Bolton dimitirá como embajador en la ONU para evitar un papelón

John Bolton, irascible representante norteamericano ante Naciones Unidas, no afrontará el rechazo de su pliego en el senado. El propio George W.Bush lo daba por seguro, aun deplorando la partida de quien flaco favor le hacía al cargo.

4 diciembre, 2006

Poco después, un portavoz de la Casa Blanca confirmó que el presidente “aceptará con pesar la inminente decisión de Bolton”. Rato más tarde, ambos posaron en el jardín para la última foto.

Imitando los desplantes que han caracterizado la gestión del ultraconservador en la ONU, Bush no se conformó con esa foto. Antes bien, difundió un irritado documento acusando a “un puñado de senadores” por bloquear constantemente la confirmación. “Esas tácticas perturbaron varias veces un delicado trabajo diplomático en momento críticos”. Pero a la gestión de Bolton le caben muchos calificativos, salvo el de delicada.

A los 58 años, se va –es cierto- en medio de negociaciones donde Estados Unidos insiste en castigar a Irán por su programa nuclear. Al mismo tiempo, queda pendiente un problema atómico en serio: Norcorea. En la actual fase, Washington parece haber cedido la iniciativa a Beijing y Moscú.

Bolton desempeñaba el cargo debido a una cómoda tramoya legal: Bush lo nombró durante un receso parlamentario, a principios de 2005. Los motivos del senado incluían una larga historia de controversias, maltrato de subalternos y alcohol. Pero esa designación debía ser aprobada por los legisladores a los dos años. Justamente en enero de 2007,con la oposición controlando ambas cámaras.

En rigor, ahora el cargo puede continuar vacante sin plazo o hasta que lo llene el próximo presidente. Parte del deterioro se origina en una actitud incomprensible del propio Bush: a dos días de perder los republicanos las elecciones legislativas del 7 de noviembre, pidió al senado reconsiderar su oposición de Bolton.

Casi simultáneamente, el embajador ridiculizaba la propuesta de James Baker salir ordenadamente de Irak. Las críticas de Bolton se centraban en la posibilidad de diálogo con Siria e Irán. “Confirmarlo sería burlar la opinión pública, que nos exige cambiar el curso y quitarnos de encima a ciertos funcionarios”, señalaba el senador Lincoln Chafee, republicano por Rhode island.

Poco después, un portavoz de la Casa Blanca confirmó que el presidente “aceptará con pesar la inminente decisión de Bolton”. Rato más tarde, ambos posaron en el jardín para la última foto.

Imitando los desplantes que han caracterizado la gestión del ultraconservador en la ONU, Bush no se conformó con esa foto. Antes bien, difundió un irritado documento acusando a “un puñado de senadores” por bloquear constantemente la confirmación. “Esas tácticas perturbaron varias veces un delicado trabajo diplomático en momento críticos”. Pero a la gestión de Bolton le caben muchos calificativos, salvo el de delicada.

A los 58 años, se va –es cierto- en medio de negociaciones donde Estados Unidos insiste en castigar a Irán por su programa nuclear. Al mismo tiempo, queda pendiente un problema atómico en serio: Norcorea. En la actual fase, Washington parece haber cedido la iniciativa a Beijing y Moscú.

Bolton desempeñaba el cargo debido a una cómoda tramoya legal: Bush lo nombró durante un receso parlamentario, a principios de 2005. Los motivos del senado incluían una larga historia de controversias, maltrato de subalternos y alcohol. Pero esa designación debía ser aprobada por los legisladores a los dos años. Justamente en enero de 2007,con la oposición controlando ambas cámaras.

En rigor, ahora el cargo puede continuar vacante sin plazo o hasta que lo llene el próximo presidente. Parte del deterioro se origina en una actitud incomprensible del propio Bush: a dos días de perder los republicanos las elecciones legislativas del 7 de noviembre, pidió al senado reconsiderar su oposición de Bolton.

Casi simultáneamente, el embajador ridiculizaba la propuesta de James Baker salir ordenadamente de Irak. Las críticas de Bolton se centraban en la posibilidad de diálogo con Siria e Irán. “Confirmarlo sería burlar la opinión pública, que nos exige cambiar el curso y quitarnos de encima a ciertos funcionarios”, señalaba el senador Lincoln Chafee, republicano por Rhode island.

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