Al fin y al cabo ¿a quién le importa la inflación?

“Se viene la inflación”, anuncian analistas y gurúes. ¿Por qué? Porque, aunque no les guste mucho, los políticos la prefieren a las opciones recesuvas disponibles en Estados Unidos y la Eurozona. Es una vieja historia.

9 julio, 2005

No siempre fue o pareció así. Hace unos veinticino años, la sapiencia convencional –entonces dominada por el monetarismo neoclásico- consideraba la inflación como un Leviatán a afrontar y vender. Aun a costa de recesión, privaciones y padecimientos sociales de todo tipo. Aunque nadie lo esperaba (mucho menos sus propios apóstoles), el monstruo se hundió en los abismos.

Durante tantos años con la inflación en último plano, gobiernos y analistas (salvo los de países en desarrollo) pasaron a otras cosas. Por ejemplo, crecimiento y empleo. Ahora, el tinglado torna a sacudirse. Días atrás, el parlamento de la Unión Europea rechazó, por estrecho 296 a 287, un informe técnico que apoyaba las políticas monetarias del Banco Central Europeo (BCE). Ello no significa forzar cambios, sino enviar un claro mensaje: el emisor es responsable del alto desempleo imperante en media Eurozona (los doce paíse adherentes a la moneda única).

En Washington, esa nueva actitud la manifiesta el gobierno de George Walker Bush cuando presiona a China para que revalúe el yüan, medida que elevaría los precios norteamericanos de importación. Una votación senatorial indica que 67% de la cámara quiere aplicar gravámenes sobre bienes chinos, si Beijing no se allana a las exigencia cambiarias.

Dos decenios atrás, un diputado neoyorquino llamado Charles Schumer hacía campaña contra la legislación proteccionista, afirmabando que sus votantes quierían ropa importada. Ahora, un senador del mismo partido figura entre los autores del proyecto contra Beijing, a quien se le reclama “juego limpio en los mercados globales”. Olvidando, claro, los cuantiosos subsidios agrícolas a ambos lados del Atántico, que fomentan inflación actuando internamente como sostén de precios altos y productores ineficientes.

Lawrence Kantor, jefe de investigaciones en Barclay’s Capital (Nueva York) es uno de quienes ven inflación en el horizonte. Al evaluar los motivos que la mantuvieron controlada tanto tiempo, incluye el “culto al Bundesbank”. Éste culminó en la fundación del BCE, virtual prolongación del central alemán. “Su única política consiste en frenar la inflación, no en fomentar crecimiento. Aunque la primera no se note y el segundo se haya tornado estancamiento”, sostiene el experto.

Por esos tiempo, también ayudaban el petróleo barato, el auge de productividad originado en el avance de tecnologías informáticas y ¡oh! las exportaciones baratas provenentes de China, Surcorea, India y Latinoamérica. Aun en ese contexto, a mediados de los 80 al política fiscal estadounidense seguía endureciéndose. Hoy, los crudos marcan récords nominales absolutos desde 1981, no existe disciplina fiscal en EE.UU. (los déficit internos y externos crecen sin freno), tampoco hay ahorro interno, el auge productivo se esfuma y la resistencia al “efecto China” arrecia.

La Reserva Federal, apuntan sus críticos, empezó a abandonar el antiguo credo de los bancos centrales a fines de los 90, cuando Alan Greesnpan optó por no preocuparse de lo que antes veía como “expansión excesiva y exuberancia irracional”. La reciente votación parlamentaria de Estrasburgo demuestra hasta qué punto han llegado esas “heterodoxias”.

Entonces ¿por qué no cunde la idea de que la inflación vuelve por sus fueros? En parte, porque se da excesiva relevancia a un truco estadigráfico impulsado por Greenspan mismo: la “inflación subyacente”. O sea, un índice de precios minoristas que excluye alimentos, energía y combustibles, porque “son más volátiles”. Dejar de lado los precios petroleros es una ridiculez similar a la de un gobierno militar argentino, que fabricó un “índice de precios excluyendo carnes”, porque éstan subían.

“La inflación continuará avanzando –insiste Kantor- y la RF deberá hacer algo más en serio”. También el mercado: “Sus analistas y asesores casi siempre subestiman las alzas o bajas de la tasa para fondos federales. Ahora vuelven a hacerlo, imaginando que el tipo referencial (3,25% anual) no llegará a 4%. Posiblemente lo haga en octubre…”

Allende el océano, el BCE persiste en no reducir su propia tasa básica, en 2% anual. Pero las presiones públicas sobre el letárgico Jean-Claude Trichet continuará acentuándose. ¿Por qué? Porque a la gente y varios gobierno les preocupan más elñ estancamiento y el desempleo que la inflación.

