El miércole al anochecer, el primer ministro volvió a decir que renunciaría ante el presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi, en cuestión de horas. Acto seguido, empero, aseguró que integrará un nuevo gabinete de inmediato. Algunos observadores temen que esto seas apenas otra intentona para recobrar la iniciativa. Sea como fuere, las declaraciones en el Senado –donde miembros de su propia coalición se negaban a acompañarlo- parecían un preludio del fin.
El martes, harto de las maniobras del primer ministro, el canciller Gianfranco Fini amenazaba sacar su partido neofascista de la coalición de derechas. La crisis política se tornaba inmanejable.
En lo que llamó él mismo “semiultimátum”, Fini anunció que la Alianza nacional (AN, neofascista) acompañaría a la Unión democristiana (derecha clerical) de Marco Follini y abandonaría la coalición. “Berlusconi hace cada día más difícil relanzar el gobierno y dar vuelta priodidades en favor del sur”, señalaba anoche el todavía canciller.
Si AN sidue a la UDC, sólo le quedarán al ministro la Liga Norte (hasta ahora controlada por Umberto Bossi, incondicional al amo de Mediaset) y Forza Italia, un rejunte creado por el propio Berlusconi, donde empiezan a surgir señales de descontento, pues fue la que más perdió en los recientes comicios regionales.
Entre domingo y lunes, el primer ministro se había comprometió a dimitir, con objeto de formar otro gabinete y consolidar la coalición de derecha. Pero el riesgo de que el presidente Ciampi le encomendase a otro –probablemente a Fini- la misión, lo hizo desconocer un acuerdo con los propios partidos que lo llevaron al poder.
El dueño de la Milan quería cumplir cinco años en el poder (hoy lleva cuatro). Eso nunca había ocurrido en la Italia posterior a 1943. Pero sus presentes apuros no son fáciles de superar, pues derivan de una inédita derrota oficialista en las elecciones regionales. Esos resultados translucen dos años de deterioro político y hasta personal. Entretanto, fiscales y jueces esperan que pierda inmunidades para someterlo a dos o tres procesos por corrupción, relacionados con sus negocios privados u causas que datan de los años 90.
La semana pasada, la UDC, socio menor de “Casa delle Libertà”, rompió con el gobierno. Su jefe y viceprimer ministro, Follini, dimitó llevándose consigo cuatro ministros. Entre ellos, el pintoresco Rocco Buttiglione, católico ultramontano que perdió un cargo en la Comisión Europea por decir barbaridades antifeministas ante el parlamento de la UE.
El lunes por la tarde, hubo una reunión de urgencia entre Berlusconi y líderes de partidos remanentes en la coalición. A su término, Fini anticipó la inminente renuncia del primer ministro (y, claro, del resto del gabinete).
Por la noche, Berlusconi pidió hablar con Ciampi. Según la constitución, éste tiene tres opciones: (a) confirmar a Berlusconi como jefe de un nuevo ministerio, (b) encargar a otro la formación de gobierno y (c) llamar a elecciones generales anticipadas.
Pero, de pronto, el “premier” le dijo al presidente que había reslto hacer lo contrario de lo indicado por Fini. Repitiendo una audaz jugada hecha en 1994, Berlusconi trata de ser ratificado por el parlamento, remplazar a los dimitentes y seguir hasta 2006. A su favor, en teoría, tenía una “mayoría de papel”, que desde 2003 ya no refleja el mapa electoral. Esto se parece un poco a las bancadas radicales en el congreso argentino, que ya no representan los votos obtenidos años atrás, pero se aferran a los sillones.
A primera vista, el millonario ex cantante melódico –procesado por la justicia- optaba por llevar al extremo la crisis desatada a principios de abril. Los días 3 y 4, el oficialismo perdió en once de trece regiones. La oposición, pues, controla dieciséis de las veinte totales. Esto agravó el desgobierno, precisamente mientras se agudizaban severas dificultades económicas y fiscales, con Italia bajo presión de la Comisión Europea por sus imparables déficit.
Fini reprochó a Berlusconi “mandarme a dar la cara y después desdecirte”. Desde la otra punta del espectro, Piero Fassino (democráta de izquierda) afirmó “esto se convierte en una farsa obscena”. Según ejecutivos de Confindustria, su presidente Luca Montezemolo –también encabeza Fiat SpA- usó en privado casi los mismos términos, El empresariio había estado entre los primeros en sugerir la dimisión del primer ministro. Ahora, muchos se preguntan si nohabrá otra marcha atrás.
