Con suma cautela, los ministros de economía y finanzas del G8 se reúnen en Rusia

Por primera vez se reúne en Moscú la reunión ministerial del Grupo de los 8 -- Estados Unidos, Rusia, Alemania, Reino Unido, Francia, Japón, Italia y Canadá – en medio sentimientos encontrados sobre la presidencia de Rusia en el “club de los ricos”.

11 febrero, 2006

Rusia – que este año ejerce la presidencia del grupo – es anfitriona por primera vez y reúne a los ministros en Moscú. Ayer viernes los ministros asistieron a un concierto en el Kremlin y hoy comenzaron las conversaciones formales. La presidencia le confiere cierto estatus y es, además, un reconocimiento no sólo al crecimiento que ha logrado el país con sus exportaciones de petróleo y gas sino también a la recuperación luego de la crisis post-comunista de los ’90.

Pero la posición renueva también un debate sobre si el país que gobierna Vladimir V. Putin debería siquiera estar en el G-8, mucho menos encabezar un club de democracias capitalistas.
Para Hugh Barnes, director del británico Foreign Policy Center, Rusia no está a la altura de los valores expresados por los miembros fundadores del club (en 1975, cuando era el grupo de los 6). “En aquel entonces, además de principios económicos como baja inflación y comercio libre, el grupo hablaba de gobierno democrático”, opina.

En particular, Moscú pretende movilizar las gestiones encaminadas a garantizar la seguridad energética a escala global, consciente de que la respuesta a este problema influye en el desarrollo económico y social de todos los países.

Sin embargo, el alboroto creado alrededor del precio del gas natural y el papelón de su disputa con Ucrania sobre la sonada interrupción del paso del gas (una pelea que casi deja a Europa con escasez de combustible en pleno invierno), no ayuda en nada a garantizar esa seguridad. Es muy probable que los ministros cuestionen al Kremlin sobre su confiabilidad como proveedor.

Otra prioridad, según el presidente ruso, es la creación de un sistema de vigilancia global sobre las infecciones peligrosas, el fomento de una cooperación permanente y del intercambio de información entre los científicos de diversos países.

El tercer objetivo prioritario durante la presidencia rusa en el G-8 será mejorar la calidad y la eficiencia de los sistemas de educación nacionales, así como elevar el grado de preparación profesional de los jóvenes, hallando las herramientas necesarias para incentivar a escala global las inversiones empresariales en este terreno.

Rusia busca concentrarse también en un programa para el alivio de la deuda en el mundo en desarrollo. Putin ha dicho que en la primera mitad de este año hará un prepago de entre US$ 11 y 12.000 millones de la deuda contraída en la era soviética. Va a proponer que los gobiernos del G-8 transfieran esos pagos al Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial que la usarían para cancelar deuda del Tercer Mundo. Pero Rusia, el país exportador de petróleo más grande del mundo después de Arabia Saudita, tiene más que los medios para pagar su deuda; si acapara y guarda el efectivo corre el riesgo de sobrevaluar el rublo y dañar las exportaciones.

Rusia propone además un debate sobre la creación de un sistema uniforme de contabilización de las reservas petroleras. Propone también que los países deben invertir para aumentar la producción e crudo en medio de un panorama de reservas extremadamente escasas.
Con todo, hay muchos críticos a quienes no convence el liderazgo de rusia en un club de democracias ricas. La economía rusa no se ubica entre las ocho más grandes del mundo. Ocupa el décimo lugar.

Para contestar ese argumento Putin dijo la semana pasada que le presencia de su país en el G-8 sirve para impedir que el club sea una “asamblea de gatos gordos”; su país todavía ve los problemas económicos desde la perspectiva de una nación en desarrollo.