No siempre fue o pareció así. Hace unos veinticino años, la sapiencia convencional –entonces dominada por el monetarismo neoclásico- consideraba la inflación como un Leviatán a afrontar y vender. Aun a costa de recesión, privaciones y padecimientos sociales de todo tipo. Aunque nadie lo esperaba (mucho menos sus propios apóstoles), el monstruo se hundió en los abismos.

Durante tantos años con la inflación en último plano, gobiernos y analistas (salvo los de países en desarrollo) pasaron a otras cosas. Por ejemplo, crecimiento y empleo. Ahora, el tinglado torna a sacudirse. Días atrás, el parlamento de la Unión Europea rechazó, por estrecho 296 a 287, un informe técnico que apoyaba las políticas monetarias del Banco Central Europeo (BCE). Ello no significa forzar cambios, sino enviar un claro mensaje: el emisor es responsable del alto desempleo imperante en media Eurozona (los doce paíse adherentes a la moneda única).

En Washington, esa nueva actitud la manifiesta el gobierno de George Walker Bush cuando presiona a China para que revalúe el yüan, medida que elevaría los precios norteamericanos de importación. Una votación senatorial indica que 67% de la cámara quiere aplicar gravámenes sobre bienes chinos, si Beijing no se allana a las exigencia cambiarias.

Dos decenios atrás, un diputado neoyorquino llamado Charles Schumer hacía campaña contra la legislación proteccionista, afirmabando que sus votantes quierían ropa importada. Ahora, un senador del mismo partido figura entre los autores del proyecto contra Beijing, a quien se le reclama “juego limpio en los mercados globales”. Olvidando, claro, los cuantiosos subsidios agrícolas a ambos lados del Atántico, que fomentan inflación actuando internamente como sostén de precios altos y productores ineficientes.

Lawrence Kantor, jefe de investigaciones en Barclay’s Capital (Nueva York) es uno de quienes ven inflación en el horizonte. Al evaluar los motivos que la mantuvieron controlada tanto tiempo, incluye el “culto al Bundesbank”. Éste culminó en la fundación del BCE, virtual prolongación del central alemán. “Su única política consiste en frenar la inflación, no en fomentar crecimiento. Aunque la primera no se note y el segundo se haya tornado estancamiento”, sostiene el experto.

Por esos tiempo, también ayudaban el petróleo barato, el auge de productividad originado en el avance de tecnologías informáticas y ¡oh! las exportaciones baratas provenentes de China, Surcorea, India y Latinoamérica. Aun en ese contexto, a mediados de los 80 al política fiscal estadounidense seguía endureciéndose. Hoy, los crudos marcan récords nominales absolutos desde 1981, no existe disciplina fiscal en EE.UU. (los déficit internos y externos crecen sin freno), tampoco hay ahorro interno, el auge productivo se esfuma y la resistencia al “efecto China” arrecia.

La Reserva Federal, apuntan sus críticos, empezó a abandonar el antiguo credo de los bancos centrales a fines de los 90, cuando Alan Greesnpan optó por no preocuparse de lo que antes veía como “expansión excesiva y exuberancia irracional”. La reciente votación parlamentaria de Estrasburgo demuestra hasta qué punto han llegado esas “heterodoxias”.

Entonces ¿por qué no cunde la idea de que la inflación vuelve por sus fueros? En parte, porque se da excesiva relevancia a un truco estadigráfico impulsado por Greenspan mismo: la “inflación subyacente”. O sea, un índice de precios minoristas que excluye alimentos, energía y combustibles, porque “son más volátiles”. Dejar de lado los precios petroleros es una ridiculez similar a la de un gobierno militar argentino, que fabricó un “índice de precios excluyendo carnes”, porque éstan subían.

“La inflación continuará avanzando –insiste Kantor- y la RF deberá hacer algo más en serio”. También el mercado: “Sus analistas y asesores casi siempre subestiman las alzas o bajas de la tasa para fondos federales. Ahora vuelven a hacerlo, imaginando que el tipo referencial (3,25% anual) no llegará a 4%. Posiblemente lo haga en octubre…”

Allende el océano, el BCE persiste en no reducir su propia tasa básica, en 2% anual. Pero las presiones públicas sobre el letárgico Jean-Claude Trichet continuará acentuándose. ¿Por qué? Porque a la gente y varios gobierno les preocupan más elñ estancamiento y el desempleo que la inflación.

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