Cinco certezas para la economía que viene

Lo único seguro es que hay tres candidatos con posibilidades que se disputan la presidencia de la Nación. En una semana se sabrá si uno de ellos es electo o si habrá ballotaje. Pero la gran incógnita es cuál es la realidad que encontrará el ganador.

19 octubre, 2015

Todos los candidatos han dado indicios y datos sobre quiénes serán sus ministros de economía o principales referentes en la materia. En el caso de Daniel Scioli, precisó que será Silvina Batakis, su actual ministro del ramo en la Provincia. Aunque tiene prominentes asesores como Miguel Bein, Mario Blejer y Miguel Peirano, que podrían ocupar otras carteras vinculadas con el quehacer económico. Algunos analistas explican que Batakis es la mejor opción, por su lealtad total al candidato, su capacidad de negociación financiera y su ordenada gestión en el plano fiscal. Otros, más escépticos, dicen que será la transición: devaluará, arreglará con los fondos buitre, recortará gastos y aumentará aumentos. Cuando genere reacciones, renunciará y dará paso a otro candidato para un plan de más largo plazo.

Para Sergio Massa, Roberto Lavagna es un superministro. Tal vez su Jefe de Gabinete, si tuviera oportunidad de llegar. Pero no el titular de Economía. Quizás Ricardo Delgado.

En cuanto a Mauricio Macri hay varios candidatos que suenan. Federico Sturzenegger, Rogelio Frigerio o Adolfo de Prat Gay.

Pero en general, con matices, todos insisten en que empieza una nueva etapa donde privará la sensatez en las decisiones, la prudencia y la previsibilidad. ¿El cómo? Ese es otro problema. Hay algunos problemas relevantes que deberán enfocarse sí o sí. Certezas con las que se tropezará el equipo al que le toque gobernar, gane el que gane.

 

Primera certeza. Fondos buitres y dólar.

Todos los candidatos, en forma abierta o disimulada (el gobernador Urtubey de Salta habló por Scioli), están a favor de un arreglo inmediato con los acreedores externos. En verdad ya hay avanzadas gestiones con ellos. Si se arregla con los buitres, se normaliza el crédito externo y el país puede conseguir fondos todavía a bajas tasas de interés (Chile paga 3%, nosotros tasas de dos dígitos).

Los cálculos más equilibrados dicen que el año próximo el dólar oficial oscilará entre 12 y 14 pesos (y que subsistirá el blue o paralelo a mayor precio).

Si se instaura un clima de confianza y se pagan buenos intereses en dólares, puede aparecer buena parte de las divisas que hoy están debajo del colchón de los argentinos.

 

Segunda certeza. La caja de Pandora del Central.

Nadie sabe con precisión cuáles serán las reservas netas, líquidas en dólares que se encontrarán en el Banco Central cuando asuman las nuevas autoridades (ni si seguirá el actual Presidente de la institución por más que tenga un mandato prolongado).

Los más desconfiados aseguran que habrá alrededor de US$ 4.500 millones (más un montón de pagarés incobrables del Poder Ejeutivo), y préstamos que retornar en especial a China por los famosos swaps con renminbis.

Pero si se consigue crédito externo se pueden reforzar las reservas. Un punto a favor de la administración que termina es que el endeudamiento externo es bajo y permite recurrir a este mecanismo.

Si hay un conjunto de medidas como un programa orgánico, la confianza puede hacer que los argentinos retornen dólares al país y los depositen localmente.

Macri, por ejemplo, jura que pondrá en marcha el plan de infraestructura más grande que haya existido en el país, generando empleo y estimulando el crecimiento (Keynes, un poroto).

Si no hay dólares para pagar las importaciones de insumos industriales, es toda la economía la que lo pagará y la reactivación será una ilusión frustrada.

 

Tercera certeza. El famoso cepo del dólar.

Macri se apresuró y luego retrocedió: primero dijo que en 24 horas levantaba el cepo, se arrepintió cuando hasta sus asesores le saltaron a la garganta. Ahora el discurso pasa por el gradualismo (el de todos, en verdad). Aunque la situación puede ser tan crítica que el gradualismo puede quedar relegado para otros campos de la actividad gubernamental.

