Deuda externa: al final, Irak podría beneficiar a la Argentina

Las urgencias en Irak pueden acelerar rebajas importantes en las deudas de países emergentes y periféricos. Argentina entre ellos. Archivada la idea de quiebra soberana (ejecutivos del FMI), Washington plantea un sistema de quitas indirectas.

12 mayo, 2003

Bajo George W. Bush, el departamento federal de Hacienda no ha tenido suerte. Su primer titular, Paul O’Neill, fue despedido cuando su mediocre imagen internacional, su mal humor y sus actos fallidos ya eran intolerables. Su reemplazante, John Snow, es un caballero amable, pero dedicado sólo en promover algo poco feliz: el segundo paquete de rebajas impositivas a gente rica y grandes empresas.

Naturalmente, los sucesivos equipos económicos –y los asesores directos del presidente- no resisten la comparación con los de William J. Clinton, cuyos jefes fueron Robert Rubin y Larry Summers. No obstante, “Bush –sostiene el ‘Financial Times’- influirá más que su antecesor en cuanto a reestructurar deudas de países en desarrollo, empezando por Irak”. El papel clave le cabe, por ahora, a John Taylor, encargado de asuntos internacionales en Hacienda. A diferencia de George Calomiris, Anne Krueger, Allan Meltzer o Adam Lerrick, Taylor no cree en los procedimientos convencionales del Fondo Monetario ni en una eventual instancia jurídica tipo La Haya para “incobrables soberanos” (definición de Edward George, presidente saliente del Banco de Inglaterra).

Influido por la ley federal de quiebras y concursos, Taylor prefiere que los países sobreendeudados añadan a sus bonos “cláusulas limitantes a las acciones colectivas de acreedores”. O sea, una síntesis de los títulos IX y XI de aquel régimen. Ante un presumible cese unilateral de pagos (“default”), las cláusulas impedirían que los pequeños acreedores –y sus voraces abogados- bloqueasen acuerdos potenciales o en proceso con grandes acreedores. La ola de “minidemandas” italianas y norteamericanas contra Argentina es ejemplo típico. En rigor, esa clase de bonos “con blindaje” está prevista en la legislación británica, pero no se ha extendido a Nueva York.

En los últimos meses –recuerda el periódico londinense- “las propuestas de FMI fueron cajoneadas, junto con la influencia de Krueger, Calomiris y otros, en favor justamente de esas cláusulas preventivas”. De hecho, en febrero Méjico emitió sobre Nueva York US$ 1.000 millones en bonos blindados y, a fines de abril, Brasil hacía exactamente lo mismo, con señalado éxito, mientras Uruguay planteaba un canje de deuda por títulos similares. Se explica, así, que técnicos del FMI hayan empezado a hablar de una quita importante en el capital de la deuda pública argentina, que emularía el canje uruguayo.

Ahora bien, ¿a qué se debe este giro de 180 grados? “No a la solidaridad, sino al miedo –señala el FT- de que Taylor mismo imponga un mecanismo similar al planteado por Krueger ya en 1997”. Comentando el asunto, el “Frankfürter Allgemeine” señala: “Washington no tendrá mayores contemplaciones por los acreedores privados, los bancos ni los fondos buitres cuando llegue el momento de arreglar los problemas financieros de Irak”. Por otra parte, la muy razonable propuesta económica de Bush (viernes 9) para todo Levante, inclusive Israel, apunta en la misma dirección. Llegado el caso –sospechan los alemanes-, la quita de deuda podrá aplicarse a economías tan endebles como estratégicas. Por ejemplo, Turquía, Rumania, Norcorea, Afganistán o Egipto.

Sea como fuere, cabe preguntarse si los nuevos papeles facilitarán soluciones para ceses de pagos. En este plano, a Uruguay, primer banco de pruebas –un pasivo de US$ 11.000 millones, pesadísimo para su pequeña y poco desarrollada economía-, podrían seguirlo Irak y Argentina. Aprovechando su larga historia de solvencia y la condición de plaza extraterritorial que tiene Montevideo (paraíso de la especulación y el lavado de dinero), ese gobierno ofreció en abril canjear US$ 5.100 millones en bonos viejos por nuevos, a mayor y plazo. Con 3.500 millones emitidos en el exterior, los inversores no perderían capital, pero la amortización se diferiría cinco años. A juicio de analistas británicos, es una quita indirecta, porque las futuras tasas (rindes) también serán inferiores.

