De la Rúa: el escenario y el futuro

El Presidente brindó en el Congreso un informe de situación, sus planes y objetivos. Y señaló su disconformidad con la herencia recibida.

11 diciembre, 1999

“Estoy convencido que su pronunciamiento no ha determinado sólo una victoria electoral, sino que es la expresión de un acto de libertad que simboliza el anhelo de un cambio profundo”.

De la Rúa se refería a la elección del 24 de octubre. Y la palabra cambio, ante la Asamblea Legislativa tuvo un significado indudable, que luego surgió en su discurso de alrededor de media hora.

Según pasan los años

Fue precisamente la desesperada necesidad de modificar un estado de cosas lo que llevó a Raúl Alfonsín a la Casa de Gobierno en 1983: el cambio de un país agobiado por la falta de consideración por la legalidad a la que lo sometió la dictadura.

Es el que llevó a Carlos Menem al poder, montado en un electorado que en 1989 quería atravesar cuanto antes la tormenta económica.

Y es ahora, en el vertiginoso vaivén de los argentinos, para el nuevo presidente hay un reclamo de cambios drásticos. Que a fines del siglo XX no apuran la hiperinflación o la presencia de militares levantiscos.

“El 24 de octubre los argentinos expresamos una firme vocación de cambio, ese cambio supone en primer término una estricta vigencia de los valores que deben estar necesariamente vinculados al estilo de gestión de los intereses públicos, la transparencia, la honestidad, la austeridad, la lucha permanente contra cualquier forma de corrupción, la convicción profunda de servir a la gente y no así mismo”.

Informe de situación. La corrupción

Austeridad, transparencia en los asuntos públicos (una asignatura que ciertos integrantes de la administración saliente tal vez deban rendir). Y la honestidad, una de las figuras más representativas en que se corporiza el cambio que, para De la Rúa, se le reclama.

Y lo expuso en el Congreso al decir que “quienes se hayan apartado o se aparten de esas normas elementales para todo gobernante o funcionario, serán sometidos a los jueces de la Nación”.

Vale señalar que desde fines de octubre se habla, a veces irónicamente, de la presunta existencia de pactos de impunidad para permitir la gobernabilidad. ¿Quiso dejar claro que sólo se trata de un rumor?

Informe económico

“El primer deber es decirnos la verdad, con honradez y con respeto y decirle al pueblo las cosas como son. Hoy asumo la Presidencia de la Nación sin que se haya aprobado el presupuesto del año 2000. El gobierno que hoy concluye su gestión vivió el efecto de años de crecimiento global (con lo que separó al menemismo de la consecución de logros que considera propios), reformó el Estado, hubo estabilidad monetaria mediante la convertibilidad y en rigor, debió entregar el país con cuentas ordenadas. En cambio, ha habido un enorme déficit presupuestario, alejado de la ley de responsabilidad fiscal, votada por este congreso”.

Y con respecto a los últimos movimientos administrativos de algunos funcionarios menemistas, dejó de lado todo eufemismo.

“Se multiplican los juicios contra el Estado mientras algunos funcionarios que se van solo piensan en aumentar la planta permanente de personal, dar aumentos de sueldo a sabiendas que no hay con qué pagarlos, o incurrir en gastos diferidos al próximo presupuesto. La situación es grave”.

Diagnóstico complejo

El jefe de Estado mostró descarnadamente este cuadro. Descolgó las guirnaldas que adornan una asunción, descorrió un velo y habló con crudeza.

“La situación es peor que la anunciada, más grave que la informada por el gobierno saliente, que habla de un orden financiero que en rigor no existe”. Sin anestesia, paradójicamente una de las figuras preferidas que utilizó el presidente saliente.

Resaltó sus intenciones de luchar contra evasión, que según lo manifestado la semana pasada por varios especialistas alcanza casi US$ 20.000 millones al año, y criticó al déficit y a fuentes generadoras. “Quienes lo hicieron critican sin aportar solución, debieron resolverlo para no entregar el país en una crisis de esta dimensión. Se anunció, y fue saludado por todos, una gran colaboración con el nuevo gobierno. Pero en los hechos aún no llegó y este Presidente asume sin el presupuesto aprobado”, agregó.

Luego instó a las provincias a ordenar sus cuentas y a evitar un déficit que deben financiar endeudándose más.

Pero también marcó su rol ante cada estado provincial, cuando dijo: “quiero aquí afirmar solemnemente que este presidente respetará a cada gobernador, cualquiera sea su color político, porque así se respeta al pueblo que lo eligió”.

Impuestos y soluciones

En cuanto a la sanción del nuevo paquete impositivo señaló que se le pide un esfuerzo mayor a quienes “pueden más”.

