Buttiglione: ¿lo cambian de cargo para salvar la cara?

Mientras un obispo denuncia una especie de “lobby anticristiano” contra Rocco Buttiglione y los católicos, la comisión Europea no sabe cómo salir del brete. Ahora se habla de designar en otro cargo al pintoresco “filósofo”.

19 octubre, 2004

En otro episodio de una operación que intenta salvar no al italiano sino a José Manoel Durão Barroso, presidente entrante de la Unión Europea, parlamentarios liberales y socialistas han propuesto ubicar a Buttiglione en un cargo menos incompatible con sus diatribas contra mujeres en general, madres solteras, homosexuales y ateos.

Pero Barroso –un conservador otrora adicto al franquismo y al dictador portugués Oliveira Salazar- insiste en respaldar a Buttiglione. Pero, sospechan legisladores alemanes, británicos y franceses, probablemente ceda a cambio de mantener sus otros candidatos objetados. Por ejemplo, la holandesa Neelie van Kroes, procesada en su país por favorecer intereses creados cuando era funcionaria.

Buttiglione, miembro poco relevante del gobierno Berlusconi, se niega a ceder en sus posturas decimonónicas. Ni siquiera en la más objetada por la comisión parlamentaria que lo ha bochado dos veces: la censura a las madres solas. Eso impide su ingreso como “ministro” de Justicia y vicepresidente de la CE.

“Solteras o separadas no son buenas madres”, proclamó ante la fundación Donat-Cattin, un reducto ultramontano. “Me parece imposible que haya dicho una cosa así. No tiene sentido”, opinó Stefania Prestigiacomo, colega de Buttiglione en el gabinete. Obviamente, el “filósofo” –título que le atribuye el papista “Corriere della sera”- ya no espera acceder al ejecutivo de la Unión Europea.

Mucho menos luego de que Silvio Berlusconi hiciera pasar por un poder legislativo complaciente un proyecto de reforma constitucional que le daría facultades discrecionales. Ya durante su malhadada presidencia semestral (julio-diciembre, 2003), el jefe del gobierno italiano ha dejado pésima imagen en la UE. Especialmente, en el parlamento de Luxemburgo.

“Mejor que cierre la boca de una buena vez”, le recomendó Graham Watson, jefe de la bancada socialdemócrata. Mientras medios y dirigentes allegados al Vaticano continúan apoyando a Buttiglione, Berlusconi y sus aliados “laicos” de la derecha han optado por un cauto silencio.

No así Renato Martino, obispo de Milán, que ha denunciado una conspiración de ribetes sinárquicos contra la Iglesia romana. Su tono de cruzado alarmó no al Parlamento Europeo –que no toma en serio el ataque-, sino a los representantes de las más fuertes colectividades judías en Europa occidental. “Esto tiene tufo inquisitorial”, sostuvo el gran rabino de París.

Tampoco les cae bien a los protestantes que Martino use el término “cristiano” como sinónimo de católico romano. Es más: la diatriba obispal incluye a los “cristianos del norte” -¿luteranos? ¿calvinistas?- en la lista de réprobos. “Por mucho menos que eso, Enrique VIII separó a la Iglesia de Inglaterra”, comentaban parlamentarios escoceses, en tono de chanza.

El problema real, sin embargo, lo tiene Durão Barroso, presidente entrante de la UE. Elegido mediante un compromiso poco diáfano entre “los 25”, este admirador de George W.Bush y adalid del sector privado intenta poner en la CE personajes aún menos tranquilizadores que Buttiglione.

Los peculiares mecanismos heredados de “los 15” exigen que el parlamento europeo acepte o rechace candidatos en bloque. Los veinticinco comisarios propuestos han sido seleccionados por el parlamento (diecinueve) y por Barroso (cinco). De éstos, Buttiglione ha sido bochado en Luxemburgo y cuatro están cuestionados por sospechas de corrupción o falta de transparencia.

En otro episodio de una operación que intenta salvar no al italiano sino a José Manoel Durão Barroso, presidente entrante de la Unión Europea, parlamentarios liberales y socialistas han propuesto ubicar a Buttiglione en un cargo menos incompatible con sus diatribas contra mujeres en general, madres solteras, homosexuales y ateos.

Pero Barroso –un conservador otrora adicto al franquismo y al dictador portugués Oliveira Salazar- insiste en respaldar a Buttiglione. Pero, sospechan legisladores alemanes, británicos y franceses, probablemente ceda a cambio de mantener sus otros candidatos objetados. Por ejemplo, la holandesa Neelie van Kroes, procesada en su país por favorecer intereses creados cuando era funcionaria.

Buttiglione, miembro poco relevante del gobierno Berlusconi, se niega a ceder en sus posturas decimonónicas. Ni siquiera en la más objetada por la comisión parlamentaria que lo ha bochado dos veces: la censura a las madres solas. Eso impide su ingreso como “ministro” de Justicia y vicepresidente de la CE.

“Solteras o separadas no son buenas madres”, proclamó ante la fundación Donat-Cattin, un reducto ultramontano. “Me parece imposible que haya dicho una cosa así. No tiene sentido”, opinó Stefania Prestigiacomo, colega de Buttiglione en el gabinete. Obviamente, el “filósofo” –título que le atribuye el papista “Corriere della sera”- ya no espera acceder al ejecutivo de la Unión Europea.

Mucho menos luego de que Silvio Berlusconi hiciera pasar por un poder legislativo complaciente un proyecto de reforma constitucional que le daría facultades discrecionales. Ya durante su malhadada presidencia semestral (julio-diciembre, 2003), el jefe del gobierno italiano ha dejado pésima imagen en la UE. Especialmente, en el parlamento de Luxemburgo.

“Mejor que cierre la boca de una buena vez”, le recomendó Graham Watson, jefe de la bancada socialdemócrata. Mientras medios y dirigentes allegados al Vaticano continúan apoyando a Buttiglione, Berlusconi y sus aliados “laicos” de la derecha han optado por un cauto silencio.

No así Renato Martino, obispo de Milán, que ha denunciado una conspiración de ribetes sinárquicos contra la Iglesia romana. Su tono de cruzado alarmó no al Parlamento Europeo –que no toma en serio el ataque-, sino a los representantes de las más fuertes colectividades judías en Europa occidental. “Esto tiene tufo inquisitorial”, sostuvo el gran rabino de París.

Tampoco les cae bien a los protestantes que Martino use el término “cristiano” como sinónimo de católico romano. Es más: la diatriba obispal incluye a los “cristianos del norte” -¿luteranos? ¿calvinistas?- en la lista de réprobos. “Por mucho menos que eso, Enrique VIII separó a la Iglesia de Inglaterra”, comentaban parlamentarios escoceses, en tono de chanza.

El problema real, sin embargo, lo tiene Durão Barroso, presidente entrante de la UE. Elegido mediante un compromiso poco diáfano entre “los 25”, este admirador de George W.Bush y adalid del sector privado intenta poner en la CE personajes aún menos tranquilizadores que Buttiglione.

Los peculiares mecanismos heredados de “los 15” exigen que el parlamento europeo acepte o rechace candidatos en bloque. Los veinticinco comisarios propuestos han sido seleccionados por el parlamento (diecinueve) y por Barroso (cinco). De éstos, Buttiglione ha sido bochado en Luxemburgo y cuatro están cuestionados por sospechas de corrupción o falta de transparencia.

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