A criterio del alto funcionario portugués, hombre conservador y casi gris, “me duele admitirlo, pero –admitió a ‘Corriere della sera’- las cosan andan mal, muy mal en el caso turco”. Días antes, los roces entre París y Angora alejaban a Francia de su posición favorable inicial y la acercaban a la mayor objetora, Polonia.
Pero sucede que, en breve, la CE deberá presentar un informe sobre la marcha de las ya luengas negociaciones. Por supuesto, Barroso no menciona el meollo del problema: el ingreso turco entraña sumar a la Unión Europea una masa de 70 millones de musulmanes, cuyo volumen será sólo inferior al de la población alemana (que tiene su propia minoría turca).
“Atravesamos instancias muy críticas, porque Angora se retrasa en materia de las reformas exigidas por el acuerdo básico de entendimiento. Por ahora –insiste Barroso-, no veo los progresos que presuponía meses atrás. Espero que la presidencia de turno en la UE, ahora en manos finesas, logre evitar una suspensión lisa y llana de tratativas”. De hecho, eso es que temen en Washington, Berlín, Roma y Londres.
Varios factores dificultan el panorama. En primer término, la opinión pública turca ya no apoya tanto el ingreso a la UE. En segundo lugar, al fracaso de la política norteamericana en Levante empuja Angora a (a) consolidar el eje con las repúblicas asiáticas de habla turca y (b) mejorar lazos con Rusia, Ucrania, China e Irán.
Tampoco ayuda que, entre las condiciones impuestas por Bruselas, continúe la evacuación de Chipre septentrional, una república títere de Angora. En medios de señales tan desfavorables, altos funcionarios de la UE y –según versiones- Polonia no creen que sea buen momento para la visita del papa Benito XVI a Estambul, Angora y Éfeso. Pero fuentes vaticanas recuerdan que este pontífice no tiene compromisos la UE, cuya frustrada constitución “no tiene presentes las bases cristianas de Europa”.
A criterio del alto funcionario portugués, hombre conservador y casi gris, “me duele admitirlo, pero –admitió a ‘Corriere della sera’- las cosan andan mal, muy mal en el caso turco”. Días antes, los roces entre París y Angora alejaban a Francia de su posición favorable inicial y la acercaban a la mayor objetora, Polonia.
Pero sucede que, en breve, la CE deberá presentar un informe sobre la marcha de las ya luengas negociaciones. Por supuesto, Barroso no menciona el meollo del problema: el ingreso turco entraña sumar a la Unión Europea una masa de 70 millones de musulmanes, cuyo volumen será sólo inferior al de la población alemana (que tiene su propia minoría turca).
“Atravesamos instancias muy críticas, porque Angora se retrasa en materia de las reformas exigidas por el acuerdo básico de entendimiento. Por ahora –insiste Barroso-, no veo los progresos que presuponía meses atrás. Espero que la presidencia de turno en la UE, ahora en manos finesas, logre evitar una suspensión lisa y llana de tratativas”. De hecho, eso es que temen en Washington, Berlín, Roma y Londres.
Varios factores dificultan el panorama. En primer término, la opinión pública turca ya no apoya tanto el ingreso a la UE. En segundo lugar, al fracaso de la política norteamericana en Levante empuja Angora a (a) consolidar el eje con las repúblicas asiáticas de habla turca y (b) mejorar lazos con Rusia, Ucrania, China e Irán.
Tampoco ayuda que, entre las condiciones impuestas por Bruselas, continúe la evacuación de Chipre septentrional, una república títere de Angora. En medios de señales tan desfavorables, altos funcionarios de la UE y –según versiones- Polonia no creen que sea buen momento para la visita del papa Benito XVI a Estambul, Angora y Éfeso. Pero fuentes vaticanas recuerdan que este pontífice no tiene compromisos la UE, cuya frustrada constitución “no tiene presentes las bases cristianas de Europa”.