Bush utilizó el discurso de la Unión como plataforma política

Con la campaña electoral lanzada, el presidente de EEUU dedicó la primera mitad de su intervención a los atentados del 11-S y al inicio de la guerra de Irak, acontecimientos tras los cuales obtuvo los mejores índices de popularidad de su mandato.

21 enero, 2004

Sobre todo, George W. Bush defendió su decisión de invadir Irak sin el respaldo de la ONU y buena parte de la comunidad internacional. “Estados Unidos nunca pedirá permiso para defender la seguridad de sus ciudadanos”, afirmó.

El objetivo de esta parte del discurso fue tratar de mostrar que, en seguridad y política internacional, Bush es un líder fuerte sin complejos por las decisiones polémicas que ha tomado.

Bush recordó que Estados Unidos sigue bajo el peligro de atentados en su territorio, y prometió mantener la vigilancia interior y la presión sobre países sospechosos de tener relaciones con el terrorismo y programas de armas de destrucción masiva.

Además, pidió que el Congreso apruebe la extensión de la discutida ley antiterrorista, conocida como “ley patriota”, cuya aplicación fue boicoteada por más de un centenar de ciudades y gobiernos locales de todo el país.

En el plano económico, Bush pidió que el Congreso declare permanentes los recortes de impuestos aplicados en 2001 y 2003, con el argumento de que son claves para la continuación de la recuperación económica.

El tema del empleo lo pasó por alto -su mandato es el primero en 70 años en el que se ha producido una destrucción neta de empleo (casi tres millones de puestos de trabajo perdidos)- y trató de dar una visión optimista acerca del crecimiento económico de los últimos meses.

A pesar de que el Gobierno de EEUU sufre un déficit récord, que está previsto alcance los 500.000 millones de dólares en el actual año fiscal, Bush no asumió responsabilidad por las rebajas de impuestos, y afirmó que si el Congreso recorta el gasto, el agujero podría reducirse a la mitad en cinco años.

De cara a las elecciones, Bush lanzó varios anzuelos a los votantes independientes, pero también se dedicó ampliamente a cultivar al sector más conservador del Partido Republicano.

Para el primer sector, destacó los logros de su plan de reforma de la educación, que en los últimos meses recibió crecientes ataques por la falta de financiación y su escasa eficacia real.

Para los más conservadores, dedicó un considerable apartado a asuntos de moralidad.
Presentó un programa para promover el celibato entre los adolescentes y se comprometió a defender “el carácter sagrado del matrimonio” frente a los intentos de legalizar las bodas entre homosexuales.

Bush también fue muy conservador en sanidad, ya que rechazó la idea de poner en marcha un sistema público de cobertura universal dirigido por el Gobierno por considerarla “una receta equivocada”.
En su lugar, propuso más incentivos fiscales para que los aproximadamente 40 millones de habitantes de EEUU que carecen de seguro médico puedan pagar pólizas y nuevos sistemas privados de protección y asistencia de salud.

La respuesta de la oposición del Partido Demócrata fue muy dura, ya que acusó a Bush de dar un discurso partidista y de tener solo ojos para los más favorecidos que financian su campaña, y no para los crecientes problemas de las clases media y baja.
Nancy Pelosi, líder de los demócratas de la Cámara baja, se centró en Irak al afirmar que Bush “nos llevó a la guerra en Irak con aseveraciones sin prueba y sin evidencias; él ha adoptado una doctrina de guerra preventiva que no tiene precedente en nuestra historia”.
Para la senadora Dianne Feinstein (California), Bush no aportó soluciones sobre la economía, después de que “nos ha llevado de los mayores superávit de la historia a los mayores déficit” jamás registrados.

Sobre todo, George W. Bush defendió su decisión de invadir Irak sin el respaldo de la ONU y buena parte de la comunidad internacional. “Estados Unidos nunca pedirá permiso para defender la seguridad de sus ciudadanos”, afirmó.

El objetivo de esta parte del discurso fue tratar de mostrar que, en seguridad y política internacional, Bush es un líder fuerte sin complejos por las decisiones polémicas que ha tomado.

Bush recordó que Estados Unidos sigue bajo el peligro de atentados en su territorio, y prometió mantener la vigilancia interior y la presión sobre países sospechosos de tener relaciones con el terrorismo y programas de armas de destrucción masiva.

Además, pidió que el Congreso apruebe la extensión de la discutida ley antiterrorista, conocida como “ley patriota”, cuya aplicación fue boicoteada por más de un centenar de ciudades y gobiernos locales de todo el país.

En el plano económico, Bush pidió que el Congreso declare permanentes los recortes de impuestos aplicados en 2001 y 2003, con el argumento de que son claves para la continuación de la recuperación económica.

El tema del empleo lo pasó por alto -su mandato es el primero en 70 años en el que se ha producido una destrucción neta de empleo (casi tres millones de puestos de trabajo perdidos)- y trató de dar una visión optimista acerca del crecimiento económico de los últimos meses.

A pesar de que el Gobierno de EEUU sufre un déficit récord, que está previsto alcance los 500.000 millones de dólares en el actual año fiscal, Bush no asumió responsabilidad por las rebajas de impuestos, y afirmó que si el Congreso recorta el gasto, el agujero podría reducirse a la mitad en cinco años.

De cara a las elecciones, Bush lanzó varios anzuelos a los votantes independientes, pero también se dedicó ampliamente a cultivar al sector más conservador del Partido Republicano.

Para el primer sector, destacó los logros de su plan de reforma de la educación, que en los últimos meses recibió crecientes ataques por la falta de financiación y su escasa eficacia real.

Para los más conservadores, dedicó un considerable apartado a asuntos de moralidad.
Presentó un programa para promover el celibato entre los adolescentes y se comprometió a defender “el carácter sagrado del matrimonio” frente a los intentos de legalizar las bodas entre homosexuales.

Bush también fue muy conservador en sanidad, ya que rechazó la idea de poner en marcha un sistema público de cobertura universal dirigido por el Gobierno por considerarla “una receta equivocada”.
En su lugar, propuso más incentivos fiscales para que los aproximadamente 40 millones de habitantes de EEUU que carecen de seguro médico puedan pagar pólizas y nuevos sistemas privados de protección y asistencia de salud.

La respuesta de la oposición del Partido Demócrata fue muy dura, ya que acusó a Bush de dar un discurso partidista y de tener solo ojos para los más favorecidos que financian su campaña, y no para los crecientes problemas de las clases media y baja.
Nancy Pelosi, líder de los demócratas de la Cámara baja, se centró en Irak al afirmar que Bush “nos llevó a la guerra en Irak con aseveraciones sin prueba y sin evidencias; él ha adoptado una doctrina de guerra preventiva que no tiene precedente en nuestra historia”.
Para la senadora Dianne Feinstein (California), Bush no aportó soluciones sobre la economía, después de que “nos ha llevado de los mayores superávit de la historia a los mayores déficit” jamás registrados.

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