China e India, dos gigantes ávidos de hidrocarburos

India siente ya la misma sed de petróleo que muestra China. Los dos países más poblados del mundo compiten entre sí por crudos y gas. O sea, son claves en la firmeza de precios internacionales que desvela a las economías centrales.

18 febrero, 2005

Expertos occidentales en la materia naturalmente admiran los avances económicos de ambos países, aunque suelan exagerarse ciertas estadísticas y disimularse muchas otras. Sea como fuere, el sector combustibles fósiles (no “energía”, que es resultado de ellos) ve con inquietud los efectos futuros de la demanda conjunta de China e India.

Si bien sus productos brutos per caput están todavía muy lejos de los registrados en economías industriales, juntos representan 37% de la población mundial. A medida como mejoran las condiciones de vida, chinos e indios consumen más hidrocarburos –lo cual apunta a precios internacionales firmes- y, por ende, acentúan el efecto invernadero vía más emanaciones dañinas a la atmósfera.

Con tecnologías e ingeniería más asequibles alrededor del planeta, los yacimientos reales y potenciales más remotos reciben a técnicos que hablan en mandarín, hindí o un inglés por momentos arcano. Así se los ve en estados tan parias –desde todo punto de vista- como Birmania o Sudán, lo cual saca de quicio a los estrategas norteamericanos (ya histéricos por el flujo de capitales a Irán) y rusos, que temen el interés de indios o chinos en las reservas petroleras de Chechenia y alrededores.

Los riesgos de que China devore lagos de crudos vienen analizándose desde hace varios años, pero su demanda de hidrocarburos parece aumentar bastante más de lo previsto. Sólo en 2004, las importaciones de crudos y gas subieron un tercio respecto de 2002 y, ahora, superan por vez primera las compras japonesas.

Sin llegar a los mismos volúmenes, India surge como creciente importador de petróleo. Para peor, la producción local india y china viene aflojando, por escasez de reservas cubicadas. En consumo, China cede sólo a Estados Unidos e India está ya en el cuarto puesto mundial.

Millones de chinos e indios usan cada año más combustibles fósiles en automotores y consumen indirectamente más petróleo, vía la electricidad provista por usinas térmicas. Las inversiones en proyectos hidroeléctricos se han retrasado al correr de los años y, por otra parte, cada unos de ellos exige años para entrar en generación. El correlato de tanto consumo es la emisión de gases nocivos: sólo el año pasado, en China creció 15%.

Por ahora, el protocolo de Kyoto no impone a China e India límites específicos a esas emisiones. Ambos adhirieron, justamente, prometiendo ir restringiéndolas paulatinamente en forma voluntaria. Aun los ambientalistas vacilan en ponerse duros con ambos porque su consumo energético por habitante es inferior a un sexto del norteamericanos (y EE.UU. ha rechazado el protocolo).

Expertos occidentales en la materia naturalmente admiran los avances económicos de ambos países, aunque suelan exagerarse ciertas estadísticas y disimularse muchas otras. Sea como fuere, el sector combustibles fósiles (no “energía”, que es resultado de ellos) ve con inquietud los efectos futuros de la demanda conjunta de China e India.

Si bien sus productos brutos per caput están todavía muy lejos de los registrados en economías industriales, juntos representan 37% de la población mundial. A medida como mejoran las condiciones de vida, chinos e indios consumen más hidrocarburos –lo cual apunta a precios internacionales firmes- y, por ende, acentúan el efecto invernadero vía más emanaciones dañinas a la atmósfera.

Con tecnologías e ingeniería más asequibles alrededor del planeta, los yacimientos reales y potenciales más remotos reciben a técnicos que hablan en mandarín, hindí o un inglés por momentos arcano. Así se los ve en estados tan parias –desde todo punto de vista- como Birmania o Sudán, lo cual saca de quicio a los estrategas norteamericanos (ya histéricos por el flujo de capitales a Irán) y rusos, que temen el interés de indios o chinos en las reservas petroleras de Chechenia y alrededores.

Los riesgos de que China devore lagos de crudos vienen analizándose desde hace varios años, pero su demanda de hidrocarburos parece aumentar bastante más de lo previsto. Sólo en 2004, las importaciones de crudos y gas subieron un tercio respecto de 2002 y, ahora, superan por vez primera las compras japonesas.

Sin llegar a los mismos volúmenes, India surge como creciente importador de petróleo. Para peor, la producción local india y china viene aflojando, por escasez de reservas cubicadas. En consumo, China cede sólo a Estados Unidos e India está ya en el cuarto puesto mundial.

Millones de chinos e indios usan cada año más combustibles fósiles en automotores y consumen indirectamente más petróleo, vía la electricidad provista por usinas térmicas. Las inversiones en proyectos hidroeléctricos se han retrasado al correr de los años y, por otra parte, cada unos de ellos exige años para entrar en generación. El correlato de tanto consumo es la emisión de gases nocivos: sólo el año pasado, en China creció 15%.

Por ahora, el protocolo de Kyoto no impone a China e India límites específicos a esas emisiones. Ambos adhirieron, justamente, prometiendo ir restringiéndolas paulatinamente en forma voluntaria. Aun los ambientalistas vacilan en ponerse duros con ambos porque su consumo energético por habitante es inferior a un sexto del norteamericanos (y EE.UU. ha rechazado el protocolo).

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