Y catalogó al desempleo como el mayor problema. Para vencerlo, dijo que debía “crecer la economía. En un contexto de crecimiento podremos generar nuevos puestos de trabajo. Para esto lo primero es equilibrar las cuentas públicas, porque un presupuesto equilibrado atraerá nuevas inversiones que nos pondrán en marcha y se evitará que el peso del déficit caiga sobre el conjunto de la población, que en definitiva es la que paga las consecuencias”.

En una clara señal dijo que “la Argentina será un ámbito seguro para las inversiones y consolidará su competitividad en la plena vigencia de sus instituciones republicanas y en el funcionamiento de la economía social de mercado”.

Relativizó a la globalización, un símbolo de los ´90, que muchos analistas comienzan a cuestionar. “Es una realidad cuyos riesgos debemos prevenir y que en lo posible debemos aprovechar con inteligencia. No se trata de aceptar ciegamente las reglas de un comercio internacional y mientras declame el ingreso y egreso irrestricto de bienes y servicios crea barreras para-arancelarias o incorpora subsidios explícitos o disimulados”.

Menciono su intención de impulsar las exportaciones, atacar el dumping y los subsidios.

Remarcó el desarrollo económico integrado, para las distintas regiones y sectores. También para las economías regionales, a las que calificó no como un terminó económico más “sino como un concepto profundo”.

Afirmó que hay grandes expectativas y que no se debe perder esta oportunidad. Mencionó su decisión de reducir el déficit y de abrir paso al crecimiento de la inversión y a las fuentes laborales. La decisión de mejorar la calidad de la educación, la salud y de combatir la pobreza.

Instó a los legisladores a alcanzar los instrumentos necesarios para salir de la crisis, volvió sobre el compromiso federal, un presupuesto genuino y las medidas fiscales de emergencia.

Luego subió al auto descapotable. Desandó entre la gente y la tensión de su custodia, las pocas cuadras que hay hasta la Casa Rosada, que estrenó un nuevo matiz del viejo color.

Recibió de Carlos Menem los atributos de mando y ambos políticos se abrazaron, ante los gritos de los reporteros gráficos, ávidos de esa foto.

Luego del saludo, a los dos hombres lo separaba la misma distancia que se observó en Olivos, hace poco más de un mes. La que De la Rúa había establecido minutos antes. Al hablar ante el Congreso.

“Estoy convencido que su pronunciamiento no ha determinado sólo una victoria electoral, sino que es la expresión de un acto de libertad que simboliza el anhelo de un cambio profundo”.

De la Rúa se refería a la elección del 24 de octubre. Y la palabra cambio, ante la Asamblea Legislativa tuvo un significado indudable, que luego surgió en su discurso de alrededor de media hora.

Según pasan los años

Fue precisamente la desesperada necesidad de modificar un estado de cosas lo que llevó a Raúl Alfonsín a la Casa de Gobierno en 1983: el cambio de un país agobiado por la falta de consideración por la legalidad a la que lo sometió la dictadura.

Es el que llevó a Carlos Menem al poder, montado en un electorado que en 1989 quería atravesar cuanto antes la tormenta económica.

Y es ahora, en el vertiginoso vaivén de los argentinos, para el nuevo presidente hay un reclamo de cambios drásticos. Que a fines del siglo XX no apuran la hiperinflación o la presencia de militares levantiscos.

“El 24 de octubre los argentinos expresamos una firme vocación de cambio, ese cambio supone en primer término una estricta vigencia de los valores que deben estar necesariamente vinculados al estilo de gestión de los intereses públicos, la transparencia, la honestidad, la austeridad, la lucha permanente contra cualquier forma de corrupción, la convicción profunda de servir a la gente y no así mismo”.

Informe de situación. La corrupción

Austeridad, transparencia en los asuntos públicos (una asignatura que ciertos integrantes de la administración saliente tal vez deban rendir). Y la honestidad, una de las figuras más representativas en que se corporiza el cambio que, para De la Rúa, se le reclama.

Y lo expuso en el Congreso al decir que “quienes se hayan apartado o se aparten de esas normas elementales para todo gobernante o funcionario, serán sometidos a los jueces de la Nación”.

Vale señalar que desde fines de octubre se habla, a veces irónicamente, de la presunta existencia de pactos de impunidad para permitir la gobernabilidad. ¿Quiso dejar claro que sólo se trata de un rumor?

