Alemania: casi empate entre Schröder (34,3%) y Merkel (35,2%)

En su mayoría, las encuestas le daban no menos de 43% a la líder conservadora. Pero fallaron por mucho. Ahora, Alemania depende de un comicio postergado y tal vez acabe con otra “gran coalición” entre SPD y CDU-CSU.

19 septiembre, 2005

En realidad, hubo dos triunfadores. Uno es Gerhard Schröder, pues pasó de 25% o menos en sondeos a virtual empate con quien, hace algunas semanas, pasaba de 48%. Otro es Oskar Lafontaine, que abandonó la socialdemocracia cuando el actual canciller se pasó a un programa económico pro mercado financiero y hoy, unido con ex comunistas, tiene 8,7% del voto.

Entre ese grupo –conocido como “gran izquierda”- y los verdes (8,1%) representan un potencial aporte a la SPD que el 9,8% de los liberales, socios de la derecha (CDU-CSU). Dos factores ajenos a las elecciones influyeron en favor de la socialdemocracia y la izquierda: la personalidad del papa alemán (Josef Ratzinger sigue comportándose como gran inquisidor, indiferente a problemas sociales) y las medidas antilaborales en la industria automotriz.

Según las cifras difundidas, la derecha obtuvo 225 escaños en el Bundestag (parlamento federal), contra 222 de la socialdemocracia. Pero queda el comicio en Dresde, demorado por muerte de una candidata. En general, los estados de la ex República democrática tienden a votar contra partidos proclives a recetas de mercado o de connotación cristiana.

Entretanto, la propia Ángela Merkel admitió que será preciso abrir negociaciones con los socialdemócratas en pos de una “Grosse Koalition”. Similares presunciones formula la prensa en Alemania, Austria, Holanda y Francia, Salvo los medios identificados con la constelación de banqueros y empresarios que han apoyado a Merkel, francamente irritados por cifras que no esperaban (financiaron casi todas las encuestas difundidas en Europa occidental).

Con casi 78% de participación, estos comicios representaron la menor proporción de votos obtenida por la SPD desde 1990. Pero, al mismo tiempo, son un fracaso para Merkel. En buena medida, por su escaso carisma y propuestas como reducir impuestos a los sectores más prósperos y partidas de asistencia social. El fenómeno germano se suma, así, a la derrota del proyecto constitucional en Francia y otros países: todos son gestos contra la pro globalización financiera.

Fue una curiosa campaña electoral. Un país rico pero ciclotímico parecía tentado por el giro a la derecha, pero hesitaba en creerle a la pálida opositora del desprestigiado Schröder. ¿Motivo? El programa de reformas socioeconómicas y sociales de Merkel es aún más pro negocios que el de su rival.

Cabe recordar que el canciller renunciante perdió comicios decisivos en Rin septentrional-Westfalia, precisamente por promover recortes de salarios, prestaciones sociales y jubilaciones. “La utopía común a ambas coaliciones es la de los dividendos bursátiles”, ironizaba días atrás Lafontaine, némesis del “lobby” banquiempresario que operaba sobre Schröder y Merkel.

Para colmo, desde la reunificación del país en 1990, todas las elecciones generales se vencieron gracias a las provincias del este. Como en Rusia, Ucrania o Polonia allá persiste cierta nostalgia por el asistencialismo comunista y el marco (oriental u occidental, no importa).

Las incertidumbres persisten. La gran prensa germana, basándose en complejos sondeos propios de tipo cualitativo, baraja cuatro “grandes coaliciones” posibles. Se trata de (1) la negroamarilla (liberales EDP + democristianos CSU-CDU), (2) la rojiverde (socialdemócratas SPD + verdes Bundnis 90), (3) la rojinegra (socialdemócratas SPD + democristianos) y (4) el “semáforo”; o sea SPD + EDP + verdes.

En realidad, hubo dos triunfadores. Uno es Gerhard Schröder, pues pasó de 25% o menos en sondeos a virtual empate con quien, hace algunas semanas, pasaba de 48%. Otro es Oskar Lafontaine, que abandonó la socialdemocracia cuando el actual canciller se pasó a un programa económico pro mercado financiero y hoy, unido con ex comunistas, tiene 8,7% del voto.

Entre ese grupo –conocido como “gran izquierda”- y los verdes (8,1%) representan un potencial aporte a la SPD que el 9,8% de los liberales, socios de la derecha (CDU-CSU). Dos factores ajenos a las elecciones influyeron en favor de la socialdemocracia y la izquierda: la personalidad del papa alemán (Josef Ratzinger sigue comportándose como gran inquisidor, indiferente a problemas sociales) y las medidas antilaborales en la industria automotriz.

Según las cifras difundidas, la derecha obtuvo 225 escaños en el Bundestag (parlamento federal), contra 222 de la socialdemocracia. Pero queda el comicio en Dresde, demorado por muerte de una candidata. En general, los estados de la ex República democrática tienden a votar contra partidos proclives a recetas de mercado o de connotación cristiana.

Entretanto, la propia Ángela Merkel admitió que será preciso abrir negociaciones con los socialdemócratas en pos de una “Grosse Koalition”. Similares presunciones formula la prensa en Alemania, Austria, Holanda y Francia, Salvo los medios identificados con la constelación de banqueros y empresarios que han apoyado a Merkel, francamente irritados por cifras que no esperaban (financiaron casi todas las encuestas difundidas en Europa occidental).

Con casi 78% de participación, estos comicios representaron la menor proporción de votos obtenida por la SPD desde 1990. Pero, al mismo tiempo, son un fracaso para Merkel. En buena medida, por su escaso carisma y propuestas como reducir impuestos a los sectores más prósperos y partidas de asistencia social. El fenómeno germano se suma, así, a la derrota del proyecto constitucional en Francia y otros países: todos son gestos contra la pro globalización financiera.

Fue una curiosa campaña electoral. Un país rico pero ciclotímico parecía tentado por el giro a la derecha, pero hesitaba en creerle a la pálida opositora del desprestigiado Schröder. ¿Motivo? El programa de reformas socioeconómicas y sociales de Merkel es aún más pro negocios que el de su rival.

Cabe recordar que el canciller renunciante perdió comicios decisivos en Rin septentrional-Westfalia, precisamente por promover recortes de salarios, prestaciones sociales y jubilaciones. “La utopía común a ambas coaliciones es la de los dividendos bursátiles”, ironizaba días atrás Lafontaine, némesis del “lobby” banquiempresario que operaba sobre Schröder y Merkel.

Para colmo, desde la reunificación del país en 1990, todas las elecciones generales se vencieron gracias a las provincias del este. Como en Rusia, Ucrania o Polonia allá persiste cierta nostalgia por el asistencialismo comunista y el marco (oriental u occidental, no importa).

Las incertidumbres persisten. La gran prensa germana, basándose en complejos sondeos propios de tipo cualitativo, baraja cuatro “grandes coaliciones” posibles. Se trata de (1) la negroamarilla (liberales EDP + democristianos CSU-CDU), (2) la rojiverde (socialdemócratas SPD + verdes Bundnis 90), (3) la rojinegra (socialdemócratas SPD + democristianos) y (4) el “semáforo”; o sea SPD + EDP + verdes.

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