Berlusconi: la situación tiende a complicársele

El cinco de mayo, Silvio Berlusconi y su coalición de derechas cumplían tres años en el poder. Algo inaudito en la Italia posfascista. Pero su gestión económica y su imagen política no brindaban motivos de celebración.

29 mayo, 2004

En 2001, el magnate de medios se comprometió a estimular la economía aplicando su receta personal de éxito empresario: mucho dinamismo y pocos escrúpulos (recordada definición de “The economist”). Pero condiciones externas negativas e interminables disputas entre los cuatro partidos “berlusconistas” han echado casi todo a perder.

Défit y deuda pública figuran entre los problemas más urgentes. A primera vista, Italia marchó mejor que Francia y Alemania en 2003, con un rojo equivalente a 2,4% del producto bruto interno, contra 4,1 y 3,9% de las otras dos. Pero, sin ingresos extraordinarios –gravamen inmobiliario por una sola vez, moratorias, blanqueo-, ese déficit habría representado 4 a 4,5% del PBI.

En algunos días, entonces, se dispondrán recortes de gastos tan amplios como inmediatos, por unos € 12.000 millones… sólo que después de las elecciones para el Parlamento Europeo y gobiernos regionales (12 y 13 de junio). ¿Por qué? Porque Berlusconi ha prometido rebajar el impuesto a los réditos en € 12.000 millones durante el bienio 2005-6. O sea, entre los comicios inminentes y la elección general.

En las condiciones actuales, esto es muy peligroso (por de pronto, la izquierda tiene notable ventaja en intención de voto). Pero el gobierno no tiene alternativa. Las cuentas públicas se hallan bajo estrecho escrutinio de los mercados, la Comisión Europea y los socios de la Eurozona (donde circula la moneda única).

Berlusconi parece seguro de que la baja de gastos permitirá mantener el rojo primario de 2004 bajo el techo de 3% -en términos de PBI- que exige el pacto fiscal de 1996. Además, hace pocas semanas la CE le dio a Italia hasta el 5 de julio para proponer nuevas medidas restrictivas.

Pero, a su vez, Francia y Alemania sobrepasarán ese mismo máximo por cuarto ejercicio seguido. No obstante, hay una gran diferencia: la deuda pública peninsular significa 106,2% del PBI y exige un drástico programa para reducirla. Eso comporta 5% anual de superávit primario, ajustable sobre igual parámetro. En 1997, ese plus era 6,7% pero, bajo Berlusconi, el gasto ha ido superando en 1,5% el crecimiento del PBI nominal.

Los apremios fiscales serían menos severos si la economía fuese más sólida. Pero no. En 1946-69, Italia pasó de relativamente subdesarrollada –40% de la mano de obra era rural, contra 20% en la actual Polonia- a próspera e industrial. Después, las tasas anuales de expansión fueron cediendo de 3,7% en los 70 a 2,4% en los 80, 1,5% en los 90 y 0,5/1,2% desde 2000.

Sin dudas, pesaron factores ajenos a Berlusconi. Por ejemplo, el torniquete fiscal aplicado desde 1992, para que Italia pudiese ingresar al esquema de Maastricht (Eurozona), la crisis sistémica internacional de 1997/8 y la inestabilidad de mercados desde 2000. Muchos analistas convencionales añaden la “menor competitividad global” de los italianos.

Pero eso responde, realmente, a la excesiva rigidez del pacto fiscal y a la pérdida de soberanía monetaria. Desde 1999, el Banco de Italia (central) no fija tasas básicas ni puede intervenir en materia cambiaria.

Algunos observadores políticos temen que varios nuevos miembros de la Unión Europea (Polonia, Hungría, Eslovaquia, República Checa) pronto afronten los mismos problemas. Estas perspectivas tornan patética una exhortación de Luigi Biggeri, jefe de estadísticas: “El relanzamiento de la competitividad no puede postergarse”. Varios industriales le recordaron que “sin instrumentos monetarios y cambiarios locales ¿cómo competir?” Justamente, el viejo argumento británico para no adherir al euro.

