Angela Merkel y los problemas que afrontará en la UE

Desde el dos, la canciller alemana Alemania preside el consejo de la Unión Europea durante el semestre. Aparte de la ampliación de 25 a 27 miembros, Merkel encarará el destino del tratado constitucional y la reforma de ciertos mecanismos.

3 enero, 2007

La misión no será fácil. Por el contrario, la primera ministra germana ha pedido a sus colaboradores extremar la cautela y no generar expectativas poco realistas. Al terminar 2006, “los engranajes de la UE están llenos de arena. ¿Quieren resutados? Dennos los instrumentos”, sostenía el 31 el italiano Franco Frattini, vicepresidente de la Comisión europea, que encabeza el portugués José Manuel Durão Barroso, un personaje a quien el cargo le va grande.

Por ejemplo, durante 2006 Barroso trató de dar prioridad a la “UE de los resultados económicos” (este monetarista aludía a los mercados, en realidad) sobre la reforma constitucional. Lo extraño del caso es que ésta parece frustrada pese a que dieciocho de los veintisiete socios han aprobado el tratado. A raíz de esto, España los ha convocado a una reunión para fin de mes. Algunos observadores se preguntan si de ahí no saldrán una UE del tratado y una en contra.

Los alemanes están inquietos por los magros resultados de las últimas cumbres entres jefes de estado o gobierno y de ministros de la UE. Tal como viene la mano, 2007 no aportará cambios notables en la situación, salvo el paso de doce a trece miembros de la Eurozona (Eslovenia se une a los adherentes a la moneda única). Las celebraciones públicas en Rumania y Bulgaria, recién incorporadas, no logran ocultar dos problemas: el bajo desarrollo socioeconómico de ambas –más su alto grado de corrupción sistémica- y el fracaso en las tratativas de la UE con Turquía.

Como contrapartida, el trío formado por la CE, el consejo europeo y el Europarlamento consiguió derregular servicios; entre ellos banca, energía eléctrica y telecomunicaciones, desde julio próximo. Pero eso no ha evitado una ola de fusiones y adquisiciones ni la reacción opuesta, un brote de nacionalismo que va desde España a Polonia, pasando por Francia e Italia. Al respecto, Frattini no se privó de una fina ironía: ”podríamos convertirnos en una unión de clientes de Gazprom”.

Por el contrario, la paulatina abolición de fronteras internas sigue siendo utópica. Paradójicamente, mientras se suman más miembros a la UE. Igual sucede con la cooperación jurídica y policial en materia como terrorismo internacional, delito organizado y lavado de dinero (donde la “singularidad” suiza y la contradicción luxemburguesa son obstáculos principales).

Como se observa en Francia, España, Eslovaquia, Polonia y Lituania, el racismo o la xenofobia continúan a la orden del día. Podría argüírse que el eventual tratado constitucional contribuirá a resolver ese tipo de problemas, pero ese proyecto pone en evidencia un problema peor: la vieja obsesión europea por unanimidades y consensos.

Aprobado por dieciocho socios, el tratado quedó en la nada sólo porque dos plebiscitos (Francia, Holanda) lo recharazon, lo cual llevó a suspender otros tres (Portugal, Gran Bretaña, Dinamarca) y dos ratificaciones parlamentarias (Suecia, Polonia). Queda por verse qué ocurrirá con el plebiscito checo, previsto para este bimestre.

La misión no será fácil. Por el contrario, la primera ministra germana ha pedido a sus colaboradores extremar la cautela y no generar expectativas poco realistas. Al terminar 2006, “los engranajes de la UE están llenos de arena. ¿Quieren resutados? Dennos los instrumentos”, sostenía el 31 el italiano Franco Frattini, vicepresidente de la Comisión europea, que encabeza el portugués José Manuel Durão Barroso, un personaje a quien el cargo le va grande.

Por ejemplo, durante 2006 Barroso trató de dar prioridad a la “UE de los resultados económicos” (este monetarista aludía a los mercados, en realidad) sobre la reforma constitucional. Lo extraño del caso es que ésta parece frustrada pese a que dieciocho de los veintisiete socios han aprobado el tratado. A raíz de esto, España los ha convocado a una reunión para fin de mes. Algunos observadores se preguntan si de ahí no saldrán una UE del tratado y una en contra.

Los alemanes están inquietos por los magros resultados de las últimas cumbres entres jefes de estado o gobierno y de ministros de la UE. Tal como viene la mano, 2007 no aportará cambios notables en la situación, salvo el paso de doce a trece miembros de la Eurozona (Eslovenia se une a los adherentes a la moneda única). Las celebraciones públicas en Rumania y Bulgaria, recién incorporadas, no logran ocultar dos problemas: el bajo desarrollo socioeconómico de ambas –más su alto grado de corrupción sistémica- y el fracaso en las tratativas de la UE con Turquía.

Como contrapartida, el trío formado por la CE, el consejo europeo y el Europarlamento consiguió derregular servicios; entre ellos banca, energía eléctrica y telecomunicaciones, desde julio próximo. Pero eso no ha evitado una ola de fusiones y adquisiciones ni la reacción opuesta, un brote de nacionalismo que va desde España a Polonia, pasando por Francia e Italia. Al respecto, Frattini no se privó de una fina ironía: ”podríamos convertirnos en una unión de clientes de Gazprom”.

Por el contrario, la paulatina abolición de fronteras internas sigue siendo utópica. Paradójicamente, mientras se suman más miembros a la UE. Igual sucede con la cooperación jurídica y policial en materia como terrorismo internacional, delito organizado y lavado de dinero (donde la “singularidad” suiza y la contradicción luxemburguesa son obstáculos principales).

Como se observa en Francia, España, Eslovaquia, Polonia y Lituania, el racismo o la xenofobia continúan a la orden del día. Podría argüírse que el eventual tratado constitucional contribuirá a resolver ese tipo de problemas, pero ese proyecto pone en evidencia un problema peor: la vieja obsesión europea por unanimidades y consensos.

Aprobado por dieciocho socios, el tratado quedó en la nada sólo porque dos plebiscitos (Francia, Holanda) lo recharazon, lo cual llevó a suspender otros tres (Portugal, Gran Bretaña, Dinamarca) y dos ratificaciones parlamentarias (Suecia, Polonia). Queda por verse qué ocurrirá con el plebiscito checo, previsto para este bimestre.

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