¿Adónde va la doble crisis? ¿a una salida ordenada o a una recesión?

En lo tocante a recesión, con o sin inflación, los analistas de mercado disienten con los economistas serios. En cuanto a lo otro, pesa la extrema complejidad de paquetes financieros ligados a malas hipotecas.

15 diciembre, 2007

Por el momento, ni la Reserva Federal ni los gurúes bursátiles creen que haya riesgo recesivo. Es más: el sorpresivo salto de 3,2% pegado en noviembre por los precios mayoristas convalida las fijaciones inflacionarias de Benjamin Bernanke y sus huestes. Por su parte, los economistas propiamente dichos no descartan una ola inflacionaria con algo de recesión, o sea “estanflación”.

La RF y otros reductos monetaristas sostienen que crecimiento se recobrará a medida como los mercados inmobiliario y crediticio retornen a la normalidad. Pero el segundo intento concertado en 2007 para inyectar liquidez, aparte de poco plausible, señala que los cinco bancos centrales –RF inclusive- no creen en esa versión lírica.

Como se sabe, analistas y gurúes son malos para pronosticar puntos de inflexión. No atinaron a hacerlo en 1994/5, 1997/8, 2000/1 ni ahora. Pero, en esta oportunidad, hay un factor que sólo perciben los economistas sistémicos: la doble crisis afecta sólo a las principales economías de Occidente y se relaciona con instrumentos especulativos por demás complejos y poco transparentes.

En un sentido, parece que la globalización financiera –“éxito” atribuible al colapso del bloque soviético en 1989/91- ya ni siquiera vale en esa escala. Como siempre ha sucedido con la economía física, nunca reemplazada por la virtual, la globalización financiera empieza a agrietarse. Por un lado, están las economías centrales de Occidente; por otro, las economías avanzadas de Asia oriental (Japón, Surcorea,Taiwán). El segundo frente lo forman grandes economías en desarrollo (China, India, Brasil y sus satélites regionales. En el tercer grupo militan los exportadores de hidrocarburos.

Una parte de este sector va convirtiéndose en inversor dedicado a captar todo tipo de activos en Occidente y otros lugares del mundo. Sólo el primer grupo (economías centrales) es escenario de complejas, a veces turbias maniobras con vehículos de inversión estructurados (VIE), obligaciones de deuda colateralizada (ODC), malas hipotecas, derivados, etc.

Se trata de un subsistema financiero (pues no es global) que transla riesgos empaquetados de bancos a los propios mercados. Históricamente, “el recurso ha funcionado bastante bien en crisis localizadas. Veremos ahora si lo hace en una crisis de primera división”, señalaba días atrás Paul Volcker, antecesor de Alan Greenspan en la RF. Desde una visión geopolítica, gente como Paul Krugman o Jeffrey Sachs se hacen una pregunta claves: “¿No será que los propios banqueros centrales o privados, operadores, analistas y medios especializados ya no comprenden con claridad qué está pasando en los grandes mercados financieros occidentales?”.

Por el momento, ni la Reserva Federal ni los gurúes bursátiles creen que haya riesgo recesivo. Es más: el sorpresivo salto de 3,2% pegado en noviembre por los precios mayoristas convalida las fijaciones inflacionarias de Benjamin Bernanke y sus huestes. Por su parte, los economistas propiamente dichos no descartan una ola inflacionaria con algo de recesión, o sea “estanflación”.

La RF y otros reductos monetaristas sostienen que crecimiento se recobrará a medida como los mercados inmobiliario y crediticio retornen a la normalidad. Pero el segundo intento concertado en 2007 para inyectar liquidez, aparte de poco plausible, señala que los cinco bancos centrales –RF inclusive- no creen en esa versión lírica.

Como se sabe, analistas y gurúes son malos para pronosticar puntos de inflexión. No atinaron a hacerlo en 1994/5, 1997/8, 2000/1 ni ahora. Pero, en esta oportunidad, hay un factor que sólo perciben los economistas sistémicos: la doble crisis afecta sólo a las principales economías de Occidente y se relaciona con instrumentos especulativos por demás complejos y poco transparentes.

En un sentido, parece que la globalización financiera –“éxito” atribuible al colapso del bloque soviético en 1989/91- ya ni siquiera vale en esa escala. Como siempre ha sucedido con la economía física, nunca reemplazada por la virtual, la globalización financiera empieza a agrietarse. Por un lado, están las economías centrales de Occidente; por otro, las economías avanzadas de Asia oriental (Japón, Surcorea,Taiwán). El segundo frente lo forman grandes economías en desarrollo (China, India, Brasil y sus satélites regionales. En el tercer grupo militan los exportadores de hidrocarburos.

Una parte de este sector va convirtiéndose en inversor dedicado a captar todo tipo de activos en Occidente y otros lugares del mundo. Sólo el primer grupo (economías centrales) es escenario de complejas, a veces turbias maniobras con vehículos de inversión estructurados (VIE), obligaciones de deuda colateralizada (ODC), malas hipotecas, derivados, etc.

Se trata de un subsistema financiero (pues no es global) que transla riesgos empaquetados de bancos a los propios mercados. Históricamente, “el recurso ha funcionado bastante bien en crisis localizadas. Veremos ahora si lo hace en una crisis de primera división”, señalaba días atrás Paul Volcker, antecesor de Alan Greenspan en la RF. Desde una visión geopolítica, gente como Paul Krugman o Jeffrey Sachs se hacen una pregunta claves: “¿No será que los propios banqueros centrales o privados, operadores, analistas y medios especializados ya no comprenden con claridad qué está pasando en los grandes mercados financieros occidentales?”.

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