Todos también hablan de reducir las retenciones a las exportaciones de granos y oleaginosas. Para algunos hay que reducir a cero las retenciones al trigo, el maíz, etc. En cambio, con la soja es distinto. El más valiente, promete el primer año una reducción de 5%. No puede quedar vacía la caja del Estado.

Habrá que reactivar el consumo para que la industria y la economía también se reactiven (vienen de una larga recesión).

Los recortes en los gastos públicos son necesarios, pero en este tema son todos gradualistas. Es que el peso del aparato público es enorme, ya que duplicó su tamaño respecto del PBI en los últimos 12 años.

 

Cuarta certeza. Reducir la inflación.

No se logra mágicamente. Dependerá de un bien pensando plan de medidas en todos los campos, coherentes. Pero es posible comenzar –solo comenzar- a reducir el ritmo inflacionario. Los más optimistas, aseguran que en dos años estará en un dígito. Los más realistas sugieren que llevará cuatro años llegar a ese punto. El objetivo final es situarla como en los países industrializados, en el orden de 5% anual.

En todo caso –otra vez- los menos gradualistas en este campo son Macri y su equipo económico.

Inflación con estancamiento es el peor de los mundos. Pero hace falta –dicen todos los asesores de los candidatos- un programa completo de reactivación más que una devaluación brutal que no solucionará los problemas. No es la misma situación del 2001, insisten.

Aún así, habrá que ver si se logra evitar una devaluación en los primeros meses de gobierno.

 

 

Quinta certeza. La bomba de los subsidios.

Nadie duda que hay que desmontarla. Los subsidios se han convertido en un disparate. Los precios reales del transporte en todas sus tarifas (subte, ómnibus y trenes) son varias veces el valor actual. Si se quiere llegar a sincerarlas demasiado bruscamente puede haber perturbaciones sociales graves.

Aquí la idea es mayor eficiencia en el sentido de subsidiar a los pobres y a quienes lo necesitan de verdad, dejando que la clase media y alta pague los precios reales lo más pronto posible.

En cuanto a los subsidios sociales, la idea es mantenerlos (todos los candidatos se han expedido en este sentido) pero dando eficiencia y transparencia a la gestión. Eliminando abusos, planes indebidos, clientelismo político puro, y fomentando a la vez una cultura del trabajo que permita la reinserción de mucha gente en empleos verdaderos (para lo cual hay que crear puestos de trabajo que no existen en el sector privado y reactivar la economía en general).

También congelar el empleo en el sector público que ha crecido de modo absurdo, trasuntando que oculta otra manera de dar subsidios a personas a las que se les genera una dependencia política del dador.

En cuanto a la energía, cuyo autobastecimiento perdimos en la década pasada. por una errónea política en este campo, pasan dos cosas. La positiva es que la factura energética es menor por dos razones: una, el costo de barril de petróleo pasó de US$ 120 a menos de US$ 50 en un año, provocando un ahorro sensible. Pero la otra es que hay menor demanda por menor actividad industrial y de la economía en general.

En cuanto a la negativa, recuperar el autoabastecimiento puede llevarnos diez años, siempre que las inversiones anuales sean del orden de US$ 20 mil millones anuales. Una cifra que parece imposible de conseguir en este contexto, aun contando con abundante inversión de capitales extranjeros, algo que está por verse.

En todo caso el clima es de optimismo. Según la encuesta realizada por D´Alessio Irol para el reciente Coloquio de Idea, entre 178 ejecutivos, hay la esperanza para 2016 de un crecimiento de las ventas, de las exportaciones y de la inversión, pero no habrá una fuerte creación de empleo.

Para terminar: el verdadero tema central que aparece en los debates es el de la gobernabilidad. ¿Cómo se aprobará una ley en un Parlamento partido al menos cinco fracciones? Pongamos un ejemplo. Supongamos que Mauricio Macri es presidente y envía un proyecto pidiendo la privatización de Aerolíneas debido al desastroso déficit acumulado por la gestión estatal. Buena parte del peronismo se opondría. Pero peor, su propio bloque de Cambiemos se partiría: los radicales no votarían en contra de la estatización.

Es decir, el futuro es una laboriosa alianza –cualquiera sea el Presidente- para cualquier tema. Alianzas en permanentes transformaciones y combinaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

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