Duro vapuleo a Michael Hayden en un comité senatorial

El general del aire (r), candidato de George W.Bush para dirigir la Agencia Central de Inteligencia, defendió a capa y espada el programa de espionaje interno. Sostuvo que es vital para defenderse del terrorismo y no viola derechos civiles.

19 mayo, 2006

Durante una audiencia previa a la confirmación, ante el comité de inteligencia del senado, Hayden afrontó duros cuestionamientos de Ronald Wyden (demócrata, Oregon) sobre su papel como arquitecto del plan de espionaje interno. También se pusieron en duda su propia credibilidad y su excesiva dependencia de John Negroponte, director de seguridad nacional.

Según el senador, Hayden no mantuvo al congreso adecuadamente informado –en anteriores testimonios- sobre las escuchas telefónicas o por Internet ni de la participación de grandes empresas de telecomunicaciones y motores de búsqueda. Al respecto, se citaron a BellSouth, Verizon, Google, Yahoo y otras.

“General: habiendo evaluado sus expresiones, su escasa credibilidad hace las cosas muy difíciles”, espetó Wyden. “Con todo respeto, ahora no sé si usted simplemente dijo una cosa e hizo otra, por equivocación, o si ha manipulado sucesivas declaraciones -como haría un abogado- para engañar intencionalmente a nosotros y a la opinión pública”.

Ex director de la National Security Agency, Hayden sabía qué le esperaba en el senado. Por cierto, el gobierno viene reivindicando el espionaje sobre ciudadanos inocentes desde fines de 2001. Lo curioso es que el recurso continúa sin dar resultados tangibles. En cambio, ha provocado un escándalo que llevó a menos de 30% la aceptación pública del presidente y compromete seriamente al vicepresidente, eminencia gris del plan de espionaje.

El punto clave del programa es jurídica y constitucionalmente muy arduo de sostener. La NSA y, luego, seguridad interna pueden interceptar llamados telefónicos o correos electrónicos internacionales sin obtener, primero, una orden judicial específica.

Durante una audiencia previa a la confirmación, ante el comité de inteligencia del senado, Hayden afrontó duros cuestionamientos de Ronald Wyden (demócrata, Oregon) sobre su papel como arquitecto del plan de espionaje interno. También se pusieron en duda su propia credibilidad y su excesiva dependencia de John Negroponte, director de seguridad nacional.

Según el senador, Hayden no mantuvo al congreso adecuadamente informado –en anteriores testimonios- sobre las escuchas telefónicas o por Internet ni de la participación de grandes empresas de telecomunicaciones y motores de búsqueda. Al respecto, se citaron a BellSouth, Verizon, Google, Yahoo y otras.

“General: habiendo evaluado sus expresiones, su escasa credibilidad hace las cosas muy difíciles”, espetó Wyden. “Con todo respeto, ahora no sé si usted simplemente dijo una cosa e hizo otra, por equivocación, o si ha manipulado sucesivas declaraciones -como haría un abogado- para engañar intencionalmente a nosotros y a la opinión pública”.

Ex director de la National Security Agency, Hayden sabía qué le esperaba en el senado. Por cierto, el gobierno viene reivindicando el espionaje sobre ciudadanos inocentes desde fines de 2001. Lo curioso es que el recurso continúa sin dar resultados tangibles. En cambio, ha provocado un escándalo que llevó a menos de 30% la aceptación pública del presidente y compromete seriamente al vicepresidente, eminencia gris del plan de espionaje.

El punto clave del programa es jurídica y constitucionalmente muy arduo de sostener. La NSA y, luego, seguridad interna pueden interceptar llamados telefónicos o correos electrónicos internacionales sin obtener, primero, una orden judicial específica.

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