Esta situación de “impasse” apunta a un mediador puramente formal (la Organización de Estados Americanos, demasiado pegada a Washington). Pero, con Argentina sumida en un doble gobierno “de facto”, sólo Brasil tiene peso geopolítico y económico capaz de neutralizar maniobras norteamericanas (o chilenas)en el oriente boliviano. Hace justo 40 años, era al revés: los militares brasileños fomentaban el separatismo local y sus colegas argentinos trataban de desactivarlo.
En los años sesenta, claro, el régimen brasileño contaba con el apoyo de Estados Unidos. Todavía en 1974, Washington y Santiago de Chile acariciaban la idea de dividir “la inviable Bolivia” (definición del semanario “Time”).
Nuevamente, el poderoso sector privado “blanco” del oriente apeló a un refrendo, declarado ilegal por el gobierno central. Por su parte, el presidente Evo Morales –otro caso de inepcia típica de ese país- estatizaba con desprolijidad hidrocarburos y teléfonos. Asumió hace dos años y no ha podido encarrilar las cosas. En verdad, las ha empeorado y el matete podría forzar un arbitraje multilateral.
El problema no se limita a Santa Cruz (370.000 km2, 2.400.000 habitantes) y su producto bruto “per caput” de US$ 1.250. También puede activar situaciones similares en Tarija (13% del PBI), Beni (2,8%) y Pando (1%). En territorio, más de media Bolivia con fronteras que dan a Brasil y Paraguay. Esta la triple frontera, en el rincón superior del Chaco boreal, es quizá más peligrosa –drogas, armas, terrorismo- que la de Brasil-Paraguay-Argentina. Tarija y los departamentos “vacíos” (Pando, Beni) celebran sus propias consultas entre este mes y el próximo.
Todo eso encuentra a Brasil en un momento crucial. Por una parte, está en vísperas de convertirse en potencia petrolera mundial. Por la otra, acaba de adoptar una decisión que afectará a EE.UU. y Argentina: ante la crisis mundial de alimentos, elevará la producción agroganadera, en vez de reducir exportaciones (como ha hecho Guillermo Moreno en Buenos Aires). Naturalmente, los brasileños –al igual que los indios- no creen en la beneficencia del Banco Mundial o Naciones Unidas, cuyos funcionarios expertos en hambre cobran por mes sumas que mantendrían varias familias haitianas un año entero.
Esta situación de “impasse” apunta a un mediador puramente formal (la Organización de Estados Americanos, demasiado pegada a Washington). Pero, con Argentina sumida en un doble gobierno “de facto”, sólo Brasil tiene peso geopolítico y económico capaz de neutralizar maniobras norteamericanas (o chilenas)en el oriente boliviano. Hace justo 40 años, era al revés: los militares brasileños fomentaban el separatismo local y sus colegas argentinos trataban de desactivarlo.
En los años sesenta, claro, el régimen brasileño contaba con el apoyo de Estados Unidos. Todavía en 1974, Washington y Santiago de Chile acariciaban la idea de dividir “la inviable Bolivia” (definición del semanario “Time”).
Nuevamente, el poderoso sector privado “blanco” del oriente apeló a un refrendo, declarado ilegal por el gobierno central. Por su parte, el presidente Evo Morales –otro caso de inepcia típica de ese país- estatizaba con desprolijidad hidrocarburos y teléfonos. Asumió hace dos años y no ha podido encarrilar las cosas. En verdad, las ha empeorado y el matete podría forzar un arbitraje multilateral.
El problema no se limita a Santa Cruz (370.000 km2, 2.400.000 habitantes) y su producto bruto “per caput” de US$ 1.250. También puede activar situaciones similares en Tarija (13% del PBI), Beni (2,8%) y Pando (1%). En territorio, más de media Bolivia con fronteras que dan a Brasil y Paraguay. Esta la triple frontera, en el rincón superior del Chaco boreal, es quizá más peligrosa –drogas, armas, terrorismo- que la de Brasil-Paraguay-Argentina. Tarija y los departamentos “vacíos” (Pando, Beni) celebran sus propias consultas entre este mes y el próximo.
Todo eso encuentra a Brasil en un momento crucial. Por una parte, está en vísperas de convertirse en potencia petrolera mundial. Por la otra, acaba de adoptar una decisión que afectará a EE.UU. y Argentina: ante la crisis mundial de alimentos, elevará la producción agroganadera, en vez de reducir exportaciones (como ha hecho Guillermo Moreno en Buenos Aires). Naturalmente, los brasileños –al igual que los indios- no creen en la beneficencia del Banco Mundial o Naciones Unidas, cuyos funcionarios expertos en hambre cobran por mes sumas que mantendrían varias familias haitianas un año entero.