También hay algo similar a lo que se vive en Alemania: una intensa campaña de grandes grupos económicos y bancos para podar beneficios sociales Su objetivo es impedir que la parte del PBI correspondiente a jubilaciones y pensiones no pase del actual 14% a 16%… hacia 2030. El gobierno espera que la reforma sea ley para el 1 de julio. Muy bien ¿y si caen víctimas del calendario electoral?. Malos resultados en los próximos comicios no derribarán, necesariamente, el gobierno. Pero probablemente lo paralicen.

Naturalmente, el escándalo Parmalat y otros de similar tenor –inclusive la crisis de los clubes futbolísticos- también presionan. Tras quedar en evidencia el “agujero negro “ por € 14.000 millones creado por los Tanzi, nada parecía más urgente que una amplia reforma en materia de manejo empresario, banca y regulación de mercados especulativos.

Casi seis meses más tarde, el proyecto de ley “ómnibus” sigue atascado en el parlamento. Clave: el tratamiento del fraude contable, punto débil de Berlusconi en su triple papel de primer ministro, dueño de medios y procesado. De hecho, una de las medidas más controvertidas, adoptada casi al asumir (junio de 2001), fue imponer una ley que atenuaba penas por ciertos tipos de fraude contable privado y dificultaba procesos al respecto.

Exactamente, irregularidades similares a las que llevaron a Berlusconi varias veces al banquillo, como empresario, desde los 80. Ahora, la versión oficial del proyecto en debate ha sido expurgada a medida del primer ministro y sus negocios.

Pero resulta que el borrador inicial, con penas más rigurosas, provenía de Giulio Tremonti, el ministro de Hacienda. Este funcionario sigue resuelto a que las reformas post Parmalat sean creíbles para entidades y mercados internacionales. Por el contrario, los políticos de Forza Italia estiman impensable una revocación de la ley pro Berlusconi (2001) entre los comicios de junio y los de 2006.

Finalmente, el pase de una nueva ley sobre fraude contable y las reformas fiscales dependerán de los resultados del mes entrante. Posiblemente, también la suerte de esta endeble coalición.

En 2001, el magnate de medios se comprometió a estimular la economía aplicando su receta personal de éxito empresario: mucho dinamismo y pocos escrúpulos (recordada definición de “The economist”). Pero condiciones externas negativas e interminables disputas entre los cuatro partidos “berlusconistas” han echado casi todo a perder.

Défit y deuda pública figuran entre los problemas más urgentes. A primera vista, Italia marchó mejor que Francia y Alemania en 2003, con un rojo equivalente a 2,4% del producto bruto interno, contra 4,1 y 3,9% de las otras dos. Pero, sin ingresos extraordinarios –gravamen inmobiliario por una sola vez, moratorias, blanqueo-, ese déficit habría representado 4 a 4,5% del PBI.

En algunos días, entonces, se dispondrán recortes de gastos tan amplios como inmediatos, por unos € 12.000 millones… sólo que después de las elecciones para el Parlamento Europeo y gobiernos regionales (12 y 13 de junio). ¿Por qué? Porque Berlusconi ha prometido rebajar el impuesto a los réditos en € 12.000 millones durante el bienio 2005-6. O sea, entre los comicios inminentes y la elección general.

En las condiciones actuales, esto es muy peligroso (por de pronto, la izquierda tiene notable ventaja en intención de voto). Pero el gobierno no tiene alternativa. Las cuentas públicas se hallan bajo estrecho escrutinio de los mercados, la Comisión Europea y los socios de la Eurozona (donde circula la moneda única).

Berlusconi parece seguro de que la baja de gastos permitirá mantener el rojo primario de 2004 bajo el techo de 3% -en términos de PBI- que exige el pacto fiscal de 1996. Además, hace pocas semanas la CE le dio a Italia hasta el 5 de julio para proponer nuevas medidas restrictivas.