Barry F. Lowenkron, subsecretario de estado de Estados Unidos, dijo días atrás ante el congreso de su país que la actual trayectoria de Rusia en cuanto a democracia es desalentadora. Prometió entonces que durante la reunión de este fin de semana “estados Unidos hablará honestamente sobre sus preocupaciones con los funcionarios rusos. “Lo hacemos como amigos de Rusia”.

Rusia – que este año ejerce la presidencia del grupo – es anfitriona por primera vez y reúne a los ministros en Moscú. Ayer viernes los ministros asistieron a un concierto en el Kremlin y hoy comenzaron las conversaciones formales. La presidencia le confiere cierto estatus y es, además, un reconocimiento no sólo al crecimiento que ha logrado el país con sus exportaciones de petróleo y gas sino también a la recuperación luego de la crisis post-comunista de los ’90.

Pero la posición renueva también un debate sobre si el país que gobierna Vladimir V. Putin debería siquiera estar en el G-8, mucho menos encabezar un club de democracias capitalistas.
Para Hugh Barnes, director del británico Foreign Policy Center, Rusia no está a la altura de los valores expresados por los miembros fundadores del club (en 1975, cuando era el grupo de los 6). “En aquel entonces, además de principios económicos como baja inflación y comercio libre, el grupo hablaba de gobierno democrático”, opina.

En particular, Moscú pretende movilizar las gestiones encaminadas a garantizar la seguridad energética a escala global, consciente de que la respuesta a este problema influye en el desarrollo económico y social de todos los países.

Sin embargo, el alboroto creado alrededor del precio del gas natural y el papelón de su disputa con Ucrania sobre la sonada interrupción del paso del gas (una pelea que casi deja a Europa con escasez de combustible en pleno invierno), no ayuda en nada a garantizar esa seguridad. Es muy probable que los ministros cuestionen al Kremlin sobre su confiabilidad como proveedor.

Otra prioridad, según el presidente ruso, es la creación de un sistema de vigilancia global sobre las infecciones peligrosas, el fomento de una cooperación permanente y del intercambio de información entre los científicos de diversos países.

El tercer objetivo prioritario durante la presidencia rusa en el G-8 será mejorar la calidad y la eficiencia de los sistemas de educación nacionales, así como elevar el grado de preparación profesional de los jóvenes, hallando las herramientas necesarias para incentivar a escala global las inversiones empresariales en este terreno.

Rusia busca concentrarse también en un programa para el alivio de la deuda en el mundo en desarrollo. Putin ha dicho que en la primera mitad de este año hará un prepago de entre US$ 11 y 12.000 millones de la deuda contraída en la era soviética. Va a proponer que los gobiernos del G-8 transfieran esos pagos al Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial que la usarían para cancelar deuda del Tercer Mundo. Pero Rusia, el país exportador de petróleo más grande del mundo después de Arabia Saudita, tiene más que los medios para pagar su deuda; si acapara y guarda el efectivo corre el riesgo de sobrevaluar el rublo y dañar las exportaciones.

Rusia propone además un debate sobre la creación de un sistema uniforme de contabilización de las reservas petroleras. Propone también que los países deben invertir para aumentar la producción e crudo en medio de un panorama de reservas extremadamente escasas.
Con todo, hay muchos críticos a quienes no convence el liderazgo de rusia en un club de democracias ricas. La economía rusa no se ubica entre las ocho más grandes del mundo. Ocupa el décimo lugar.

Para contestar ese argumento Putin dijo la semana pasada que le presencia de su país en el G-8 sirve para impedir que el club sea una “asamblea de gatos gordos”; su país todavía ve los problemas económicos desde la perspectiva de una nación en desarrollo.

Barry F. Lowenkron, subsecretario de estado de Estados Unidos, dijo días atrás ante el congreso de su país que la actual trayectoria de Rusia en cuanto a democracia es desalentadora. Prometió entonces que durante la reunión de este fin de semana “estados Unidos hablará honestamente sobre sus preocupaciones con los funcionarios rusos. “Lo hacemos como amigos de Rusia”.

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