<p>La última reunión entre Merkel y Sarkozy no fue propicia para el francés y, tras meses de rupturas y reconciliaciones, el clima se enfría velozmente, algo que la enésima cumbre del grupo de los 20 (este fin de semana) puede poner en evidencia. Desde el año pasado, en efecto, París viene criticando las restricciones al gasto público e individual que pide Berlín. Éste sospecha un contubernio entre Sarkozy y Dominique Strauss-Kahn –Fondo Monetario Internacional- para promover rescates que le cuesten poco a los bancos privados franceses. <br />
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El presunto complot se extendería a entidades financieras en terapia intensiva (Grecia, Portugal, España, Hungría) o en capilla (Irlanda, Gran Bretaña, Italia, Eslovaquia, Letonia). Las intrigas de París “impiden restablecer la confianza de los inversores a lo largo y ancho de la UE” (veintisiete miembros), sostenían hace poco Josef Ackermann, el inflexible suizo que comanda el Deutsche Bank, y Axel Weber, presidente del no menos ortodoxo Bundesbank. <br />
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Pero Alemania no es un dechado de virtudes. Convencida en 2008/9 de que sus bancos estaban libres de pecado, el actual maremoto financiero europeo la devolvió a una realidad nada agradable: varios estados de la federación están infestados de activos tóxicos. Esto condujo en mayo a una dura derrota en el land más poblado, Renania norte-Vestfalia, y a una crisis en la coalición federal de derechas. <br />
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Merkel, nacida y formada en la ex república democrática del este, nunca dejó se ser escéptica acerca de la UE. Por otra parte, cruzando el Báltico está la próspera Suecia, que no ha abandonado la corona en aras del euro. Entretanto, “la propia Eurozona necesitó un decenio –sostiene el analista Andreas Glücksmann- para descubrir que Grecia maquillaba números con ayuda de Goldman Sachs. Ahora, también se sabe que la austera y ética Alemania le cuesta caro a la UE. <br />
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Entonces, aparece Rusia. O reaparece, pues otro canciller, el socialdemócrata Gerhardt Schröder, jugó la carta rusa hace algunos años. A tal punto que, ya en el mundo de los negocios, el ex jefe de gobierno ingresa a la junta directiva de Gazprom, el mayor monopolio estatal de hidrocarburos en el mundo. Hoy, Merkel siente una fuerte tentación a retomar la “nueva frontera oriental” (¿los Urales, el Pacífico?), apoyándose en una Rusia modernizada, fuente de combustibles, metales críticos y otros productos básicos. No es casual que, en el despacho de la canciller, domine un retrato de Catalina II, emperatriz de origen sajón. Déspota como Vladimir Putin, reformista como Dmitri Miedvyédiev, la soberana nunca olvidó su cuna: Alemania oriental, como Merkel. <br />
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Alemania: ¿un adiós a Francia y una bienvenida a Rusia?
Tal vez las críticas de Nicolas Sarkozy a los ajustes ortodoxos que Angela Merkel quiere imponer a media Unión Europea hayan colmado la paciencia germana. O el este depare perspectivas más halagüeñas para Berlín y justifique un eventual giro ruso.