Con todo, eso fue lo más sencillo. Ahora es que empieza lo más dificíl. El papel firmado en Atlanta entre Estados Unidos y otras 11naciones con costas sobre el Pacífico, debe convertirse a partir de ahora en un tratado internacional que requerirá el consentimiento expreso de cada uno de los Congresos de los países signatarios.
Una empresa que puede ser más compleja que la acaba de terminar. La agenda suscripta, plagada de puntos de difícil negociación, abordará otra instancia menos conciliadora. La de los legisladores de cada país que sienten que hay intereses afectados que buscan preservar.
Habrá muchas batallas que librar. En Canadá, por ejemplo, el Parlamento actual tiene importantes objeciones. Si en las próximas elecciones, gana la izquierda como muchos predicen, la oposición será más enconada (en Malasia habrá un largo y dificultoso proceso).
El mismo Barack Obama tiene problemas. Naturalmente los Republicanos en el Congreso están en contra, pero también muchos Demócratas. Pero tal vez Obama lo logre. A esta altura de su mandato, cuando se esperaba ver un lame duck (o pato rengo como le dicen al Presidente con menos poder al final de su mandato), inició la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba tras un bloqueo de 50 años; firmó un acuerdo que se supone de contención nuclear con Irán, secundado por otras potencias occidentales; desarrolla una estrategia de contención del poder naval chino en el Pacífico, y trata de salir discretamente de los conflictos del Oriente medio, donde ahora se ha metido Rusia hasta el cuello.
Quizás en esto también se apunte un éxito. Es vital para Washington. Esta arquitectura económica internacional entronca con las nuevas realidades del siglo 21, el poder se ha desplazado al Pacífico y es necesario rebalancear la política asiática para impedir la hegemonía de Beijing. Este es el objetivo central del TPP (Tratado Trans Pacífico). Es la joya de la construcción geopolítica para las décadas venideras.
La gran virtud estadounidense durante esta etapa que ha terminado, fue la flexibilidad (precisamente el gran reproche de la oposición interna). Hasta ahora, la percepción era que, en las negociaciones, EE.UU pretendía imponer su criterio sin tomar en cuenta las demandas de sus eventuales socios. Es decir, no negociaba, imponía. Sin embargo hubo concesiones y algunas importantes (ocho años de protección a medicamentos biológicos, regulación de productos del tabaco).
Aún así, la Alianza del Pacífico es una inmensa promesa. Pero todavía no es una realidad