D´Elía admitió que Chávez financia a las organizaciones piqueteras

El piquetero igual deslindó responsabilidades en torno de la valija, justo cuando Antonini Wilson comunicó a través de su abogado que cooperará con la investigación. El FBI de Miami aún no sabe nada del pedido de captura hecho por la fiscal.

15 agosto, 2007

El piquetero Luis D´Elía confirmó aunque sin reconocerlo una primicia de este sitio: en declaraciones al programa de Gerardo Rozín (23 minutos, C5N) admitió que “El acto de Mar del Plata y el de Ferro fueron financiados por el chavismo, eso nadie lo puede negar”. Y agregó: “A nosotros, a funcionarios determinados, nos pagan colectivos y demás, nos ayudan a movilizar a los compañeros, pero de allí a financiar organizaciones, nosotros lamentablemente no sabemos nada”.

D´Elía negó saber de dónde surgen los fondos para los financiamientos, aunque consideró una “canallada” las versiones que indicaron que el dinero que ingresó el empresario Antonini Wilson sin declarar iba a ser utilizado para financiar a movimientos piqueteros argentinos que apoyan al gobierno de Hugo Chávez.

Los métodos de financiamiento para los actos en Mar del Plata y Ferro son una incógnita para el piquetero, quien a su vez sostuvo que no sabe cómo es que llegó el dinero desde Venezuela para dichos eventos.

La aclaración de D´Elía coincidió con la postura hecha pública por el misterioso portador de la valija con los US$ 800 mil, el venezolano Alejandro Antonini Wilson, justo cuando se anotició de la captura internacional pedida por la fiscal María Luz Rivas Diez. Desde Miami, el empresario se mostró abierto a colaborar.

La Nación publica hoy que Antonini Wilson hizo una presentación ante el juzgado que lo investiga a través de su abogado argentino Héctor Vidal Albarracín, quien declaró que ´´no hay ninguna necesidad de librar una orden de detención. El no se fugó sino que se fue del país sin que existiera ninguna restricción para hacerlo. Nunca fue citado por la autoridad, ni siquiera por la fiscal´´.

Vidal dijo que Antonini se había comunicado telefónicamente con él desde Miami y acordaron comunicar al juzgado que está dispuesto a comparecer cuando sea citado. Además, que cualquier citación sería recibida en el domicilio de su estudio.

La fiscal en lo Penal Económico, María Luz Rivas Diez, mostró la orden de captura internacional contra el empresario venezolano con residencia en Miami, pero hasta el momento el FBI desconoce el tema.

La fiscal, ahora a cargo de la causa por la renuncia del magistrado que la llevaba, dijo que se precisaron aspectos que permitieron tener claras las secuencias de lo sucedido el 4 de agosto. Y que el dinero incautado permanecería bajo seguridad en el Banco Nación sucursal Ezeiza para posibles peritajes. Informó asimismo que Antonini Wilson salió del país el martes pasado, después de la 6 de la mañana, con un pasaporte estadounidense con destino a Uruguay. Es decir que ingresó a la Argentina con un pasaporte venezolano y salió con uno estadounidense, lo cual fue permitido al hacer Migraciones.

El expediente

El diario Página 12 publicó una nota que parece escrita con el expediente que lleva la fiscal a la vista y revela la secuencia de la que habló esta semana, aunque con pinceladas de Horacio Verbitsky sobre la relación del caso con la visita de Chávez, las obras anunciadas y el encuentro posterior con Kirchner y Evo Morales en Bolivia:

Dentro de la heterogeneidad del kirchnerismo ha habido lugar hasta ahora para Claudio Uberti, el hombre de los trajes de 2000 dólares, y para Marcelo Saín, creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria que descubrió los US$ 800.000 en la valija maldita. La reacción presidencial ante el hecho consumado no ha sido mala ni lenta, pero el hecho fue espantoso y no hay artificio del lenguaje que lo minimice.

En la película de Stanley Kubrick Doctor Insólito, Peter Sellers interpreta a un ex nazi, asesor del presidente de los Estados Unidos. Uno de sus brazos escapa a su voluntad y su mano enguantada intenta estrangularlo. No es una mala metáfora para este momento. A setenta y cinco días de las elecciones presidenciales parece hora de definir con más cuidado los límites y los estilos del proyecto que espera continuarse durante el hipotético mandato de CFK.

Con el anuncio de su candidatura presidencial comenzaron las discusiones acerca del futuro gabinete para el caso de que la senadora platense venciera en los comicios del 28 de octubre, o en la segunda vuelta, el mes siguiente. Uno de los más discutidos en la cúpula del gobierno nacional fue el nombre del ministro de Planificación Federal Julio De Vido:

–El nuevo mandato es la oportunidad de oxigenar el gobierno. Julio no puede seguir.
–No se equivoquen, que quienes le apuntan a él atacan a Kirchner.
–Seguro. Por eso tiene que irse. Le apuntan y le pegan siempre.

