Críticas y clima de crisis en el gabinete de Putin

Herman Gryef, ministro de Economía (el “liberal” del gabinete) objetó abiertamente la reestatización del petróleo y el gas. Esta actitud sigue a la de Andriéi Illaryónov. Ambas revelan crecientes tensiones dentro del poder.

13 enero, 2005

Gryef exhortó a su propio gobierno a reprivatizar Rósñeft (crudos) y Yuganskñeftyegaz (YNG, antes núcleo del grupo Yukos), comprada recientemente por la estatal Gazprom en una subasta escandalosa. “Considero la intervención oficial directa en el sector hidrocaburos como injustificada. Esas dos empresas deben volver a ser privadas”, sostuvo en una entrevista publicada el miércoles 12 en Kommersyant, un periódico de negocios moscovita.

“Hoy el gobierno carece de eficiencia y, por consiguiente, las compañías estatales son mayormente ineficaces” (en ruso, una sola palabra expresa ineficaz-inefectivo-ineficiente”). Las declaraciones del titular económico ponen en descubierto un clima de fronda contra los “duros”, incondicionales del presidente Vladimir Putin.

Míjail Frádkov, el primer ministro –en realidad, sólo un jefe de gabinete-, figura entre quienes apoyan la “resovietización” de los recursos naturales no renovables. Es decir, la mayor injerencia del gobierno en un sector clave para atraer capitales internacionales de riesgo. Desde hace tiempo, Gryef disputa con Frádkov, pero ahora la cuestión llega al público e involucra a Putin.

Como para no dejar dudas, Gryef pidió la reforma de Gazprom, el monopolio estatal de gas natural. El ministro, que integra el directorio de la empresa, fue tajante: “La ineficacia de Gazprom es patente y no es posible apelar a palancas administrativas para que semejante conglomerado opere con eficiencia. Hacen falta mecanismos de mercado”.

Las expresiones del (¿ex?) ministro se han difundido dos semanas después de Illaryónov y su “desplante”. El entonces asesor económico de Putin calificó de “estafa del año” la malventa de YNG. Por supuesto, el atrevido fue degradado porque, además, había asistido al juicio de Míjail Jodorkovsky, oligarca fundador y ex controlante de Yukos.

Su intento (2001-2) de crear un partido de oposición al unicato presidencial le valió la cárcel –por una serie de cargos no siempre sustanciados- y la pérdida de Yukos. El grupo entró en bancarrota debido a exigencias tributarias que, en meses, pasaron de US$2.500 a 8.000 millones. Sugestivamente, ninguna de las acusaciones fiscales al preso aluden a su complicidad con la nomenclatura soviética para quedarse con vastos activos por monedas. Probablemente, porque Putin mismo pertenecía a esa elite burocrática.

Gryef no se limitó a YNG ni a Gazprom. En un ataque contra los siloviki, banda de ex jerarcas de la policía secreta soviética (KGB, donde Putin era director), el ministro afirmó: “Alguna gente que gusta llamarse ‘estatista’ debiera ser inhibida de manejar el país, pues sus ideas y acciones causan daño”. Exactamente lo que Jodorkovsky decía del mismo Putin, dos años atrás.

Gryef exhortó a su propio gobierno a reprivatizar Rósñeft (crudos) y Yuganskñeftyegaz (YNG, antes núcleo del grupo Yukos), comprada recientemente por la estatal Gazprom en una subasta escandalosa. “Considero la intervención oficial directa en el sector hidrocaburos como injustificada. Esas dos empresas deben volver a ser privadas”, sostuvo en una entrevista publicada el miércoles 12 en Kommersyant, un periódico de negocios moscovita.

“Hoy el gobierno carece de eficiencia y, por consiguiente, las compañías estatales son mayormente ineficaces” (en ruso, una sola palabra expresa ineficaz-inefectivo-ineficiente”). Las declaraciones del titular económico ponen en descubierto un clima de fronda contra los “duros”, incondicionales del presidente Vladimir Putin.

Míjail Frádkov, el primer ministro –en realidad, sólo un jefe de gabinete-, figura entre quienes apoyan la “resovietización” de los recursos naturales no renovables. Es decir, la mayor injerencia del gobierno en un sector clave para atraer capitales internacionales de riesgo. Desde hace tiempo, Gryef disputa con Frádkov, pero ahora la cuestión llega al público e involucra a Putin.

Como para no dejar dudas, Gryef pidió la reforma de Gazprom, el monopolio estatal de gas natural. El ministro, que integra el directorio de la empresa, fue tajante: “La ineficacia de Gazprom es patente y no es posible apelar a palancas administrativas para que semejante conglomerado opere con eficiencia. Hacen falta mecanismos de mercado”.

Las expresiones del (¿ex?) ministro se han difundido dos semanas después de Illaryónov y su “desplante”. El entonces asesor económico de Putin calificó de “estafa del año” la malventa de YNG. Por supuesto, el atrevido fue degradado porque, además, había asistido al juicio de Míjail Jodorkovsky, oligarca fundador y ex controlante de Yukos.

Su intento (2001-2) de crear un partido de oposición al unicato presidencial le valió la cárcel –por una serie de cargos no siempre sustanciados- y la pérdida de Yukos. El grupo entró en bancarrota debido a exigencias tributarias que, en meses, pasaron de US$2.500 a 8.000 millones. Sugestivamente, ninguna de las acusaciones fiscales al preso aluden a su complicidad con la nomenclatura soviética para quedarse con vastos activos por monedas. Probablemente, porque Putin mismo pertenecía a esa elite burocrática.

Gryef no se limitó a YNG ni a Gazprom. En un ataque contra los siloviki, banda de ex jerarcas de la policía secreta soviética (KGB, donde Putin era director), el ministro afirmó: “Alguna gente que gusta llamarse ‘estatista’ debiera ser inhibida de manejar el país, pues sus ideas y acciones causan daño”. Exactamente lo que Jodorkovsky decía del mismo Putin, dos años atrás.

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