Bajo George W. Bush, el departamento federal de Hacienda no ha tenido suerte. Su primer titular, Paul O’Neill, fue despedido cuando su mediocre imagen internacional, su mal humor y sus actos fallidos ya eran intolerables. Su reemplazante, John Snow, es un caballero amable, pero dedicado sólo en promover algo poco feliz: el segundo paquete de rebajas impositivas a gente rica y grandes empresas.

Naturalmente, los sucesivos equipos económicos –y los asesores directos del presidente- no resisten la comparación con los de William J. Clinton, cuyos jefes fueron Robert Rubin y Larry Summers. No obstante, “Bush –sostiene el ‘Financial Times’- influirá más que su antecesor en cuanto a reestructurar deudas de países en desarrollo, empezando por Irak”. El papel clave le cabe, por ahora, a John Taylor, encargado de asuntos internacionales en Hacienda. A diferencia de George Calomiris, Anne Krueger, Allan Meltzer o Adam Lerrick, Taylor no cree en los procedimientos convencionales del Fondo Monetario ni en una eventual instancia jurídica tipo La Haya para “incobrables soberanos” (definición de Edward George, presidente saliente del Banco de Inglaterra).

Influido por la ley federal de quiebras y concursos, Taylor prefiere que los países sobreendeudados añadan a sus bonos “cláusulas limitantes a las acciones colectivas de acreedores”. O sea, una síntesis de los títulos IX y XI de aquel régimen. Ante un presumible cese unilateral de pagos (“default”), las cláusulas impedirían que los pequeños acreedores –y sus voraces abogados- bloqueasen acuerdos potenciales o en proceso con grandes acreedores. La ola de “minidemandas” italianas y norteamericanas contra Argentina es ejemplo típico. En rigor, esa clase de bonos “con blindaje” está prevista en la legislación británica, pero no se ha extendido a Nueva York.

En los últimos meses –recuerda el periódico londinense- “las propuestas de FMI fueron cajoneadas, junto con la influencia de Krueger, Calomiris y otros, en favor justamente de esas cláusulas preventivas”. De hecho, en febrero Méjico emitió sobre Nueva York US$ 1.000 millones en bonos blindados y, a fines de abril, Brasil hacía exactamente lo mismo, con señalado éxito, mientras Uruguay planteaba un canje de deuda por títulos similares. Se explica, así, que técnicos del FMI hayan empezado a hablar de una quita importante en el capital de la deuda pública argentina, que emularía el canje uruguayo.

Ahora bien, ¿a qué se debe este giro de 180 grados? “No a la solidaridad, sino al miedo –señala el FT- de que Taylor mismo imponga un mecanismo similar al planteado por Krueger ya en 1997”. Comentando el asunto, el “Frankfürter Allgemeine” señala: “Washington no tendrá mayores contemplaciones por los acreedores privados, los bancos ni los fondos buitres cuando llegue el momento de arreglar los problemas financieros de Irak”. Por otra parte, la muy razonable propuesta económica de Bush (viernes 9) para todo Levante, inclusive Israel, apunta en la misma dirección. Llegado el caso –sospechan los alemanes-, la quita de deuda podrá aplicarse a economías tan endebles como estratégicas. Por ejemplo, Turquía, Rumania, Norcorea, Afganistán o Egipto.

Sea como fuere, cabe preguntarse si los nuevos papeles facilitarán soluciones para ceses de pagos. En este plano, a Uruguay, primer banco de pruebas –un pasivo de US$ 11.000 millones, pesadísimo para su pequeña y poco desarrollada economía-, podrían seguirlo Irak y Argentina. Aprovechando su larga historia de solvencia y la condición de plaza extraterritorial que tiene Montevideo (paraíso de la especulación y el lavado de dinero), ese gobierno ofreció en abril canjear US$ 5.100 millones en bonos viejos por nuevos, a mayor y plazo. Con 3.500 millones emitidos en el exterior, los inversores no perderían capital, pero la amortización se diferiría cinco años. A juicio de analistas británicos, es una quita indirecta, porque las futuras tasas (rindes) también serán inferiores.

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