El año pasado, Cristina pensaba en una renovación completa del gabinete. Luego se inclinó por conservar tanto a De Vido como al jefe de Gabinete Alberto Fernández. Pero en el caso del ministro de Planificación sus dudas subsisten. La candidata es quien mejor percibe el riesgo de heredar el desgaste que acarrea De Vido. Tal vez porque teme que su gobierno nazca envejecido y sin período de gracia, lo cual anularía buena parte de las ventajas del relevo. No piensa lo mismo respecto de Fernández, en quien ve los conocimientos prácticos que le ahorren el titubeo de un comienzo desde cero.

En ese sentido la aconsejan los amigos chilenos, como el senador y ex ministro de Economía Carlos Ominami, quien atribuye los problemas de Michelle Bachelet a la renovación total de elenco. La cuestión sigue abierta. Si Kirchner considera que un período presidencial es suficiente y que la misma sociedad que lo identificó con la solución puede comenzar a verlo como parte del problema, ¿qué razón excluye del razonamiento a sus dos principales ministros? El síndrome de la oveja Dolly ronda los despachos oficiales.

Pasajeros de Presidencia

La nómina de pasajeros del avión alquilado a Mariano Yabrán para traer de regreso a Buenos Aires a los funcionarios argentinos que negociaron en Caracas los convenios que el lunes firmaron los presidentes Hugo Chávez Frías y Néstor Kirchner, incluyó a los argentinos Uberti, su vistosa pero eficiente secretaria Victoria Beresiuk y el presidente de Enarsa, Exequiel Espinosa, dependientes del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.

Sin embargo, la nota en la que el Gerente de Coordinación de Royal Class, Flavio Mansilla, solicitó que se habilitara la Terminal Sur para el arribo del Citation X N5113S, sostuvo que el vuelo traía “pasajeros de la Presidencia Argentina”. Es decir que alguno de ellos invocó esa representación y Royal Class, cuyo principal accionista es Mariano Yabrán, no lo puso en duda. En la PSA piensan que fue sólo una exhibición de poder de la empresa, en represalia por las severidades que a diario le imponen los policías aeroportuarios, bien dispuestos a negar autorización para cualquier uso indebido de los hangares e instalaciones.

La comparación con las valijas de Amira Yoma del diputado macrista Esteban Bullrich es pura malicia. Entonces el concuñado presidencial Ibrahim Al Ibrahim franqueaba el paso. Ahora ni siquiera la invocación a pasajeros de Presidencia impidió que a las tres de la madrugada del sábado 4 de agosto tres dependencias distintas del Estado Nacional controlaran las circunstancias del arribo.

Migraciones verificó los pasaportes de los pasajeros, la Aduana y la Policía de Seguridad Aeroportuaria sus equipajes. Así se detectaron los 800 mil dólares no declarados que Guido Antonini, con pasaportes venezolano y estadounidense, traía en su valija. Antonini se presentó como tío del más joven de los pasajeros, Daniel Uzcateguy, de 18 años, hijo del vicepresidente de Pdvsa. Si ésta no fuera una metáfora eclesial, el valijero sería cuñado de Diego Uzcateguy, el principal ejecutivo de la petrolera bolivariana.

Rivalidades

Los pasaportes de los tres argentinos eran oficiales; los de dos venezolanos, con funciones en la petrolera Pdvsa, diplomáticos. Los pilotos Daniel Pucciarelli y Gerardo Sánchez trajeron el carrito con las valijas. María Luján Telpuk, una policía aeroportuaria de poco más de 30 años, dijo que quería pasar todo el equipaje por el scanner. Lo hizo en compañía del viejo guarda de Aduana Jorge Lamastra.

Entre el personal de la Aduana y el de la Policía de Seguridad Aeroportuaria hay una sorda rivalidad, aunque ambas conducciones tienen una fuerte identificación con Kirchner: Ricardo Echegaray fue funcionario del Banco de Santa Cruz y de la Aduana de Río Gallegos durante la gestión provincial del gobernador Kirchner; Saín es el principal experto propio en seguridad que tiene el gobierno.

Desde la creación del nuevo cuerpo por un decreto de Kirchner, las medidas de control se incrementaron. El secuestro de cocaína se triplicó, el de marihuana se centuplicó. También hubo un centenar de detenciones, de agentes de empresas privadas de seguridad, de la Aduana, de Aeropuertos Argentina 2000, de Migraciones, de la propia PSA, de punguistas y de un tachero. Un episodio reciente incrementó el recelo. A la salida del aeropuerto de Ezeiza, un pasajero denunció que le acababan de robar una cámara de su valija. La PSA identificó en la grabación de las imágenes de control al autor del hurto, abrió su cofre donde encontró la cámara, lo detuvo y lo esposó delante de sus compañeros de trabajo en la Aduana.