El miércole al anochecer, el primer ministro volvió a decir que renunciaría ante el presidente de la república, Carlo Azeglio Ciampi, en cuestión de horas. Acto seguido, empero, aseguró que integrará un nuevo gabinete de inmediato. Algunos observadores temen que esto seas apenas otra intentona para recobrar la iniciativa. Sea como fuere, las declaraciones en el Senado –donde miembros de su propia coalición se negaban a acompañarlo- parecían un preludio del fin.
El martes, harto de las maniobras del primer ministro, el canciller Gianfranco Fini amenazaba sacar su partido neofascista de la coalición de derechas. La crisis política se tornaba inmanejable.
En lo que llamó él mismo “semiultimátum”, Fini anunció que la Alianza nacional (AN, neofascista) acompañaría a la Unión democristiana (derecha clerical) de Marco Follini y abandonaría la coalición. “Berlusconi hace cada día más difícil relanzar el gobierno y dar vuelta priodidades en favor del sur”, señalaba anoche el todavía canciller.
Si AN sidue a la UDC, sólo le quedarán al ministro la Liga Norte (hasta ahora controlada por Umberto Bossi, incondicional al amo de Mediaset) y Forza Italia, un rejunte creado por el propio Berlusconi, donde empiezan a surgir señales de descontento, pues fue la que más perdió en los recientes comicios regionales.
Entre domingo y lunes, el primer ministro se había comprometió a dimitir, con objeto de formar otro gabinete y consolidar la coalición de derecha. Pero el riesgo de que el presidente Ciampi le encomendase a otro –probablemente a Fini- la misión, lo hizo desconocer un acuerdo con los propios partidos que lo llevaron al poder.
El dueño de la Milan quería cumplir cinco años en el poder (hoy lleva cuatro). Eso nunca había ocurrido en la Italia posterior a 1943. Pero sus presentes apuros no son fáciles de superar, pues derivan de una inédita derrota oficialista en las elecciones regionales. Esos resultados translucen dos años de deterioro político y hasta personal. Entretanto, fiscales y jueces esperan que pierda inmunidades para someterlo a dos o tres procesos por corrupción, relacionados con sus negocios privados u causas que datan de los años 90.
La semana pasada, la UDC, socio menor de “Casa delle Libertà”, rompió con el gobierno. Su jefe y viceprimer ministro, Follini, dimitó llevándose consigo cuatro ministros. Entre ellos, el pintoresco Rocco Buttiglione, católico ultramontano que perdió un cargo en la Comisión Europea por decir barbaridades antifeministas ante el parlamento de la UE.
El lunes por la tarde, hubo una reunión de urgencia entre Berlusconi y líderes de partidos remanentes en la coalición. A su término, Fini anticipó la inminente renuncia del primer ministro (y, claro, del resto del gabinete).
Por la noche, Berlusconi pidió hablar con Ciampi. Según la constitución, éste tiene tres opciones: (a) confirmar a Berlusconi como jefe de un nuevo ministerio, (b) encargar a otro la formación de gobierno y (c) llamar a elecciones generales anticipadas.
Pero, de pronto, el “premier” le dijo al presidente que había reslto hacer lo contrario de lo indicado por Fini. Repitiendo una audaz jugada hecha en 1994, Berlusconi trata de ser ratificado por el parlamento, remplazar a los dimitentes y seguir hasta 2006. A su favor, en teoría, tenía una “mayoría de papel”, que desde 2003 ya no refleja el mapa electoral. Esto se parece un poco a las bancadas radicales en el congreso argentino, que ya no representan los votos obtenidos años atrás, pero se aferran a los sillones.
A primera vista, el millonario ex cantante melódico –procesado por la justicia- optaba por llevar al extremo la crisis desatada a principios de abril. Los días 3 y 4, el oficialismo perdió en once de trece regiones. La oposición, pues, controla dieciséis de las veinte totales. Esto agravó el desgobierno, precisamente mientras se agudizaban severas dificultades económicas y fiscales, con Italia bajo presión de la Comisión Europea por sus imparables déficit.
Fini reprochó a Berlusconi “mandarme a dar la cara y después desdecirte”. Desde la otra punta del espectro, Piero Fassino (democráta de izquierda) afirmó “esto se convierte en una farsa obscena”. Según ejecutivos de Confindustria, su presidente Luca Montezemolo –también encabeza Fiat SpA- usó en privado casi los mismos términos, El empresariio había estado entre los primeros en sugerir la dimisión del primer ministro. Ahora, muchos se preguntan si nohabrá otra marcha atrás.