Demócratas: ¿fórmula compartida o un cisma como el de 1952?

Los próximos hitos son Misisipi (33 delegados), favorable a Barack Obama, el martes 11, y Pennsilvania (158), pro Hillary Rodham Clinton, el 22 de abril. Ahora, el senador tiene 1.520 votos y la senadora 1.424, inclusive “superdelegados”.

6 marzo, 2008

El prolongado empate y el endurecimiento de las campañas inspiran temores entre demócratas memoriosos. Se cifran en 1952, cuando Adlai Stevenson surgió de una convención dividida y permitió que Dwight Eisenhower obtuviera la presidencia para los republicanos. Su vicepresidente era Richard Nixon que, 20 años después, caería por el escándalo Watergate.

Los nuevos ataques internos a Obama eran previsibles. Pivotean sobre sus nexos con John Rezko (agente inmobiliario procesado por corrupción), su postura ambigua en materia de intercambio –de pronto, a Hillary la preocupa el tratado con Canadá y México- y su escasa experiencia internacional. Pero la precandidata apoyó en 2003 la invasión a Irak, en tanto él y John McCain se oponían.

Justamente, el problema es el ya candidato republicano y los ocho meses que tiene para hacer campaña, consolidarse ante la opinión pública –archivando a George W.Bush- y en el exterior. Por el ocntrario, los demócratas siguen en internas, donde hasta el momento Obama es bastante menos agresivo hacia su rival que ella hacia él.

Esta disparidad de estilos, por cierto, podría llevar a un cisma. Pero, por otra parte, también facilitaría una fórmula común antes de que sea demasiado tarde. El fantasma de 1952 comienza a remontar vuelo. Como sucedió con Eisenhower, hoy los demócratas se dedican a pegarse entre sí y olvidan a McCain.

El prolongado empate y el endurecimiento de las campañas inspiran temores entre demócratas memoriosos. Se cifran en 1952, cuando Adlai Stevenson surgió de una convención dividida y permitió que Dwight Eisenhower obtuviera la presidencia para los republicanos. Su vicepresidente era Richard Nixon que, 20 años después, caería por el escándalo Watergate.

Los nuevos ataques internos a Obama eran previsibles. Pivotean sobre sus nexos con John Rezko (agente inmobiliario procesado por corrupción), su postura ambigua en materia de intercambio –de pronto, a Hillary la preocupa el tratado con Canadá y México- y su escasa experiencia internacional. Pero la precandidata apoyó en 2003 la invasión a Irak, en tanto él y John McCain se oponían.

Justamente, el problema es el ya candidato republicano y los ocho meses que tiene para hacer campaña, consolidarse ante la opinión pública –archivando a George W.Bush- y en el exterior. Por el ocntrario, los demócratas siguen en internas, donde hasta el momento Obama es bastante menos agresivo hacia su rival que ella hacia él.

Esta disparidad de estilos, por cierto, podría llevar a un cisma. Pero, por otra parte, también facilitaría una fórmula común antes de que sea demasiado tarde. El fantasma de 1952 comienza a remontar vuelo. Como sucedió con Eisenhower, hoy los demócratas se dedican a pegarse entre sí y olvidan a McCain.

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