China: Las reservas internacionales como arma estratégica

El producto bruto interno chino ha subido casi 9% durante 2004 y el industrial cerca de 15%. Pero esa economía tiene vulnerabilidades estructurales y financieras, que exigirán emplear las enormes reservas en divisas como arma estratégica.

6 enero, 2005

Así lo sostiene Dipak Lala (Universidad de California, Los Ángeles), a cuyo criterio: “Más de US$ 600.000 millones acumulados pueden ser la medicina requerida. Los problemas financieros de China, en efecto, se originan en altos subsidios permanentes a las empresas estatales, vía el sistema bancario (también estatal). Su objeto –recuerda el nepalés- es prevenir el desempleo y solventar beneficios sociales”.

En el largo plazo, eso puede afectar la tasa de ahorro interno, hoy muy elevada, que sostiene el “milagro chino”. Pero, “al presente, casi 90% de las familias tiene su dinero colocado en bancos estatales, por falta de opciones. A su vez, esas instituciones represtan a firmas también estatales. Por el contrario, las inversiones en el sector privado –puntal del crecimiento industrial- se autofinancian o dependen de capitales externos”.

Con poquísimas compañías privadas dispuestas o autorizadas a cotizar en bolsa, los inversores sólo disponen de acciones de empresas estatales. Su turbia contabilidad y falta de viabilidad impiden que el público invierta en esos papeles. Por lo tanto, la plaza bursátil china es pequeña y volátil (HongKong, claro, es otra historia; pero empieza a sentir esas restricciones).

Al mismo tiempo, “dificultades microeconómicas para emplear los tipos de interés como estímulos al ahorro acarrean consecuencia macroeconómicas. Como el Banco Central –explica Lala- no puede, en efecto, usarlos para regular la demanda agregada, sólo restan medidas administrativas muy elementales para enfriar la economía”.

Por otra parte, las fragilidades del sistema financiero impiden pasar a una política de flexibilidad cambiaria, como quisiera Estados Unidos. Al respecto, el experto afirma: “El creciemiento ligado a la exportación no depende de un yüan subvaluado. Dado que casi todas las ventas de manufacturas contienen escaso valor agregado exógeno, las modificaciones en la paridad cambiaria tendrían escaso efecto en la rentabilidad de los exportadores”.

Entonces, “la clave reside en reservas internacionales que, a fines de 2004, representaban 60% del PBI (estimado en US$ 1 billón) y se componían mayormente de bonos norteamericanos. Aparte de constituir un absurdo –un país en desarrollo transfiriendo liquidez a la segunda economía del mundo-, eso hace recaer sobre China el deterioro de los activos en dólares”. Desde los máximos alcanzados a mediados de 2002, la divisa referencial se ha depreciado casi 35% en relación con sus rivales.

“Existe una forma mejor de aprovechar esas reservas. Como máximo –señala Lala- bastan unos US$ 100.000 millones para neutralizar ataques especulativos sobre la paridad cambiaria. El resto podría constituirse en un fondo de reestructuración, manejado por el Banco Central. El esquema operaría como cualquier fondo de pensión grande, cuya renta media anual fuese 8% durante una década”.

Si el hipotético fondo pudiese acercarse a esos guarismos, “depararía US$ 40.000 de renta anual, 4% del PBI chino. Estas utilidades se emplearían para ir compensando gradualmente los quebrantos de las empresas estatales. Entretanto, se las trataría como compañías normales: privatizables algunas, liquidables otras”. Sin la menor duda, US$ 600.000 millones en reservas son una formidable arma estratégica”.

Así lo sostiene Dipak Lala (Universidad de California, Los Ángeles), a cuyo criterio: “Más de US$ 600.000 millones acumulados pueden ser la medicina requerida. Los problemas financieros de China, en efecto, se originan en altos subsidios permanentes a las empresas estatales, vía el sistema bancario (también estatal). Su objeto –recuerda el nepalés- es prevenir el desempleo y solventar beneficios sociales”.

En el largo plazo, eso puede afectar la tasa de ahorro interno, hoy muy elevada, que sostiene el “milagro chino”. Pero, “al presente, casi 90% de las familias tiene su dinero colocado en bancos estatales, por falta de opciones. A su vez, esas instituciones represtan a firmas también estatales. Por el contrario, las inversiones en el sector privado –puntal del crecimiento industrial- se autofinancian o dependen de capitales externos”.

Con poquísimas compañías privadas dispuestas o autorizadas a cotizar en bolsa, los inversores sólo disponen de acciones de empresas estatales. Su turbia contabilidad y falta de viabilidad impiden que el público invierta en esos papeles. Por lo tanto, la plaza bursátil china es pequeña y volátil (HongKong, claro, es otra historia; pero empieza a sentir esas restricciones).

Al mismo tiempo, “dificultades microeconómicas para emplear los tipos de interés como estímulos al ahorro acarrean consecuencia macroeconómicas. Como el Banco Central –explica Lala- no puede, en efecto, usarlos para regular la demanda agregada, sólo restan medidas administrativas muy elementales para enfriar la economía”.

Por otra parte, las fragilidades del sistema financiero impiden pasar a una política de flexibilidad cambiaria, como quisiera Estados Unidos. Al respecto, el experto afirma: “El creciemiento ligado a la exportación no depende de un yüan subvaluado. Dado que casi todas las ventas de manufacturas contienen escaso valor agregado exógeno, las modificaciones en la paridad cambiaria tendrían escaso efecto en la rentabilidad de los exportadores”.

Entonces, “la clave reside en reservas internacionales que, a fines de 2004, representaban 60% del PBI (estimado en US$ 1 billón) y se componían mayormente de bonos norteamericanos. Aparte de constituir un absurdo –un país en desarrollo transfiriendo liquidez a la segunda economía del mundo-, eso hace recaer sobre China el deterioro de los activos en dólares”. Desde los máximos alcanzados a mediados de 2002, la divisa referencial se ha depreciado casi 35% en relación con sus rivales.

“Existe una forma mejor de aprovechar esas reservas. Como máximo –señala Lala- bastan unos US$ 100.000 millones para neutralizar ataques especulativos sobre la paridad cambiaria. El resto podría constituirse en un fondo de reestructuración, manejado por el Banco Central. El esquema operaría como cualquier fondo de pensión grande, cuya renta media anual fuese 8% durante una década”.

Si el hipotético fondo pudiese acercarse a esos guarismos, “depararía US$ 40.000 de renta anual, 4% del PBI chino. Estas utilidades se emplearían para ir compensando gradualmente los quebrantos de las empresas estatales. Entretanto, se las trataría como compañías normales: privatizables algunas, liquidables otras”. Sin la menor duda, US$ 600.000 millones en reservas son una formidable arma estratégica”.

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