<p>Hay otra, pero es una cruel ironía: en quince días Bélgica debiera asumir la presidencia de la Unión Europea. Pero ¿quién se hará cargo? ¿Acaso el derechista Bartholomaeus de Wever (39 años), segundo en los comicios (con 29,5% del caudal) y adalid –junto con VlaamsBelang- del próspero componente separatista?…<br />
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El nuevo mapa político es traumático pues la ultraderecha del Vlaams Belang –heredera de León Degrelle y el rexismo pro III Reich- obtuvo 12,5%. En síntesis, este sector y la NVA representan 41% de la población flamenca (seis millones en total). Gracias a los valones de habla francesa (3,5 millones), el “premier” democristiano saliente, Yves Leterme, retiene 18,3%, pero no le alcanzará para aliarse con de Wever. <br />
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Queda otra salida, nada fácil: el 33% de Elio di Rupo y sus socialistas -primera fuerza emergente-, no afectados por la división étnica. Este partido es mayoritario en Bruselas (un millón). Pero un pacto entre ambas derechas le impediría formar gobierno a tiempo para designar presidente de la UE.<br />
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En cierto sentido, esta crisis prolonga traumas originarios de un país inventado por Gran Bretaña (1831) como estado tapón entre Francia y Prusia, luego Alemania. Lo mismo había sucedido con Uruguay, creado en 1828 como cuña entre Brasil y Argentina. Hasta la Segunda guerra mundial, el destino belga era mucho más apacible.<br />
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Pero la ocupación germana de 1940/45 generó un movimiento colaboracionista, el rexismo, al principio más valón que flamenco. Hoy, el separatismo del norte muta en una derecha y una ultraderecha, ambas hostiles al elemento valón, es decir al sur y a Bruselas misma. Para peor, el avance de la derecha en Holanda –hace una semana- favoreció a los flamencos belgas. Entretanto, se especula sobre una reunión a puertas cerradas entre las dos coronas (belga, holandesa) y la comisión europea.</p>
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Bélgica: ¿llegará dividida a presidir la Unión Europea?
Con 41% del voto, la separatista Nueva Alianza Flamenca (NVA) y los ultra de Vlaams Belang ponen el país al borde de la ruptura. Inclusive, la crisis puede empujar al rey Alberto II a abdicar. Su figura resta como única prenda de unidad.