Informe económico

“El primer deber es decirnos la verdad, con honradez y con respeto y decirle al pueblo las cosas como son. Hoy asumo la Presidencia de la Nación sin que se haya aprobado el presupuesto del año 2000. El gobierno que hoy concluye su gestión vivió el efecto de años de crecimiento global (con lo que separó al menemismo de la consecución de logros que considera propios), reformó el Estado, hubo estabilidad monetaria mediante la convertibilidad y en rigor, debió entregar el país con cuentas ordenadas. En cambio, ha habido un enorme déficit presupuestario, alejado de la ley de responsabilidad fiscal, votada por este congreso”.

Y con respecto a los últimos movimientos administrativos de algunos funcionarios menemistas, dejó de lado todo eufemismo.

“Se multiplican los juicios contra el Estado mientras algunos funcionarios que se van solo piensan en aumentar la planta permanente de personal, dar aumentos de sueldo a sabiendas que no hay con qué pagarlos, o incurrir en gastos diferidos al próximo presupuesto. La situación es grave”.

Diagnóstico complejo

El jefe de Estado mostró descarnadamente este cuadro. Descolgó las guirnaldas que adornan una asunción, descorrió un velo y habló con crudeza.

“La situación es peor que la anunciada, más grave que la informada por el gobierno saliente, que habla de un orden financiero que en rigor no existe”. Sin anestesia, paradójicamente una de las figuras preferidas que utilizó el presidente saliente.

Resaltó sus intenciones de luchar contra evasión, que según lo manifestado la semana pasada por varios especialistas alcanza casi US$ 20.000 millones al año, y criticó al déficit y a fuentes generadoras. “Quienes lo hicieron critican sin aportar solución, debieron resolverlo para no entregar el país en una crisis de esta dimensión. Se anunció, y fue saludado por todos, una gran colaboración con el nuevo gobierno. Pero en los hechos aún no llegó y este Presidente asume sin el presupuesto aprobado”, agregó.

Luego instó a las provincias a ordenar sus cuentas y a evitar un déficit que deben financiar endeudándose más.

Pero también marcó su rol ante cada estado provincial, cuando dijo: “quiero aquí afirmar solemnemente que este presidente respetará a cada gobernador, cualquiera sea su color político, porque así se respeta al pueblo que lo eligió”.

Impuestos y soluciones

En cuanto a la sanción del nuevo paquete impositivo señaló que se le pide un esfuerzo mayor a quienes “pueden más”.

Y catalogó al desempleo como el mayor problema. Para vencerlo, dijo que debía “crecer la economía. En un contexto de crecimiento podremos generar nuevos puestos de trabajo. Para esto lo primero es equilibrar las cuentas públicas, porque un presupuesto equilibrado atraerá nuevas inversiones que nos pondrán en marcha y se evitará que el peso del déficit caiga sobre el conjunto de la población, que en definitiva es la que paga las consecuencias”.

En una clara señal dijo que “la Argentina será un ámbito seguro para las inversiones y consolidará su competitividad en la plena vigencia de sus instituciones republicanas y en el funcionamiento de la economía social de mercado”.

Relativizó a la globalización, un símbolo de los ´90, que muchos analistas comienzan a cuestionar. “Es una realidad cuyos riesgos debemos prevenir y que en lo posible debemos aprovechar con inteligencia. No se trata de aceptar ciegamente las reglas de un comercio internacional y mientras declame el ingreso y egreso irrestricto de bienes y servicios crea barreras para-arancelarias o incorpora subsidios explícitos o disimulados”.

Menciono su intención de impulsar las exportaciones, atacar el dumping y los subsidios.

Remarcó el desarrollo económico integrado, para las distintas regiones y sectores. También para las economías regionales, a las que calificó no como un terminó económico más “sino como un concepto profundo”.

Afirmó que hay grandes expectativas y que no se debe perder esta oportunidad. Mencionó su decisión de reducir el déficit y de abrir paso al crecimiento de la inversión y a las fuentes laborales. La decisión de mejorar la calidad de la educación, la salud y de combatir la pobreza.

Instó a los legisladores a alcanzar los instrumentos necesarios para salir de la crisis, volvió sobre el compromiso federal, un presupuesto genuino y las medidas fiscales de emergencia.

Luego subió al auto descapotable. Desandó entre la gente y la tensión de su custodia, las pocas cuadras que hay hasta la Casa Rosada, que estrenó un nuevo matiz del viejo color.

Recibió de Carlos Menem los atributos de mando y ambos políticos se abrazaron, ante los gritos de los reporteros gráficos, ávidos de esa foto.

Luego del saludo, a los dos hombres lo separaba la misma distancia que se observó en Olivos, hace poco más de un mes. La que De la Rúa había establecido minutos antes. Al hablar ante el Congreso.

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