China y Japón, rivales unidos por lazos económicos

En dias de tensiones y brotes nacionalistas, aun en Estados Unidos, Japón y China están económicamente más próximos que nunca. Sus vínculos empiezan a eclipsar los de Tokio y Washington, que solían suponerse los más sólidos del mundo.

7 noviembre, 2005

Esos lazos contrastan con el deterioro de relaciones diplomáticas, que llegó a un nadir –semanas atrás- cuando el primer ministro Junichiro Koizymi visitó al altar de Yasukuni. Es un monumento de corte nacionalista, dedicado a lus muertos en las guerras desde las chinojaponesas de 1895 y 1932-44, pasando la rusojaponesas de 1905 (Manchuria), hasta la II guerra mundial.

El poco sensato gesto de Koizumi hizo que Beijing cancelase conversaciones bilateral de alto nivel. En un plano más genérico, es obvio que China está recobrando el liderazgo geopolítico histórico en Asia oriental, que perdiera a manos de algunas potencias europeas durante las guerras del opio (mediados del siglo XIX) y la ocupación japonesa de Formosa y Corea (1895). Curiosamente, cuando Beijing dominaba la región, dos intentos de invadir Japón (siglo XIII de la era común) terminaron en fracasos. De paso, lo de “Sol Naciente” es una definición geográfica china, pues la prmera emperatriz japonesa era la diosa lunar.

Por supuesto, con Taiwán recobrada en 1945 y Corea de nuevo independienmte –aunque dividida- ese mismo año, no existen reivindicaciones territoriales importantes, pues Formosa es “sólo una provincia disidente”. No obstante, “estos útimos años, nuestras relaciones han sido en blanco y negro”, señala Toshio Hori, gerente general del Tokyo-Mitsubishi Bank en Shanghai, la mayor ciudad china. “En lo político, somos pesimistas pero, en lo económico y cultural, los nexos se multiplican”.

En los hechos, las posibilidades de que roces políticos desemboquen en conflictos abiertos quedan acotadas por la propia interacción económica: ambos países tienen mucho que perder “politizando” esos vínculos. En primer lugar, el abrupto aumento del comercio con China está sacado a Japón de quince años de estancamiento, expansión muy débil o lapsos recesivos. Por otro lado, las exportaciones chinas –baratas- van bajando costos para usuarios y consumidores del Sol Naciente.

Al mismo tiempo, operan factores educativos y culturales. En este moneto, más de 150.000 estudiantes chinos asisten a univeridades y escuelas de idioma japonesas, mientras un millón de chinos trabaja en compañías niponas. Shanghai es residencia oficial de 20.000 e informal de 100.000 japoneses (en tiempos de la ocupación, 1932-44, llegó a haber un millón). En tercer térmico, la invesión japonesa ditecta totalizaba US$ 31.500 millones a mediados de año.

El ascenso chino ha sido tan rápido que Tokio debe hoy acostumbrase a la idea de verdadera competencia en Asia oriental. Por de pronto, el Reino del Medio supera en tamaño económico a a su viejo rivañ y, en un futuro razonable, podría emularlo en calidad y complejidad tecnoindustrial.

Por supuesto, la apabullante victoria electoral del “nacionaliosta” Koizumi da a entender que las relaciones oficiales seguirán volátiles. No obstante, el primer ministro deberá retirarse en 2006 y eso oidrpia mejorar mucho el clima. Entretanto, entre los estudiantes de la universidad tecnológica Dalian (Shanghai), la mayor del país, muchos de quienes aspitan a trabajar en empresas japoneses, impera el pragmatismo. “Los antiguos problemas son justamente eso, historia. Hay que realistas”, sostenía, varios graduados.

Esporádicamente, ese pragmatismo se nota en Japón, donde contrasta con drigentes que se temen, a veces hasta la histeria, a una China en auge. Intersados en atraer negocios y capitales del oeste (Japón está al este, claro), varios municipios del archipiélago hacen activa promoción; especialmente, en el área de Shanghai.

En general, los empresarios chinos creen que ambos países se acercan, pese a una relación oficial distante. En parte porque, al cabo de milenio y medio, todavía no se entiende del todo bien. A su vez, banqueros y empresarios nipones acompañan las reformas internas de Koizumi, pero sus actitud antagónica a China. Algunos hasta temen que, tras Koizume, aparezca un líder que sea, al mismo tiempo, nacionalista y populista.