Libros y papeles

Al pasar el penúltimo equipaje por la máquina de rayos X, Telpuk vio en la pantalla la mancha negra que identifica volúmenes sólidos, ya se trate de un libro, un fajo compacto de papeles o de cocaína. Detuvo la imagen y pidió al piloto que buscara al dueño de esa valija sospechosa.

–¿Qué traés allí?–preguntó.
–Algunos libros y papeles –respondió Antonini.
–Parecen libros –opinó el aduanero Lamastra.
–Quiero ver –insistió la mujer.
Al abrir la valija, aparecieron en forma vertical los billetes, todos de 50 dólares, nuevos y ajados, unidos con gomitas elásticas.
–¿Cuánto hay? –preguntó Telpuk.
–Unos 60 mil dólares –respondió Antonini.
Telpuk dejó al venezolano a solas con Lamastra y salió corriendo a buscar a su superior, Daniel Ingrosso, quien estaba a treinta metros, en el puesto de guardia: la PSA no tenía intercomunicadores inalámbricos y desde hace tres semanas no funciona el servicio de telefonía fija (sic). Telpuk volvió a su puesto en la Terminal Sur y los jefes de la Aduana y de la PSA de Aeroparque fueron a una oficina de la Aduana a contar el dinero, acompañados por Antonini y su sobrino Uzcateguy. Uberti, Espinosa y Beresiuk ya se habían ido en los autos que los esperaban.
–Llamala a esa chica –dijo Antonini.
Uzcateguy salió de su habitación, teléfono celular en mano, y al regresar dijo:
–Dice que nos quedemos tranquilos, que está todo arreglado.
Durante el largo trámite, Antonini habló hasta por los codos con los funcionarios. Dijo que era empresario y que había viajado desde Miami hasta Venezuela y que tendría que haber venido el lunes a Buenos Aires en el vuelo de Chávez.
–Pero cuando llegué a Caracas me dijeron, no, tú te vas con este otro vuelo.
También habló de la relación del gobierno venezolano con las empresas.
–Les da trabajo–dijo.
Al terminar el recuento, el personal aduanero dijo que el dinero quedaría retenido en sus dependencias, que se trataba de una infracción por la que debería pagar una multa.
–Yo soy un soldado y voy a morir con las botas puestas. No me pregunten de dónde viene ni para qué es ese dinero. Somos 8, hagamos US$ 100.000 cada uno –dijo el locuaz Antonini. Todos se rieron, pero Ingrosso le contestó con sequedad:
–Venezolano, te está haciendo mal el sueño y hablás boludeces.
–Está todo bien –lo calmó Antonini.

Informada por la Aduana durante el fin de semana, la jueza Marta Novatti dispuso que el organismo fiscal tramitara el caso como infracción aduanera.

El martes 7, Antonini voló a Montevideo.
El miércoles 8, la titular de la fiscalía en lo penal económico 2, María Rivas Diez, recibió el testimonio de los funcionarios que firmaron el acta labrada por la Aduana en Aeroparque.
El funcionario aduanero Lamastra, un abogado con muchos años en el cargo, dijo que Antonini les había ofrecido dinero cuando abrieron la valija. La mujer policía Telpuk lo negó. En un careo, Lamastra dijo que no estaba seguro. No quedó claro si se refería a la frase de Antonini sobre el reparto del dinero entre ocho, que no pareció pasar de una broma, o si entendió que su mención a los US$ 60.000 era un ofrecimiento. Lamastra no había contado en su declaración las sucesivas respuestas de Antonini sobre el contenido de la valija.

–Usted estaba al lado mío cuando lo dijo –insistió Telpuk.
–Ah, sí, lo de los papelitos –admitió Lamastra.
Cuando la agente policial insistió que Antonini había dicho que en la valija sólo había US$ 60.000, Lamastra también lo reconoció:
–Ahora que la señorita cuenta esto, lo recuerdo.

Según los registros informáticos de Migraciones, en 2006 y 2007 Antonini pasó otras seis veces por aeropuertos del país, en vuelos de American Airlines, Aerolíneas Argentinas, Pluna y, una vez, de alquiler. El 28 de marzo de 2006 llegó a Ezeiza desde Venezuela y partió dos horas después hacia Chile. Tres días después reingresó al Aeroparque desde Uruguay y dos horas más tarde partió desde Ezeiza hacia Brasil.

El 16 de junio llegó a Aeroparque desde Uruguay y al día siguiente embarcó en Ezeiza hacia Estados Unidos. El 28 de septiembre llegó en un vuelo especial desde Uruguay y dos días después partió desde Ezeiza hacia Estados Unidos. Llegó desde el Uruguay el 26 de mayo y partió hacia Estados Unidos el 30. Esa, de cuatro días, fue su estancia más extensa en la Argentina.

