 y uno en 2006”.
De acuerdo con State Street Glonal Investors (firma de Nueva York experta en seguimiento de mercados bursátiles), durante julio y agosto los inversores demandan acciones de tipo “defensivo”; es decir, que resistan mejor largos períodos volátiles. Así ocurre con servicios públicos, salud, farmoquímica, alimentos, bebidas y tabacaleras. Al mismo tiempo, venden papeles de entidades financieras, inmobiliarias, materias primas y algunos sectores tecnológicos.
En opinión de la UBS y la consultora, se vive un pase de acciones procíclicas a anticíclicas (defensivas) como no ocurría desde 1995. Eran los días del “efecto tequila”. Pero, si hay un horizonte estanflacionario, a los precios actuales los papeles defensivos tal vez no sean tan buenos refugios. La amplitud en el retroceso de segmentos procíclicos –tecnología, por ejemplo- convierte sus acciones en defensivas, aunque es preciso seleccionar muy bien.
Más allá de los mercados, la vulnerabilidad económica mundial afecta a EE.UU., pues el auge del consumo –vía endeudamiento del público, por falta de ahorro interno- pierde impulso. También aflojan las exportaciones (lo muestra el déficit de US$ 55.800 millones en la balanza comercial de junio), que debían compensar el enfriamiento del consumo interno entre julio pasado y junio próximo.
A criterio de analistas norteamericanos, británicos y holandeses, lo sucedido con el déficit comercial posiblemente obligue a revisar hacia abajo –de 3,2 a 2,5% anual- las proyecciones del PBI para este trimestre. Al mismo tiempo, Tokio redujo a 1,7% la proyección anualizada del segundo trimestre fiscal (julio-septiembre), tras 6% en los dos anteriores.
“Crecen los riesgos de que la economía global ingrese en una fase de estancamiento”, sostiene JP Morgan Chase. En un informe a grandes clientes, el banco estima que el ritmo del PB mundial “probablemente haya cedido de 5 a 2,7% anual durante el II trimestre de 2004”. En materia petrolera, las economías del Pacífico occidental están más expuestas que EE.UU. o la Unión Europea. Además, China –el país de mayor dinamismo en varios años- esta perdiendo velocidad, debido a sus propios esfuerzos para aliviar presiones inflacionarias.