Esos lazos contrastan con el deterioro de relaciones diplomáticas, que llegó a un nadir –semanas atrás- cuando el primer ministro Junichiro Koizymi visitó al altar de Yasukuni. Es un monumento de corte nacionalista, dedicado a lus muertos en las guerras desde las chinojaponesas de 1895 y 1932-44, pasando la rusojaponesas de 1905 (Manchuria), hasta la II guerra mundial.

El poco sensato gesto de Koizumi hizo que Beijing cancelase conversaciones bilateral de alto nivel. En un plano más genérico, es obvio que China está recobrando el liderazgo geopolítico histórico en Asia oriental, que perdiera a manos de algunas potencias europeas durante las guerras del opio (mediados del siglo XIX) y la ocupación japonesa de Formosa y Corea (1895). Curiosamente, cuando Beijing dominaba la región, dos intentos de invadir Japón (siglo XIII de la era común) terminaron en fracasos. De paso, lo de “Sol Naciente” es una definición geográfica china, pues la prmera emperatriz japonesa era la diosa lunar.

Por supuesto, con Taiwán recobrada en 1945 y Corea de nuevo independienmte –aunque dividida- ese mismo año, no existen reivindicaciones territoriales importantes, pues Formosa es “sólo una provincia disidente”. No obstante, “estos útimos años, nuestras relaciones han sido en blanco y negro”, señala Toshio Hori, gerente general del Tokyo-Mitsubishi Bank en Shanghai, la mayor ciudad china. “En lo político, somos pesimistas pero, en lo económico y cultural, los nexos se multiplican”.

En los hechos, las posibilidades de que roces políticos desemboquen en conflictos abiertos quedan acotadas por la propia interacción económica: ambos países tienen mucho que perder “politizando” esos vínculos. En primer lugar, el abrupto aumento del comercio con China está sacado a Japón de quince años de estancamiento, expansión muy débil o lapsos recesivos. Por otro lado, las exportaciones chinas –baratas- van bajando costos para usuarios y consumidores del Sol Naciente.

Al mismo tiempo, operan factores educativos y culturales. En este moneto, más de 150.000 estudiantes chinos asisten a univeridades y escuelas de idioma japonesas, mientras un millón de chinos trabaja en compañías niponas. Shanghai es residencia oficial de 20.000 e informal de 100.000 japoneses (en tiempos de la ocupación, 1932-44, llegó a haber un millón). En tercer térmico, la invesión japonesa ditecta totalizaba US$ 31.500 millones a mediados de año.

El ascenso chino ha sido tan rápido que Tokio debe hoy acostumbrase a la idea de verdadera competencia en Asia oriental. Por de pronto, el Reino del Medio supera en tamaño económico a a su viejo rivañ y, en un futuro razonable, podría emularlo en calidad y complejidad tecnoindustrial.

Por supuesto, la apabullante victoria electoral del “nacionaliosta” Koizumi da a entender que las relaciones oficiales seguirán volátiles. No obstante, el primer ministro deberá retirarse en 2006 y eso oidrpia mejorar mucho el clima. Entretanto, entre los estudiantes de la universidad tecnológica Dalian (Shanghai), la mayor del país, muchos de quienes aspitan a trabajar en empresas japoneses, impera el pragmatismo. “Los antiguos problemas son justamente eso, historia. Hay que realistas”, sostenía, varios graduados.

Esporádicamente, ese pragmatismo se nota en Japón, donde contrasta con drigentes que se temen, a veces hasta la histeria, a una China en auge. Intersados en atraer negocios y capitales del oeste (Japón está al este, claro), varios municipios del archipiélago hacen activa promoción; especialmente, en el área de Shanghai.

En general, los empresarios chinos creen que ambos países se acercan, pese a una relación oficial distante. En parte porque, al cabo de milenio y medio, todavía no se entiende del todo bien. A su vez, banqueros y empresarios nipones acompañan las reformas internas de Koizumi, pero sus actitud antagónica a China. Algunos hasta temen que, tras Koizume, aparezca un líder que sea, al mismo tiempo, nacionalista y populista.

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