Críticas de Economía al FMI y pesimismo en Moody´s

En vísperas de negociar otro acuerdo contingente, el gobierno le exigió “coherencia y predictibilidad” al Fondo Monetario. En parte, reaccionando a un funcionario de Moody´s, que había salido con el mismo discurso que el organismo.

7 julio, 2005

Roberto Lavagna y su influyente secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, aprovecharon un seminario privado para disparan en dos –si no tres- direcciones. Respecto del FMI, fueron hasta irónicos: “Esta entidad es un conglomerado de departamentos que, ante situaciones extremas, discrepan entre sí. Su apego a clisés ideológicos es inversamente proporcional a su conocimiento del terreno donde buscan instrumentar políticas”, afirmó Nielsen.

En la reunión había ejecutivos de Union des Banques Suisses (UBS, que no cree indispensable al Fondo), Merrill Lynch, Barclay’s, etc. En primera instancia, Nielsen y Lavagna aludían a recientes críticas de altos burócratas –escudados en Thomas Dawson- a la “displicencia” (sic) argentina ante bonistas y fondos de riesgo autoexcluidos del canje.

El titular de Economía hizo algo de historia. Años atrás, “mientras se expandían la crisis interna y la insolvencia externa, los directorios del FMI y del Banco Mundial votaban préstamo tras préstamo. Argentina era una cajita feliz (sic) de negocios fáciles, concentrados al corto plazo e incompatibles con el mediano. Ahora, cuando empezamos a crecer y disminuye el endeudamiento merced a un gran esfuerzo fiscal, hay quienes se ofuscan y emplean varios métodos de presión”, puntualizó Lavagna.

Por su parte, Nielsen señalaba que, “a fines de 2001, el Fondo cambió abruptamente la estrategia de rescatar a países en problemas y dijo que, en nuestro caso, su propia asistencia había convalidado fugas de capitales. En ese punto, la entidad se desentendió de los países sobrendeudados. Entonces, la buena fe que hoy le pide a la Argentina debiera reclamársela a nuestros acreedores”.

Tampoco el organismo procede de buena fe. “Las relaciones entre el FMI –apuntaba el funcionario- y sus principales accionistas, o sea el G-7, debieran ser más transparentes”. En indirecta alusión a Japón, Alemania e Italia, Nielsen destacó la colaboración de Estados Unidos.

En cuanto a Mauro Leos, un ejecutivo de Moody´s Investors Service para Latinoamérica, había salido a anunciar tiempos difíciles para las obligaciones financieras externas de Argentina. A poco de mejorar las calificaciones del país –lo cual hizo bajar el riesgo soberano a 462 puntos- , formuló una aclaración voluntarista: “Hay escasas probabilidades de que volvamos a subir notas en los próximos 24 meses”, presumió en un seminario interno agencia. Aparte de repetir datos del informe difundido al mejorar calificaciones, el técnico hizo suyas cifras y críticas del FMI. No parecía casual.

Roberto Lavagna y su influyente secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, aprovecharon un seminario privado para disparan en dos –si no tres- direcciones. Respecto del FMI, fueron hasta irónicos: “Esta entidad es un conglomerado de departamentos que, ante situaciones extremas, discrepan entre sí. Su apego a clisés ideológicos es inversamente proporcional a su conocimiento del terreno donde buscan instrumentar políticas”, afirmó Nielsen.

En la reunión había ejecutivos de Union des Banques Suisses (UBS, que no cree indispensable al Fondo), Merrill Lynch, Barclay’s, etc. En primera instancia, Nielsen y Lavagna aludían a recientes críticas de altos burócratas –escudados en Thomas Dawson- a la “displicencia” (sic) argentina ante bonistas y fondos de riesgo autoexcluidos del canje.

El titular de Economía hizo algo de historia. Años atrás, “mientras se expandían la crisis interna y la insolvencia externa, los directorios del FMI y del Banco Mundial votaban préstamo tras préstamo. Argentina era una cajita feliz (sic) de negocios fáciles, concentrados al corto plazo e incompatibles con el mediano. Ahora, cuando empezamos a crecer y disminuye el endeudamiento merced a un gran esfuerzo fiscal, hay quienes se ofuscan y emplean varios métodos de presión”, puntualizó Lavagna.

Por su parte, Nielsen señalaba que, “a fines de 2001, el Fondo cambió abruptamente la estrategia de rescatar a países en problemas y dijo que, en nuestro caso, su propia asistencia había convalidado fugas de capitales. En ese punto, la entidad se desentendió de los países sobrendeudados. Entonces, la buena fe que hoy le pide a la Argentina debiera reclamársela a nuestros acreedores”.

Tampoco el organismo procede de buena fe. “Las relaciones entre el FMI –apuntaba el funcionario- y sus principales accionistas, o sea el G-7, debieran ser más transparentes”. En indirecta alusión a Japón, Alemania e Italia, Nielsen destacó la colaboración de Estados Unidos.

En cuanto a Mauro Leos, un ejecutivo de Moody´s Investors Service para Latinoamérica, había salido a anunciar tiempos difíciles para las obligaciones financieras externas de Argentina. A poco de mejorar las calificaciones del país –lo cual hizo bajar el riesgo soberano a 462 puntos- , formuló una aclaración voluntarista: “Hay escasas probabilidades de que volvamos a subir notas en los próximos 24 meses”, presumió en un seminario interno agencia. Aparte de repetir datos del informe difundido al mejorar calificaciones, el técnico hizo suyas cifras y críticas del FMI. No parecía casual.

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