Caso Litviñenko: se agrava la crisis entre Gran Bretaña y Rusia
En la primera medida del canciller David Miliband, Londres expulsó cuatro diplomáticos rusos, unarepresalia porque Rusia ampara al sospechoso de un crimen. Moscú ahora planea echar veinte funcionarios británicos y Byerezovski hace denuncias.
Según comunicado difundido el lunes, la Foreign office reacciona a la negativa rusa de entregar a Andryéi Lugovoi, ex agente del ex KGB (igual que Alyexandr Litviñenko, el muerto). Se trata del principal sospechoso de haberle puesto en el té polonio 10, un cruel tóxico. Dos días después, el presidente Vladyímir Putin amenza con expulsar veinte diplomáticos ingleses.
La víctima era aliado del magnate Borís Byerezovski, exilado en Londres y opositor del presidente Vladyímir Putin. En su lecho de muerte, el ex agente acusó directamente a Putin, cuyos enemigos políticos suelen acabar tan mal como los de César Borgia.
Lugovoi, en efecto, había almorzado –el 1 de noviembre- con Litviñenko en Londres y, según otro comensal (el italiano Mario Scaramella, vinculado al ex KGB), aprovechó la oportunidad para envenenarlo. Por otra parte, Scaramella le había pasado al posterior difunto documento vinculados al asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya, cuyas investigaciones sobre excesos en Chechenia molestaban a Putin.
La dura reacción británica, similar la registrada en un caso parecido (1966), puede congelar las relaciones bilaterales. Justamente a pocos días de que Rusia se retirara del tratado europeo sobre armas, como forma de rechazar el escudo nuclear que la OTAN (o sea, Estados Unidos) pretende tender sobre las fronteras occidentales de Rusia, Bielorrusia y Ucrania.
Ni corto ni perezoso, Byeredzovski afirma ahora ser blanco de un complot urdido por el propio Putin (otro ex agente del KGB, de paso). Se trata del mismo plan que, al parecer, acaba de frustrar la inteligencia británica (MI5 y 6), según reveló por la BBC la presunta víctima. En tren de dar detalle, el magnate señaló que un sicario iba a volarle la cabeza de un tiro en un cuarto del Hilton londinense. En realidad, New Scotland Yard lo tiene arrestado desde hace un mes, sostiene el “Sun”.
Según comunicado difundido el lunes, la Foreign office reacciona a la negativa rusa de entregar a Andryéi Lugovoi, ex agente del ex KGB (igual que Alyexandr Litviñenko, el muerto). Se trata del principal sospechoso de haberle puesto en el té polonio 10, un cruel tóxico. Dos días después, el presidente Vladyímir Putin amenza con expulsar veinte diplomáticos ingleses.
La víctima era aliado del magnate Borís Byerezovski, exilado en Londres y opositor del presidente Vladyímir Putin. En su lecho de muerte, el ex agente acusó directamente a Putin, cuyos enemigos políticos suelen acabar tan mal como los de César Borgia.
Lugovoi, en efecto, había almorzado –el 1 de noviembre- con Litviñenko en Londres y, según otro comensal (el italiano Mario Scaramella, vinculado al ex KGB), aprovechó la oportunidad para envenenarlo. Por otra parte, Scaramella le había pasado al posterior difunto documento vinculados al asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya, cuyas investigaciones sobre excesos en Chechenia molestaban a Putin.
La dura reacción británica, similar la registrada en un caso parecido (1966), puede congelar las relaciones bilaterales. Justamente a pocos días de que Rusia se retirara del tratado europeo sobre armas, como forma de rechazar el escudo nuclear que la OTAN (o sea, Estados Unidos) pretende tender sobre las fronteras occidentales de Rusia, Bielorrusia y Ucrania.
Ni corto ni perezoso, Byeredzovski afirma ahora ser blanco de un complot urdido por el propio Putin (otro ex agente del KGB, de paso). Se trata del mismo plan que, al parecer, acaba de frustrar la inteligencia británica (MI5 y 6), según reveló por la BBC la presunta víctima. En tren de dar detalle, el magnate señaló que un sicario iba a volarle la cabeza de un tiro en un cuarto del Hilton londinense. En realidad, New Scotland Yard lo tiene arrestado desde hace un mes, sostiene el “Sun”.