Ninguna de esas fechas coincide por menos de un mes de distancia con las visitas al país de Chávez, lo cual favorece la versión oficial bolivariana.

Gritos y susurros

Las fuerzas de la oposición susurraron, sugirieron o gritaron que el dinero era para pagar coimas a funcionarios argentinos o para aportar a la campaña de Cristina, aunque sin avanzar más allá de generalidades. Desde Planificación se sugiere, sin afirmarlo en forma taxativa, que el dinero podría ser un aporte al movimiento territorial que dirige Luis D’Elía y que las oficinas de Pdvsa en Buenos Aires, donde hay quince funcionarios, sólo se dedican a la actividad política.

Sus acciones fueron motivo del más serio incidente diplomático que la Argentina tuvo durante el gobierno de Kirchner, con la declaración de persona no grata del anterior embajador venezolano, por su injerencia en asuntos políticos internos, en un tema tan sensible como las relaciones con Irán. Que ello se haya tramitado con discreción y sin usar ninguna de esas palabras no le resta gravedad y torna asombrosa la afirmación de que Kirchner nunca ha tenido un conflicto con Chávez.

Cuando el canal de noticias del grupo Clarín hizo público el episodio de Aeroparque, el gobierno de Venezuela no vio otro problema que los medios de comunicación y el imperialismo, discurso interesante pero de improbable aplicación a este caso. El gobierno argentino señaló en dirección a la parte venezolana, de la que demandó una explicación pública. Eso está implícito en el comunicado de Enarsa y en declaraciones públicas de Alberto Fernández. De Vido se lo reclamó por teléfono al presidente de Pdvsa y ministro de Energía venezolano, Rafael Ramírez Carreño. La Argentina pidió que además de explicar Venezuela también sancionara.

El tema fue tocado por Kirchner con Chávez, durante un aparte a solas que tuvieron en Tarija, a iniciativa del argentino, antes de la ceremonia pública con Evo Morales. A partir de allí la parte venezolana por lo menos comenzó a reconocer que había un problema y que debía investigarse. Al hablar en Tarija, Kirchner no avaló la consigna antiimperialista de Chávez pero dijo que había quienes conspiraban para “generar situaciones que determinen que nuestros pueblos no puedan integrarse”.

También acusó a Petrobrás y a Repsol de dilatar las inversiones gasíferas en Bolivia, lo cual afectaría la construcción de la planta separadora de líquidos, para la que la YPFB estatal boliviana recibirá un crédito argentino por US$ 450 millones, a pagar en veinte años, con tres de gracia y una tasa de interés de apenas 1,5% anual. Allí se separarían los líquidos del gas rico, con los que Bolivia podría iniciar su industria petroquímica, en otra planta que construiría Venezuela, mientras el gas empobrecido se inyectaría en el gasoducto argentino que se construiría en el Noreste, primer tramo del megasoducto del Sur.

El Trataría

La historia de la valija enturbia la relación con Venezuela, que ha traído beneficios financieros, comerciales y políticos para la Argentina. Las emisiones de títulos han facilitado el financiamiento externo sin las condiciones de los organismos internacionales y de los inversores estadounidenses y europeos. El intercambio comercial ha crecido seis veces, de poco más de US$ 150 millones anuales a casi mil este año, y su composición es también favorable.

Con el dinero recibido por la venta de combustibles, a precio de mercado, Venezuela compra en la Argentina productos industriales, como ómnibus, ascensores y maquinaria agrícola, plantas productoras de hisopos radiactivos, genética animal y tecnología industrial, y no sólo las vaquillas preñadas que tanto chiste motivaron pero que para la primera década del siglo XXI constituyen un arcaísmo.

El “Trataría sobre Seguridad Energética” recopila una serie de sanos propósitos como la constitución de una Petrosuramérica, formada por empresas binacionales en todos los rubros energéticos imaginables.

El “Memorándum de Entendimiento” para construir una planta de regasificación de gas natural licuado aseguraría la provisión de combustible, para que no vuelva a ser necesario el corte del gas al complejo petroquímico de Bahía Blanca. Sobre un contrato firme de provisión, la Argentina podría conseguir crédito o emitir Bonos para financiar la construcción de la planta.

Para la semana próxima está prevista la firma del convenio que estipularía los volúmenes y los precios del suministro. El gobierno argentino está haciendo los mayores esfuerzos para que no se frustre el ingreso venezolano al Mercosur. A esas gestiones se debe que Chávez haya abandonado su tono de ultimátum al gobierno brasileño para la ratificación del protocolo de adhesión de Venezuela y que Brasil haya comenzado su estudio en las comisiones legislativas.

