Dos tercios del casi medio millón de afiliados del partido social demócrata, el SDP, estuvo a favor de integrar la coalición de gobierno con el partido de centro derecha de la actual Canciller de Alemania.
Así concluyeron cinco meses de incertidumbre y confusión en Berlín. Es el momento justo. Cuando hace falta renovado liderazgo en la Unión Europea, y cuando es preciso enfrentar las medidas proteccionistas de Donald Trump que auguran una guerra comercial global, en gran escala.
Hasta que se supo el resultado de la votación interna del SPD, el partido Social Demócrata, cuyos 460.000 afiliados resolverían si había alianza con la centro derecha para formar gobierno, las opciones de Angela Merkel eran limitadas.
Podía intentar gobernar con su propio partido, en minoría, lo que obligaría a lentitud, negociación permanente y muchas frustraciones. La otra posibilidad era convocar de nuevo a elecciones generales. La percepción es que Merkel, cuyo liderazgo fue lesionado en septiembre pasado, saldría peor parada que en esa oportunidad.
Han sido cinco meses de conciliábulos sin poder formar gobierno, un plazo que excede las experiencias históricas de las últimas décadas. Todo ello explica que se supone que el cuarto mandato de Merkel no será tan fácil y rotundo como los anteriores. Hay un liderazgo debilitado, y un proceso que erosiona su rol como campeona de la Unión Europea.