<p>Ésa es la intención del chino Huang Nubo, multimillonario, golfista, poeta y aventurero. Según cifras provisorias, su objeto es comprar 300 km2. Pero las características del terreno son tan hostiles que mucha gente sospecha ulteriores motivos. Máxime recordando que el magnate fue alto funcionario en el departamento de propaganda del partido Comunista chino.<br />
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En otros términos, esta operación podría ser un caballo de Troya, una avanzada estratégica en pleno Ártico, entre Europa septentrional, Groenlandia y Canadá. Sobre todo porque el recalentamiento océanico abre el mar circumpolar a la exploración, la explotación y el transporte de hidrocarburos. <br />
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Huang rechaza de plano tales teorías conspirativas. Arguye que su contacto con el remoto norte comenzó cuando compartía cuarto con un estudiante islandés en la residencia universitaria de Beijing. Su fascinación con la Última Tule se acentuó el año pasado, al visitar el país y auspiciar un festival poético en Reykjavik.<br />
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Sean cuáles fueren los móviles, la operación demuestra cómo el dragón, sus empresarios y emprendedores buscan formas de emplear en el exterior su poder financiero. Desde tierras africanas cultivables hasta cobre chileno, vinos franceses de guarda y una automotriz sueca, los chinos están captando recursos de toda índole alrededor del planeta.<br />
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<p>La tendencia marca un cambio en el modelo de crecimiento impuesto en 1978, muy dependiente de la inversión externa directa (IED). En rigor, durante los últimos años China competía con Estados Unidos como destino principal de IED.</p>
<p>Hasta el momento, los controles al capital les dificultaban a los empresarios chinos invertir en el exterior. Pero esta política comienza a aflojar. Tanto que las colocaciones directas hacia fuera pasaron de US$ 15.000 millones en 2004 a más de 220.000 millones en 2010. No obstante, Beijing todavía representa apenas 1,2% de la IED total en el mundo (igual que la pequeña Dinamarca). Si bien esto supera a economías emergentes tipo Brasil e India, es sólo un vigésimo del monto estadounidense.</p>
<p>Pero, sin duda, China se ha lanzado a una ola global de compras que podrían modificar el panorama general. Según Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, “el fenómeno puede acarrear beneficios, como por ejemplo disminuir desequilibrios en flujos de capital o internacionalizar el yüan”.</p>
<p>Sin embargo, el alboroto causado por Huang y sus proyectos destaca las sospechas sobre actividades e inversiones chinas en ultramar. En esta oportunidad, la reacción adversa de medios islandeses, escandinavos y británicos.</p>
<p>Otros no son tan quisquillosos. “Se avecinan miles de millones en fusiones, adquisiciones y colocaciones chinas en el curso de varios lustros”, afirma el Instituto Petersen de Economía Internacional (PIIE, Washington). En reciente informe, la entidad estima que, si Beijing sigue el patrón típico de las economías emergentes, “hacia 2020 habrá acumulado dos billones de dólares en IED”.</p>
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