Pero sigue pendiente el acuerdo para la liberalización comercial de Venezuela con la Argentina y Brasil: Venezuela alega que desea defender su industria, pero en la práctica eso implica cerrar puertas a productos sudamericanos a favor de los que se exportan desde Estados Unidos, el principal consumidor del crudo bolivariano.

El piquetero Luis D´Elía confirmó aunque sin reconocerlo una primicia de este sitio: en declaraciones al programa de Gerardo Rozín (23 minutos, C5N) admitió que “El acto de Mar del Plata y el de Ferro fueron financiados por el chavismo, eso nadie lo puede negar”. Y agregó: “A nosotros, a funcionarios determinados, nos pagan colectivos y demás, nos ayudan a movilizar a los compañeros, pero de allí a financiar organizaciones, nosotros lamentablemente no sabemos nada”.

D´Elía negó saber de dónde surgen los fondos para los financiamientos, aunque consideró una “canallada” las versiones que indicaron que el dinero que ingresó el empresario Antonini Wilson sin declarar iba a ser utilizado para financiar a movimientos piqueteros argentinos que apoyan al gobierno de Hugo Chávez.

Los métodos de financiamiento para los actos en Mar del Plata y Ferro son una incógnita para el piquetero, quien a su vez sostuvo que no sabe cómo es que llegó el dinero desde Venezuela para dichos eventos.

La aclaración de D´Elía coincidió con la postura hecha pública por el misterioso portador de la valija con los US$ 800 mil, el venezolano Alejandro Antonini Wilson, justo cuando se anotició de la captura internacional pedida por la fiscal María Luz Rivas Diez. Desde Miami, el empresario se mostró abierto a colaborar.

La Nación publica hoy que Antonini Wilson hizo una presentación ante el juzgado que lo investiga a través de su abogado argentino Héctor Vidal Albarracín, quien declaró que ´´no hay ninguna necesidad de librar una orden de detención. El no se fugó sino que se fue del país sin que existiera ninguna restricción para hacerlo. Nunca fue citado por la autoridad, ni siquiera por la fiscal´´.

Vidal dijo que Antonini se había comunicado telefónicamente con él desde Miami y acordaron comunicar al juzgado que está dispuesto a comparecer cuando sea citado. Además, que cualquier citación sería recibida en el domicilio de su estudio.

La fiscal en lo Penal Económico, María Luz Rivas Diez, mostró la orden de captura internacional contra el empresario venezolano con residencia en Miami, pero hasta el momento el FBI desconoce el tema.

La fiscal, ahora a cargo de la causa por la renuncia del magistrado que la llevaba, dijo que se precisaron aspectos que permitieron tener claras las secuencias de lo sucedido el 4 de agosto. Y que el dinero incautado permanecería bajo seguridad en el Banco Nación sucursal Ezeiza para posibles peritajes. Informó asimismo que Antonini Wilson salió del país el martes pasado, después de la 6 de la mañana, con un pasaporte estadounidense con destino a Uruguay. Es decir que ingresó a la Argentina con un pasaporte venezolano y salió con uno estadounidense, lo cual fue permitido al hacer Migraciones.

El expediente

El diario Página 12 publicó una nota que parece escrita con el expediente que lleva la fiscal a la vista y revela la secuencia de la que habló esta semana, aunque con pinceladas de Horacio Verbitsky sobre la relación del caso con la visita de Chávez, las obras anunciadas y el encuentro posterior con Kirchner y Evo Morales en Bolivia:

Dentro de la heterogeneidad del kirchnerismo ha habido lugar hasta ahora para Claudio Uberti, el hombre de los trajes de 2000 dólares, y para Marcelo Saín, creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria que descubrió los US$ 800.000 en la valija maldita. La reacción presidencial ante el hecho consumado no ha sido mala ni lenta, pero el hecho fue espantoso y no hay artificio del lenguaje que lo minimice.

En la película de Stanley Kubrick Doctor Insólito, Peter Sellers interpreta a un ex nazi, asesor del presidente de los Estados Unidos. Uno de sus brazos escapa a su voluntad y su mano enguantada intenta estrangularlo. No es una mala metáfora para este momento. A setenta y cinco días de las elecciones presidenciales parece hora de definir con más cuidado los límites y los estilos del proyecto que espera continuarse durante el hipotético mandato de CFK.

Con el anuncio de su candidatura presidencial comenzaron las discusiones acerca del futuro gabinete para el caso de que la senadora platense venciera en los comicios del 28 de octubre, o en la segunda vuelta, el mes siguiente. Uno de los más discutidos en la cúpula del gobierno nacional fue el nombre del ministro de Planificación Federal Julio De Vido:

–El nuevo mandato es la oportunidad de oxigenar el gobierno. Julio no puede seguir.
–No se equivoquen, que quienes le apuntan a él atacan a Kirchner.
–Seguro. Por eso tiene que irse. Le apuntan y le pegan siempre.

