Bush: recortes sociales, sin tocar militares ni sectores prósperos

7 febrero, 2005

De todos modos, las erogaciones federales propuestas para el próximo año fiscal (octubre de 2005 y septiembre de 2006) ascienden a US$ 2,5 billones. Vale decir, 22% del producto bruto interno proyectado para ese mismo ejercicio.

Por supuesto, el presidente sostiene que su meta es ir eliminando el impresionando déficit acumulado en el curso de su propia gestión. Por ende, incluye drásticos recortes en materia de agro, vivienda, subsidios a la pobreza, asistencia social, ciencia y tecnología.

Cabe recordar que, al asumir en 2000, la administración republicana heredó de William J.Clinton un superávit fiscal próximos a los US$ 300.000 millones, transformado, al cabo de cinco años, en un déficit superior a US$ 475.000 millones. Sin contar los 300,000 insumidos hasta ahora en la aventura iraquí. Ahora, el presidente intenta convencer a Wall Street y la ortodoxia fiscal de que se ha vuelto austero.

En general, el proyecto elimina discrecionalmente gastos que representan 0,7% del total estimado para el actual ejercicio. Pero no toca un centavo en las partidas de defensa exterior ni seguridad interna. Tampoco reduce el triple paquete de rebajas tributarias a los estamentos más ricos de la población (en 2001-13, habrán disminuido en US$ 2,45 billones los ingresos federales genuinos, sin contraprestación alguna).

En realidad, la parte del futuro presupuesto difundida públicamente no hace alusión alguna al costo de la ocupación militar en Irak ni las acciones en Afganistán. Tampoco a eventuales endeudamientos para financiar la virtual privatización del sistema jubilatorio norteamericano, la otra clave de la agenda que se propone Bush para los últimos años en el poder.

La reacción inicial en la bolsa neoyorquina fue inesperadamente cauta. En general, los principales paneles cerraban cediendo entre 0,1 y 0,5%. Algunos analistas arriesgaban una curiosa explicación política: como Bush no podrá permanecer más allá de enero de 2009, ya no habrá tantos legisladores republicanos dispuestos a quemar su futuro ante los votantes. Por ende, quizá no sea tan fácil hacer pasar un proyecto fiscal tan hostil hacia amplias capas de población. Después de todo, las elecciones parlamentarias son en 2006.

De todos modos, las erogaciones federales propuestas para el próximo año fiscal (octubre de 2005 y septiembre de 2006) ascienden a US$ 2,5 billones. Vale decir, 22% del producto bruto interno proyectado para ese mismo ejercicio.

Por supuesto, el presidente sostiene que su meta es ir eliminando el impresionando déficit acumulado en el curso de su propia gestión. Por ende, incluye drásticos recortes en materia de agro, vivienda, subsidios a la pobreza, asistencia social, ciencia y tecnología.

Cabe recordar que, al asumir en 2000, la administración republicana heredó de William J.Clinton un superávit fiscal próximos a los US$ 300.000 millones, transformado, al cabo de cinco años, en un déficit superior a US$ 475.000 millones. Sin contar los 300,000 insumidos hasta ahora en la aventura iraquí. Ahora, el presidente intenta convencer a Wall Street y la ortodoxia fiscal de que se ha vuelto austero.

En general, el proyecto elimina discrecionalmente gastos que representan 0,7% del total estimado para el actual ejercicio. Pero no toca un centavo en las partidas de defensa exterior ni seguridad interna. Tampoco reduce el triple paquete de rebajas tributarias a los estamentos más ricos de la población (en 2001-13, habrán disminuido en US$ 2,45 billones los ingresos federales genuinos, sin contraprestación alguna).

En realidad, la parte del futuro presupuesto difundida públicamente no hace alusión alguna al costo de la ocupación militar en Irak ni las acciones en Afganistán. Tampoco a eventuales endeudamientos para financiar la virtual privatización del sistema jubilatorio norteamericano, la otra clave de la agenda que se propone Bush para los últimos años en el poder.

La reacción inicial en la bolsa neoyorquina fue inesperadamente cauta. En general, los principales paneles cerraban cediendo entre 0,1 y 0,5%. Algunos analistas arriesgaban una curiosa explicación política: como Bush no podrá permanecer más allá de enero de 2009, ya no habrá tantos legisladores republicanos dispuestos a quemar su futuro ante los votantes. Por ende, quizá no sea tan fácil hacer pasar un proyecto fiscal tan hostil hacia amplias capas de población. Después de todo, las elecciones parlamentarias son en 2006.

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