Bush pierde imagen y preocupa a Wall Street

Por vez primera, hay dudas sobre las aptitudes de George W. Bush para manejar Irak y los problemas internos al mismo tiempo. Por vez primera, el deterioro presidencial frena una ola alcista en Wall Street.

6 octubre, 2003

Además del 56% que desaprueba la gestión económica del gobierno y el 44% que rechaza su política exterior –sólo 45% todavía la acepta-, un intento de manipular estadísticas laborales contribuyó a enfriar el entusiasmo bursátil. Apoyado, justamente en el leve repunte del empleo en septiembre, tras ocho meses de retroceso.

Después de dos años de fe en el presidente y adhesión a su discurso triunfalista, la opinión pública empieza a alejarse y, con ella, la seguridad de una reelección dentro de trece meses. La actitud de analistas, operadores y especuladores bursátiles –incondicionales de Bush hasta semanas atrás- ilustra el punto.

Las últimas encuestas provienen de fuentes opositoras a los “nuevos halcones” (New York Times), favorables (CBS News, CNN) y desencantadas (Washington Post). “La posguerra es en realidad otra fase de la guerra. Será larga y costosa, pues la resistencia iraquí está consolidándose”, reconoció el sábado un general en Bagdad. Los militares norteamericanos y sus aliados temen un creciente número de bajas. Banqueros y analistas ven en esta actitud la necesidad de persuadir al Congreso para que apruebe los US$ 87.000 millones extras, pedidos por la Casa Blanca al iniciarse el ejercicio fiscal 2004. Pero uno de los “presidenciables” demócratas, el senador Joseph Lieberman (Connecticut), advirtió que “los gastos bélicos adicionales pueden llegar a triplicar esa suma en pocos meses y el déficit acabaría superando los US$ 650.000 millones”.

Wall Street comienza a escuchar al general (r) Wesley Clark, principal precandidato opositor, prestigiado por su acción al frente de las fuerzas de la OTAN en la ex Yugoslavia. “Es otro Dwight Eisenhower, pero demócrata”, se le oyó decir a un ejecutivo de Goldman Sachs, fiel creyente en esa reactivación que mercados y gobierno vienen anunciando desde noviembre de 2001.

En lo político, las filtraciones desde el Pentágono sobre actividades secretas de Valerie Plame, esposa de Joseph Wilson (diplomático que desmintió la compra de uranio enriquecido a Nigeria por parte de Saddam, antes de la guerra) equivalen, en lo económico, a la manipulación de cifras laborales.

En el primer caso, fue una venganza de Donald Rumsfeld contra Wilson. En el segundo, una maniobra para que el desempleo no perjudique la reelección.

Además del 56% que desaprueba la gestión económica del gobierno y el 44% que rechaza su política exterior –sólo 45% todavía la acepta-, un intento de manipular estadísticas laborales contribuyó a enfriar el entusiasmo bursátil. Apoyado, justamente en el leve repunte del empleo en septiembre, tras ocho meses de retroceso.

Después de dos años de fe en el presidente y adhesión a su discurso triunfalista, la opinión pública empieza a alejarse y, con ella, la seguridad de una reelección dentro de trece meses. La actitud de analistas, operadores y especuladores bursátiles –incondicionales de Bush hasta semanas atrás- ilustra el punto.

Las últimas encuestas provienen de fuentes opositoras a los “nuevos halcones” (New York Times), favorables (CBS News, CNN) y desencantadas (Washington Post). “La posguerra es en realidad otra fase de la guerra. Será larga y costosa, pues la resistencia iraquí está consolidándose”, reconoció el sábado un general en Bagdad. Los militares norteamericanos y sus aliados temen un creciente número de bajas. Banqueros y analistas ven en esta actitud la necesidad de persuadir al Congreso para que apruebe los US$ 87.000 millones extras, pedidos por la Casa Blanca al iniciarse el ejercicio fiscal 2004. Pero uno de los “presidenciables” demócratas, el senador Joseph Lieberman (Connecticut), advirtió que “los gastos bélicos adicionales pueden llegar a triplicar esa suma en pocos meses y el déficit acabaría superando los US$ 650.000 millones”.

Wall Street comienza a escuchar al general (r) Wesley Clark, principal precandidato opositor, prestigiado por su acción al frente de las fuerzas de la OTAN en la ex Yugoslavia. “Es otro Dwight Eisenhower, pero demócrata”, se le oyó decir a un ejecutivo de Goldman Sachs, fiel creyente en esa reactivación que mercados y gobierno vienen anunciando desde noviembre de 2001.

En lo político, las filtraciones desde el Pentágono sobre actividades secretas de Valerie Plame, esposa de Joseph Wilson (diplomático que desmintió la compra de uranio enriquecido a Nigeria por parte de Saddam, antes de la guerra) equivalen, en lo económico, a la manipulación de cifras laborales.

En el primer caso, fue una venganza de Donald Rumsfeld contra Wilson. En el segundo, una maniobra para que el desempleo no perjudique la reelección.

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