Pero, a su vez, Francia y Alemania sobrepasarán ese mismo máximo por cuarto ejercicio seguido. No obstante, hay una gran diferencia: la deuda pública peninsular significa 106,2% del PBI y exige un drástico programa para reducirla. Eso comporta 5% anual de superávit primario, ajustable sobre igual parámetro. En 1997, ese plus era 6,7% pero, bajo Berlusconi, el gasto ha ido superando en 1,5% el crecimiento del PBI nominal.

Los apremios fiscales serían menos severos si la economía fuese más sólida. Pero no. En 1946-69, Italia pasó de relativamente subdesarrollada –40% de la mano de obra era rural, contra 20% en la actual Polonia- a próspera e industrial. Después, las tasas anuales de expansión fueron cediendo de 3,7% en los 70 a 2,4% en los 80, 1,5% en los 90 y 0,5/1,2% desde 2000.

Sin dudas, pesaron factores ajenos a Berlusconi. Por ejemplo, el torniquete fiscal aplicado desde 1992, para que Italia pudiese ingresar al esquema de Maastricht (Eurozona), la crisis sistémica internacional de 1997/8 y la inestabilidad de mercados desde 2000. Muchos analistas convencionales añaden la “menor competitividad global” de los italianos.

Pero eso responde, realmente, a la excesiva rigidez del pacto fiscal y a la pérdida de soberanía monetaria. Desde 1999, el Banco de Italia (central) no fija tasas básicas ni puede intervenir en materia cambiaria.

Algunos observadores políticos temen que varios nuevos miembros de la Unión Europea (Polonia, Hungría, Eslovaquia, República Checa) pronto afronten los mismos problemas. Estas perspectivas tornan patética una exhortación de Luigi Biggeri, jefe de estadísticas: “El relanzamiento de la competitividad no puede postergarse”. Varios industriales le recordaron que “sin instrumentos monetarios y cambiarios locales ¿cómo competir?” Justamente, el viejo argumento británico para no adherir al euro.

También hay algo similar a lo que se vive en Alemania: una intensa campaña de grandes grupos económicos y bancos para podar beneficios sociales Su objetivo es impedir que la parte del PBI correspondiente a jubilaciones y pensiones no pase del actual 14% a 16%… hacia 2030. El gobierno espera que la reforma sea ley para el 1 de julio. Muy bien ¿y si caen víctimas del calendario electoral?. Malos resultados en los próximos comicios no derribarán, necesariamente, el gobierno. Pero probablemente lo paralicen.

Naturalmente, el escándalo Parmalat y otros de similar tenor –inclusive la crisis de los clubes futbolísticos- también presionan. Tras quedar en evidencia el “agujero negro “ por € 14.000 millones creado por los Tanzi, nada parecía más urgente que una amplia reforma en materia de manejo empresario, banca y regulación de mercados especulativos.

Casi seis meses más tarde, el proyecto de ley “ómnibus” sigue atascado en el parlamento. Clave: el tratamiento del fraude contable, punto débil de Berlusconi en su triple papel de primer ministro, dueño de medios y procesado. De hecho, una de las medidas más controvertidas, adoptada casi al asumir (junio de 2001), fue imponer una ley que atenuaba penas por ciertos tipos de fraude contable privado y dificultaba procesos al respecto.

Exactamente, irregularidades similares a las que llevaron a Berlusconi varias veces al banquillo, como empresario, desde los 80. Ahora, la versión oficial del proyecto en debate ha sido expurgada a medida del primer ministro y sus negocios.

Pero resulta que el borrador inicial, con penas más rigurosas, provenía de Giulio Tremonti, el ministro de Hacienda. Este funcionario sigue resuelto a que las reformas post Parmalat sean creíbles para entidades y mercados internacionales. Por el contrario, los políticos de Forza Italia estiman impensable una revocación de la ley pro Berlusconi (2001) entre los comicios de junio y los de 2006.

Finalmente, el pase de una nueva ley sobre fraude contable y las reformas fiscales dependerán de los resultados del mes entrante. Posiblemente, también la suerte de esta endeble coalición.

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