Blair afronta presiones mientras crece la figura de Gordon Brown

A pocos días del triunfo, toma cuerpo la idea de que –en algún momento- Tony Blair dejará el cargo a Gordon Brown. Máxime con signos de inflación y el clima hostil a la constitución europea en Francia, Holanda y Gran Bretaña.

9 mayo, 2005

Es muy raro un vencedor afronte crecientes debates sobre cuándo debiera renunciar… al día siguiente del triunfo. Este fin de semana, la prensa dedica páginas enteras a la nueva obsesión nacional: ¿debe Blair respetar la promesa de dejarle el cargo a Gordon? De ser así ¿cuándo debiera hacerlo? ¿en corto, mediano o largo plazo?

Ha comenzado, pues, el abierto enfrentamiento entre partidarios y opositores internos de Blair. Éstos arguyen que el primer ministro debiera irse antes de que la primavera económica se enfríe. Aquéllos sostienen que nada obliga a una renuncia antes de tiempo. En el medio, la constitución europea es un asunto espinoso que debe resolverse de ahora a 2006.

La actitud de los votantes señala que el primer ministro inicia su tercer período con problemas exteriores, mientras los ocho años de prosperidad que lo sostuvieron empiezan a desvanecerse. “Cualquiera sabe que no ganamos por mérito de Blair”, decía Robin Cook, que renunció como canciller por oponerse a “esa guerra estúpida y las mentiras que buscaban justificarla”.

Sin duda, Cook es punta de lanza en una puja interna cuyo motor es Brown, todavía ministro de Hacienda. Por cierto, la victoria laborista fue amarga: su mayoría cedió de 162 a 66 escaños, o sea de 27 a 10,2% , en una cámara de los comunes compuesta de 646 bancas. “Ahora, Blair debe reflexionar no sóbre la renuncia, sino sobre su oportunidad. Si quiere salvar la unidad del partido, tiene que irse lo antes posible”, afirma Cook.

Pero el asunto de fondo es otro y hace a un laborismo cuestionado por sus propias bases. De ahí la huida de votos hacia derecha e izquierda. En realidad, no pocos distritos se salvaron de los demoliberales gracias al perverso régimen electotal subsistente, que deja afuera a la segunda minoría. Eso impide que el mapa político británico adopte la pluralidad típica del continente y se parezca demasiado al “contubernio bipartidista” imperante en EE.UU. “Canadá es más transparente que nosotros”, apuntaba Frank Dobson, otro ex ministro. En su opinión, “un primer ministro puede marcharse si una porción substancial de su partido lo cree necesario”.

El frente externo tampoco es fácil. Si, el viernes 27, Francia vota en contra, la situación de Blair -en Londres y Bruselas- será por demás incómoda. En ese punto, sobrevendrá la consulta en Gran Bretaña y, con ella, se replanteará el futuro del gobierno.

Entretanto, surgen señales económicas algo inquietantes. Por ejemplo, el ritmo anual de inflación minorista ha pasado de 1,6% (enero) a 1,9% en abril. Históricamente no es alto, pero es el mayor en siete años y quizás influya para que, este martes, el Banco de Inglaterra eleve de 4,75 a 5% la tasa básica. Dada la rigidez decimonónica de este banco central, hoy costos, precios e intereses en Gran Bretaña –segunda economía de la UE- están demasiado por encima de los imperantes en la Eurozona (2% básico), EE.UU. (3%) y Japón (0,2%).

Es muy raro un vencedor afronte crecientes debates sobre cuándo debiera renunciar… al día siguiente del triunfo. Este fin de semana, la prensa dedica páginas enteras a la nueva obsesión nacional: ¿debe Blair respetar la promesa de dejarle el cargo a Gordon? De ser así ¿cuándo debiera hacerlo? ¿en corto, mediano o largo plazo?

Ha comenzado, pues, el abierto enfrentamiento entre partidarios y opositores internos de Blair. Éstos arguyen que el primer ministro debiera irse antes de que la primavera económica se enfríe. Aquéllos sostienen que nada obliga a una renuncia antes de tiempo. En el medio, la constitución europea es un asunto espinoso que debe resolverse de ahora a 2006.

La actitud de los votantes señala que el primer ministro inicia su tercer período con problemas exteriores, mientras los ocho años de prosperidad que lo sostuvieron empiezan a desvanecerse. “Cualquiera sabe que no ganamos por mérito de Blair”, decía Robin Cook, que renunció como canciller por oponerse a “esa guerra estúpida y las mentiras que buscaban justificarla”.

Sin duda, Cook es punta de lanza en una puja interna cuyo motor es Brown, todavía ministro de Hacienda. Por cierto, la victoria laborista fue amarga: su mayoría cedió de 162 a 66 escaños, o sea de 27 a 10,2% , en una cámara de los comunes compuesta de 646 bancas. “Ahora, Blair debe reflexionar no sóbre la renuncia, sino sobre su oportunidad. Si quiere salvar la unidad del partido, tiene que irse lo antes posible”, afirma Cook.

Pero el asunto de fondo es otro y hace a un laborismo cuestionado por sus propias bases. De ahí la huida de votos hacia derecha e izquierda. En realidad, no pocos distritos se salvaron de los demoliberales gracias al perverso régimen electotal subsistente, que deja afuera a la segunda minoría. Eso impide que el mapa político británico adopte la pluralidad típica del continente y se parezca demasiado al “contubernio bipartidista” imperante en EE.UU. “Canadá es más transparente que nosotros”, apuntaba Frank Dobson, otro ex ministro. En su opinión, “un primer ministro puede marcharse si una porción substancial de su partido lo cree necesario”.

El frente externo tampoco es fácil. Si, el viernes 27, Francia vota en contra, la situación de Blair -en Londres y Bruselas- será por demás incómoda. En ese punto, sobrevendrá la consulta en Gran Bretaña y, con ella, se replanteará el futuro del gobierno.

Entretanto, surgen señales económicas algo inquietantes. Por ejemplo, el ritmo anual de inflación minorista ha pasado de 1,6% (enero) a 1,9% en abril. Históricamente no es alto, pero es el mayor en siete años y quizás influya para que, este martes, el Banco de Inglaterra eleve de 4,75 a 5% la tasa básica. Dada la rigidez decimonónica de este banco central, hoy costos, precios e intereses en Gran Bretaña –segunda economía de la UE- están demasiado por encima de los imperantes en la Eurozona (2% básico), EE.UU. (3%) y Japón (0,2%).

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