El presidente exigirá ambas renuncias luego de las elecciones de mañana.
Esencialmente, porque Pitt no reveló al resto de la Securities &
Exchange Commission –antes de la votación del viernes 25- que
Webster había sido auditor interno en US Technologies, firma demanda
por fraude contable y desvío de fondos.
Durante el fin de semana, inversores institucionales y fuertes operadores de Wall
Street insistían en que Pitt abandonase la SEC y Webster no asumiera en
la junta. “Han perdido todo crédito y deben dar un paso al costado
para reconstruir la confianza del mercado y el público en entidades y mecanismos
reguladores”, sostuvo Alan Clevelend, del New Hampshire Retirement System.
La imagen de Pitt ha salido tan malparada que se ha convertido en un problema
político para la administración Bush, en vísperas de comicios
donde se juega el futuro del presidente con vistas a 2004.
En general, los managers de los mayores fondos jubilatorios, que controlan
miles de millones en activos, censuran duramente a Pitt y a su hombre en la junta.
Precisamente, ese sector figura entre los más castigados por la licuación
de valores, estimada en unos US$ 2,2 billones (22% de la capital bursátil
íntegra en Estados Unidos) desde el colapso de Enron, hace menos
de un año. La Public Company Accounting Oversight Board (PCAOB,
o sea la junta que iba a dirigir Webster), aún no comenzó a actuar
y ya está en tela de juicio.
No obstante, varios analistas, en EE.UU. y la Unión Europea, temen que
–si al oficialismo le va bien en las elecciones de mañana- se pasen
por alto los inquietantes antecedentes de Webster como auditor y se mantenga a
ambos funcionarios. Curiosamente, sólo una parte de la prensa especializada
británica se resiste a criticar a Pitt y Webster, al parecer por el apoyo
que presta el gobierno de Tony Blair al belicismo de Bush en Levante (aplaudido
en la bolsa de Londres).
El presidente exigirá ambas renuncias luego de las elecciones de mañana.
Esencialmente, porque Pitt no reveló al resto de la Securities &
Exchange Commission –antes de la votación del viernes 25- que
Webster había sido auditor interno en US Technologies, firma demanda
por fraude contable y desvío de fondos.
Durante el fin de semana, inversores institucionales y fuertes operadores de Wall
Street insistían en que Pitt abandonase la SEC y Webster no asumiera en
la junta. “Han perdido todo crédito y deben dar un paso al costado
para reconstruir la confianza del mercado y el público en entidades y mecanismos
reguladores”, sostuvo Alan Clevelend, del New Hampshire Retirement System.
La imagen de Pitt ha salido tan malparada que se ha convertido en un problema
político para la administración Bush, en vísperas de comicios
donde se juega el futuro del presidente con vistas a 2004.
En general, los managers de los mayores fondos jubilatorios, que controlan
miles de millones en activos, censuran duramente a Pitt y a su hombre en la junta.
Precisamente, ese sector figura entre los más castigados por la licuación
de valores, estimada en unos US$ 2,2 billones (22% de la capital bursátil
íntegra en Estados Unidos) desde el colapso de Enron, hace menos
de un año. La Public Company Accounting Oversight Board (PCAOB,
o sea la junta que iba a dirigir Webster), aún no comenzó a actuar
y ya está en tela de juicio.
No obstante, varios analistas, en EE.UU. y la Unión Europea, temen que
–si al oficialismo le va bien en las elecciones de mañana- se pasen
por alto los inquietantes antecedentes de Webster como auditor y se mantenga a
ambos funcionarios. Curiosamente, sólo una parte de la prensa especializada
británica se resiste a criticar a Pitt y Webster, al parecer por el apoyo
que presta el gobierno de Tony Blair al belicismo de Bush en Levante (aplaudido
en la bolsa de Londres).