El año pasado, Cristina pensaba en una renovación completa del gabinete. Luego se inclinó por conservar tanto a De Vido como al jefe de Gabinete Alberto Fernández. Pero en el caso del ministro de Planificación sus dudas subsisten. La candidata es quien mejor percibe el riesgo de heredar el desgaste que acarrea De Vido. Tal vez porque teme que su gobierno nazca envejecido y sin período de gracia, lo cual anularía buena parte de las ventajas del relevo. No piensa lo mismo respecto de Fernández, en quien ve los conocimientos prácticos que le ahorren el titubeo de un comienzo desde cero.

En ese sentido la aconsejan los amigos chilenos, como el senador y ex ministro de Economía Carlos Ominami, quien atribuye los problemas de Michelle Bachelet a la renovación total de elenco. La cuestión sigue abierta. Si Kirchner considera que un período presidencial es suficiente y que la misma sociedad que lo identificó con la solución puede comenzar a verlo como parte del problema, ¿qué razón excluye del razonamiento a sus dos principales ministros? El síndrome de la oveja Dolly ronda los despachos oficiales.

Pasajeros de Presidencia

La nómina de pasajeros del avión alquilado a Mariano Yabrán para traer de regreso a Buenos Aires a los funcionarios argentinos que negociaron en Caracas los convenios que el lunes firmaron los presidentes Hugo Chávez Frías y Néstor Kirchner, incluyó a los argentinos Uberti, su vistosa pero eficiente secretaria Victoria Beresiuk y el presidente de Enarsa, Exequiel Espinosa, dependientes del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.

Sin embargo, la nota en la que el Gerente de Coordinación de Royal Class, Flavio Mansilla, solicitó que se habilitara la Terminal Sur para el arribo del Citation X N5113S, sostuvo que el vuelo traía “pasajeros de la Presidencia Argentina”. Es decir que alguno de ellos invocó esa representación y Royal Class, cuyo principal accionista es Mariano Yabrán, no lo puso en duda. En la PSA piensan que fue sólo una exhibición de poder de la empresa, en represalia por las severidades que a diario le imponen los policías aeroportuarios, bien dispuestos a negar autorización para cualquier uso indebido de los hangares e instalaciones.

La comparación con las valijas de Amira Yoma del diputado macrista Esteban Bullrich es pura malicia. Entonces el concuñado presidencial Ibrahim Al Ibrahim franqueaba el paso. Ahora ni siquiera la invocación a pasajeros de Presidencia impidió que a las tres de la madrugada del sábado 4 de agosto tres dependencias distintas del Estado Nacional controlaran las circunstancias del arribo.

Migraciones verificó los pasaportes de los pasajeros, la Aduana y la Policía de Seguridad Aeroportuaria sus equipajes. Así se detectaron los 800 mil dólares no declarados que Guido Antonini, con pasaportes venezolano y estadounidense, traía en su valija. Antonini se presentó como tío del más joven de los pasajeros, Daniel Uzcateguy, de 18 años, hijo del vicepresidente de Pdvsa. Si ésta no fuera una metáfora eclesial, el valijero sería cuñado de Diego Uzcateguy, el principal ejecutivo de la petrolera bolivariana.

Rivalidades

Los pasaportes de los tres argentinos eran oficiales; los de dos venezolanos, con funciones en la petrolera Pdvsa, diplomáticos. Los pilotos Daniel Pucciarelli y Gerardo Sánchez trajeron el carrito con las valijas. María Luján Telpuk, una policía aeroportuaria de poco más de 30 años, dijo que quería pasar todo el equipaje por el scanner. Lo hizo en compañía del viejo guarda de Aduana Jorge Lamastra.

Entre el personal de la Aduana y el de la Policía de Seguridad Aeroportuaria hay una sorda rivalidad, aunque ambas conducciones tienen una fuerte identificación con Kirchner: Ricardo Echegaray fue funcionario del Banco de Santa Cruz y de la Aduana de Río Gallegos durante la gestión provincial del gobernador Kirchner; Saín es el principal experto propio en seguridad que tiene el gobierno.

Desde la creación del nuevo cuerpo por un decreto de Kirchner, las medidas de control se incrementaron. El secuestro de cocaína se triplicó, el de marihuana se centuplicó. También hubo un centenar de detenciones, de agentes de empresas privadas de seguridad, de la Aduana, de Aeropuertos Argentina 2000, de Migraciones, de la propia PSA, de punguistas y de un tachero. Un episodio reciente incrementó el recelo. A la salida del aeropuerto de Ezeiza, un pasajero denunció que le acababan de robar una cámara de su valija. La PSA identificó en la grabación de las imágenes de control al autor del hurto, abrió su cofre donde encontró la cámara, lo detuvo y lo esposó delante de sus compañeros de trabajo en la Aduana.

