De la Rúa ante una realidad compleja

Luego de su estada en Berlín, encara una semana complicada. Paros sindicales y fisuras en el frente interno. Alfonsín retoma protagonismo con discreción.

5 junio, 2000

Luego de su estadía en Berlín, en la reunión de los gobernantes socialdemócratas, Fernando de la Rúa volvió a la Argentina.

Halagado por demostraciones de simpatía, declaraciones a favor de la justicia social y el pleno empleo, de apoyo a los intereses sociales y no tan sólo a los intereses del mercado, no logró, sin embargo, regresar con compromisos concretos de los países desarrollados de acotar sus políticas de subsidios y abrir sus puertas a la producción del mundo en desarrollo.

“No pedimos ayuda sino libertad de mercado y una cooperación mayor”, dijo el presidente argentino.

Destacó la actitud amplia de sus interlocutores, pero no pudo dar ninguna manifestación de optimismo a corto plazo respecto de la supresión de los aranceles que ponen trabas a las exportaciones argentinas.

Apenas tocó suelo de Buenos Aires revisó con sus colaboradores el cronograma de conflictos gremiales que le espera en el curso de la semana.

Mañana y pasado pararán los empleados de los bancos Nación y Central en repudio a los reajustes de sus sueldos; el jueves lo harán los afiliados a la Unión del Personal Civil de la Nación, y el viernes se concretará el paro general convocado por las tres centrales obreras: la CGT disidente de Hugo Moyano, la CTA –que encabeza el dirigente estatal Víctor De Gennaro– y la CGT oficial, cuyos dirigentes volcarán el apoyo de los demás gremios.

Pero también el frente interno preocupa al primer mandatario.

Los analistas políticos hablan de “crujidos” en la estructura de la Alianza, provenientes no sólo de los componentes del Frepaso, originados en la izquierda disidente del peronismo, sino en lo más granado de la conducción radical, donde se reclama mayor protagonismo para la UCR.

Raúl Alfonsín, Federico Storani, Leopoldo Moreau y Rodolfo Terragno, con distintas personalidades y estilos diferenciados, han expresado en diversas oportunidades sus discrepancias con las políticas exigidas por el Fondo Monetario Internacional.

El ex presidente, se ha acercado a Eduardo Duhalde, con quien sostuvo una larga reunión en su domicilio de la avenida Santa Fe, en procura de establecer puntos de coincidencia en torno de una política de concertación social.

Ambos coinciden en el rechazo a la figura de Menem y en que no habrá posibilidad alguna de paliar la crisis de la sociedad argentina sin el esbozo de un proyecto político común que apunte a revisar las condiciones impuestas por los centros financieros mundiales.

Es que el líder radical tiene la convicción de que los planes oficiales no pueden llevarse a la práctica sin un fuerte apoyo político y que mantener en un plazo de rigidez las propuestas emanadas de Economía implicaría repetir lo hecho por Carlos Menem y ahondar la crisis social.

Mientras tanto, será necesario cerrar la fisura planteada en el Congreso, donde un grupo de legisladores oficialistas expresó con actitudes concretas -comunicados y asistencia al acto del 3l de mayo- su oposición al ajuste dispuesto por el gobierno.

Pero en lo que coincide la mayoría de los comentaristas políticos es en que ese grupo no alimenta, por ahora, un ánimo de apertura respecto de la coalición que los llevó al poder.

Su posición apunta a la contención de todo gesto intransigente y, en cambio, a promover el debate interno para corregir líneas evitando la ruptura interna.

Luego de su estadía en Berlín, en la reunión de los gobernantes socialdemócratas, Fernando de la Rúa volvió a la Argentina.

Halagado por demostraciones de simpatía, declaraciones a favor de la justicia social y el pleno empleo, de apoyo a los intereses sociales y no tan sólo a los intereses del mercado, no logró, sin embargo, regresar con compromisos concretos de los países desarrollados de acotar sus políticas de subsidios y abrir sus puertas a la producción del mundo en desarrollo.

“No pedimos ayuda sino libertad de mercado y una cooperación mayor”, dijo el presidente argentino.

Destacó la actitud amplia de sus interlocutores, pero no pudo dar ninguna manifestación de optimismo a corto plazo respecto de la supresión de los aranceles que ponen trabas a las exportaciones argentinas.

Apenas tocó suelo de Buenos Aires revisó con sus colaboradores el cronograma de conflictos gremiales que le espera en el curso de la semana.

Mañana y pasado pararán los empleados de los bancos Nación y Central en repudio a los reajustes de sus sueldos; el jueves lo harán los afiliados a la Unión del Personal Civil de la Nación, y el viernes se concretará el paro general convocado por las tres centrales obreras: la CGT disidente de Hugo Moyano, la CTA –que encabeza el dirigente estatal Víctor De Gennaro– y la CGT oficial, cuyos dirigentes volcarán el apoyo de los demás gremios.

Pero también el frente interno preocupa al primer mandatario.

Los analistas políticos hablan de “crujidos” en la estructura de la Alianza, provenientes no sólo de los componentes del Frepaso, originados en la izquierda disidente del peronismo, sino en lo más granado de la conducción radical, donde se reclama mayor protagonismo para la UCR.

Raúl Alfonsín, Federico Storani, Leopoldo Moreau y Rodolfo Terragno, con distintas personalidades y estilos diferenciados, han expresado en diversas oportunidades sus discrepancias con las políticas exigidas por el Fondo Monetario Internacional.

El ex presidente, se ha acercado a Eduardo Duhalde, con quien sostuvo una larga reunión en su domicilio de la avenida Santa Fe, en procura de establecer puntos de coincidencia en torno de una política de concertación social.

Ambos coinciden en el rechazo a la figura de Menem y en que no habrá posibilidad alguna de paliar la crisis de la sociedad argentina sin el esbozo de un proyecto político común que apunte a revisar las condiciones impuestas por los centros financieros mundiales.

Es que el líder radical tiene la convicción de que los planes oficiales no pueden llevarse a la práctica sin un fuerte apoyo político y que mantener en un plazo de rigidez las propuestas emanadas de Economía implicaría repetir lo hecho por Carlos Menem y ahondar la crisis social.

Mientras tanto, será necesario cerrar la fisura planteada en el Congreso, donde un grupo de legisladores oficialistas expresó con actitudes concretas -comunicados y asistencia al acto del 3l de mayo- su oposición al ajuste dispuesto por el gobierno.

Pero en lo que coincide la mayoría de los comentaristas políticos es en que ese grupo no alimenta, por ahora, un ánimo de apertura respecto de la coalición que los llevó al poder.

Su posición apunta a la contención de todo gesto intransigente y, en cambio, a promover el debate interno para corregir líneas evitando la ruptura interna.

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