Libros y papeles

Al pasar el penúltimo equipaje por la máquina de rayos X, Telpuk vio en la pantalla la mancha negra que identifica volúmenes sólidos, ya se trate de un libro, un fajo compacto de papeles o de cocaína. Detuvo la imagen y pidió al piloto que buscara al dueño de esa valija sospechosa.

–¿Qué traés allí?–preguntó.
–Algunos libros y papeles –respondió Antonini.
–Parecen libros –opinó el aduanero Lamastra.
–Quiero ver –insistió la mujer.
Al abrir la valija, aparecieron en forma vertical los billetes, todos de 50 dólares, nuevos y ajados, unidos con gomitas elásticas.
–¿Cuánto hay? –preguntó Telpuk.
–Unos 60 mil dólares –respondió Antonini.
Telpuk dejó al venezolano a solas con Lamastra y salió corriendo a buscar a su superior, Daniel Ingrosso, quien estaba a treinta metros, en el puesto de guardia: la PSA no tenía intercomunicadores inalámbricos y desde hace tres semanas no funciona el servicio de telefonía fija (sic). Telpuk volvió a su puesto en la Terminal Sur y los jefes de la Aduana y de la PSA de Aeroparque fueron a una oficina de la Aduana a contar el dinero, acompañados por Antonini y su sobrino Uzcateguy. Uberti, Espinosa y Beresiuk ya se habían ido en los autos que los esperaban.
–Llamala a esa chica –dijo Antonini.
Uzcateguy salió de su habitación, teléfono celular en mano, y al regresar dijo:
–Dice que nos quedemos tranquilos, que está todo arreglado.
Durante el largo trámite, Antonini habló hasta por los codos con los funcionarios. Dijo que era empresario y que había viajado desde Miami hasta Venezuela y que tendría que haber venido el lunes a Buenos Aires en el vuelo de Chávez.
–Pero cuando llegué a Caracas me dijeron, no, tú te vas con este otro vuelo.
También habló de la relación del gobierno venezolano con las empresas.
–Les da trabajo–dijo.
Al terminar el recuento, el personal aduanero dijo que el dinero quedaría retenido en sus dependencias, que se trataba de una infracción por la que debería pagar una multa.
–Yo soy un soldado y voy a morir con las botas puestas. No me pregunten de dónde viene ni para qué es ese dinero. Somos 8, hagamos US$ 100.000 cada uno –dijo el locuaz Antonini. Todos se rieron, pero Ingrosso le contestó con sequedad:
–Venezolano, te está haciendo mal el sueño y hablás boludeces.
–Está todo bien –lo calmó Antonini.

Informada por la Aduana durante el fin de semana, la jueza Marta Novatti dispuso que el organismo fiscal tramitara el caso como infracción aduanera.

El martes 7, Antonini voló a Montevideo.
El miércoles 8, la titular de la fiscalía en lo penal económico 2, María Rivas Diez, recibió el testimonio de los funcionarios que firmaron el acta labrada por la Aduana en Aeroparque.
El funcionario aduanero Lamastra, un abogado con muchos años en el cargo, dijo que Antonini les había ofrecido dinero cuando abrieron la valija. La mujer policía Telpuk lo negó. En un careo, Lamastra dijo que no estaba seguro. No quedó claro si se refería a la frase de Antonini sobre el reparto del dinero entre ocho, que no pareció pasar de una broma, o si entendió que su mención a los US$ 60.000 era un ofrecimiento. Lamastra no había contado en su declaración las sucesivas respuestas de Antonini sobre el contenido de la valija.

–Usted estaba al lado mío cuando lo dijo –insistió Telpuk.
–Ah, sí, lo de los papelitos –admitió Lamastra.
Cuando la agente policial insistió que Antonini había dicho que en la valija sólo había US$ 60.000, Lamastra también lo reconoció:
–Ahora que la señorita cuenta esto, lo recuerdo.

Según los registros informáticos de Migraciones, en 2006 y 2007 Antonini pasó otras seis veces por aeropuertos del país, en vuelos de American Airlines, Aerolíneas Argentinas, Pluna y, una vez, de alquiler. El 28 de marzo de 2006 llegó a Ezeiza desde Venezuela y partió dos horas después hacia Chile. Tres días después reingresó al Aeroparque desde Uruguay y dos horas más tarde partió desde Ezeiza hacia Brasil.

El 16 de junio llegó a Aeroparque desde Uruguay y al día siguiente embarcó en Ezeiza hacia Estados Unidos. El 28 de septiembre llegó en un vuelo especial desde Uruguay y dos días después partió desde Ezeiza hacia Estados Unidos. Llegó desde el Uruguay el 26 de mayo y partió hacia Estados Unidos el 30. Esa, de cuatro días, fue su estancia más extensa en la Argentina.

Ninguna de esas fechas coincide por menos de un mes de distancia con las visitas al país de Chávez, lo cual favorece la versión oficial bolivariana.

Gritos y susurros

Las fuerzas de la oposición susurraron, sugirieron o gritaron que el dinero era para pagar coimas a funcionarios argentinos o para aportar a la campaña de Cristina, aunque sin avanzar más allá de generalidades. Desde Planificación se sugiere, sin afirmarlo en forma taxativa, que el dinero podría ser un aporte al movimiento territorial que dirige Luis D’Elía y que las oficinas de Pdvsa en Buenos Aires, donde hay quince funcionarios, sólo se dedican a la actividad política.

Sus acciones fueron motivo del más serio incidente diplomático que la Argentina tuvo durante el gobierno de Kirchner, con la declaración de persona no grata del anterior embajador venezolano, por su injerencia en asuntos políticos internos, en un tema tan sensible como las relaciones con Irán. Que ello se haya tramitado con discreción y sin usar ninguna de esas palabras no le resta gravedad y torna asombrosa la afirmación de que Kirchner nunca ha tenido un conflicto con Chávez.

Cuando el canal de noticias del grupo Clarín hizo público el episodio de Aeroparque, el gobierno de Venezuela no vio otro problema que los medios de comunicación y el imperialismo, discurso interesante pero de improbable aplicación a este caso. El gobierno argentino señaló en dirección a la parte venezolana, de la que demandó una explicación pública. Eso está implícito en el comunicado de Enarsa y en declaraciones públicas de Alberto Fernández. De Vido se lo reclamó por teléfono al presidente de Pdvsa y ministro de Energía venezolano, Rafael Ramírez Carreño. La Argentina pidió que además de explicar Venezuela también sancionara.

El tema fue tocado por Kirchner con Chávez, durante un aparte a solas que tuvieron en Tarija, a iniciativa del argentino, antes de la ceremonia pública con Evo Morales. A partir de allí la parte venezolana por lo menos comenzó a reconocer que había un problema y que debía investigarse. Al hablar en Tarija, Kirchner no avaló la consigna antiimperialista de Chávez pero dijo que había quienes conspiraban para “generar situaciones que determinen que nuestros pueblos no puedan integrarse”.

También acusó a Petrobrás y a Repsol de dilatar las inversiones gasíferas en Bolivia, lo cual afectaría la construcción de la planta separadora de líquidos, para la que la YPFB estatal boliviana recibirá un crédito argentino por US$ 450 millones, a pagar en veinte años, con tres de gracia y una tasa de interés de apenas 1,5% anual. Allí se separarían los líquidos del gas rico, con los que Bolivia podría iniciar su industria petroquímica, en otra planta que construiría Venezuela, mientras el gas empobrecido se inyectaría en el gasoducto argentino que se construiría en el Noreste, primer tramo del megasoducto del Sur.

El Trataría

La historia de la valija enturbia la relación con Venezuela, que ha traído beneficios financieros, comerciales y políticos para la Argentina. Las emisiones de títulos han facilitado el financiamiento externo sin las condiciones de los organismos internacionales y de los inversores estadounidenses y europeos. El intercambio comercial ha crecido seis veces, de poco más de US$ 150 millones anuales a casi mil este año, y su composición es también favorable.

Con el dinero recibido por la venta de combustibles, a precio de mercado, Venezuela compra en la Argentina productos industriales, como ómnibus, ascensores y maquinaria agrícola, plantas productoras de hisopos radiactivos, genética animal y tecnología industrial, y no sólo las vaquillas preñadas que tanto chiste motivaron pero que para la primera década del siglo XXI constituyen un arcaísmo.

El “Trataría sobre Seguridad Energética” recopila una serie de sanos propósitos como la constitución de una Petrosuramérica, formada por empresas binacionales en todos los rubros energéticos imaginables.

El “Memorándum de Entendimiento” para construir una planta de regasificación de gas natural licuado aseguraría la provisión de combustible, para que no vuelva a ser necesario el corte del gas al complejo petroquímico de Bahía Blanca. Sobre un contrato firme de provisión, la Argentina podría conseguir crédito o emitir Bonos para financiar la construcción de la planta.

Para la semana próxima está prevista la firma del convenio que estipularía los volúmenes y los precios del suministro. El gobierno argentino está haciendo los mayores esfuerzos para que no se frustre el ingreso venezolano al Mercosur. A esas gestiones se debe que Chávez haya abandonado su tono de ultimátum al gobierno brasileño para la ratificación del protocolo de adhesión de Venezuela y que Brasil haya comenzado su estudio en las comisiones legislativas.

Pero sigue pendiente el acuerdo para la liberalización comercial de Venezuela con la Argentina y Brasil: Venezuela alega que desea defender su industria, pero en la práctica eso implica cerrar puertas a productos sudamericanos a favor de los que se exportan desde Estados Unidos, el principal consumidor del crudo bolivariano.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades