10 claves del año – 4: Irak sigue en el filo de la navaja

Para Bagdad, 2005 fue un año tan problemático como promisorio. Su clave política se cifró en tres elecciones, con alta afluencia y menor violencia. Inclusive, hubo progresos en el aspecto constitucional. Pero no en el bélico.

8 enero, 2006

En varios sentidos, las disputas políticas también pueden considerarse positivas, en cuanto tienden a zanjarse en el parlamento, no ya en encuentros armados por las calles. Tampoco hubo fraude contra la mayoría shiita.

Según Washington y el gobierno mesopotámico, la ocupación militar avanzó bastante en el adiestramiento de policía y fuerzas armadas. En el primer caso, un principio de orden urbano iba asomando durante el segundo semestre.

En cuanto a la paulatina retirada de los norteamericanos y sus aliados brítánicos, la relativa estabilidad general –aun sin alcanzar el grado prevalente en el Kurdistán iraquí- les permitió a Condoleezza Rice (secretaria de Estado) y al primer ministro Tony Blair arriesgar en público un cronograma selectivo. Varios observadores señalan que el tenor y la frecuencia de ataques suicidas parecen ir en reflujo.

Pero 2005 fue otro año de intensa actividad guerrillera (aunque esporádica en el área británica). En un momento dado, asesores de la Comisión Europea sugirieron –en privado- que las tropas británicas fuese remplazando a las norteamericanas, en un avance de sur a norte, sin excluir un despliegue kurdo en el extremo norte. La idea no cuajó porque, dejaron entrever medios alemanes, el vicepresidente Richard Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, se opusieron: tienen demasiados nexos con grupos privados –Halliburton, sobre todo- que harán más buenos negocios si EE.UU. continúa en Irak.

En el curso del año pasado, pues, más de 5.600 civiles y 2.500 uniformados iraquíes perecieron en ataques. No menos de 825 soldados norteamericanos murieron, lo cual elevó a 2.160 el total de la posguerra. Estos guarismos favorecen la acción psicológica de la Casa Blanca, cuya premisa clave es que las divergencias entre partídos políticos pueden desembocar en guerra civil. El argumento contradice, claro, el pretexto más lírico de la invasión: imponer la democracia en Irak y sus vecinos.

Una segunda línea doctrinaria apela al fantasma iraní, afirmando que un retiro efectivo de tropas estadoundiesnes facilitará una alianza de facto entre la mayoría shiita local y Tehrán. Recientes opiniones del presidente iraní, dudando de la masacre de judios en el III Reich, fueron tan absurdas que perjudicaron a sus correligionarios iraquíes.

No es que George W.Bush y su equipo estén libre de culpas. En enero de 2005, el gobierno declaró terminada una investigación de dos años sobre presuntos arsenales que ocultaban armas de destrucción masiva. Era el principal pretexto que llevó a la invasión de 2003. Bush inclusive admitió que los datos de inteligencia eran falsos, entre ellos los aportados a Blair para justificar la entrada británica en una guerra que no termina.

Justamente, en mayo, el “Times” reveló el “memorando de la calle Downing, número 10” (residencia del primer ministro en Londres), donde el MI5 declara que Washington le había vendido pescado podrido. Este papelón hizo nucho para deteriorar la imagen de Bush y el apoyo público a la guerra. En cuanto a Blair, pudo sortear las elecciones sólo gracias al perverso de contravotos por distritos.

En varios sentidos, las disputas políticas también pueden considerarse positivas, en cuanto tienden a zanjarse en el parlamento, no ya en encuentros armados por las calles. Tampoco hubo fraude contra la mayoría shiita.

Según Washington y el gobierno mesopotámico, la ocupación militar avanzó bastante en el adiestramiento de policía y fuerzas armadas. En el primer caso, un principio de orden urbano iba asomando durante el segundo semestre.

En cuanto a la paulatina retirada de los norteamericanos y sus aliados brítánicos, la relativa estabilidad general –aun sin alcanzar el grado prevalente en el Kurdistán iraquí- les permitió a Condoleezza Rice (secretaria de Estado) y al primer ministro Tony Blair arriesgar en público un cronograma selectivo. Varios observadores señalan que el tenor y la frecuencia de ataques suicidas parecen ir en reflujo.

Pero 2005 fue otro año de intensa actividad guerrillera (aunque esporádica en el área británica). En un momento dado, asesores de la Comisión Europea sugirieron –en privado- que las tropas británicas fuese remplazando a las norteamericanas, en un avance de sur a norte, sin excluir un despliegue kurdo en el extremo norte. La idea no cuajó porque, dejaron entrever medios alemanes, el vicepresidente Richard Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, se opusieron: tienen demasiados nexos con grupos privados –Halliburton, sobre todo- que harán más buenos negocios si EE.UU. continúa en Irak.

En el curso del año pasado, pues, más de 5.600 civiles y 2.500 uniformados iraquíes perecieron en ataques. No menos de 825 soldados norteamericanos murieron, lo cual elevó a 2.160 el total de la posguerra. Estos guarismos favorecen la acción psicológica de la Casa Blanca, cuya premisa clave es que las divergencias entre partídos políticos pueden desembocar en guerra civil. El argumento contradice, claro, el pretexto más lírico de la invasión: imponer la democracia en Irak y sus vecinos.

Una segunda línea doctrinaria apela al fantasma iraní, afirmando que un retiro efectivo de tropas estadoundiesnes facilitará una alianza de facto entre la mayoría shiita local y Tehrán. Recientes opiniones del presidente iraní, dudando de la masacre de judios en el III Reich, fueron tan absurdas que perjudicaron a sus correligionarios iraquíes.

No es que George W.Bush y su equipo estén libre de culpas. En enero de 2005, el gobierno declaró terminada una investigación de dos años sobre presuntos arsenales que ocultaban armas de destrucción masiva. Era el principal pretexto que llevó a la invasión de 2003. Bush inclusive admitió que los datos de inteligencia eran falsos, entre ellos los aportados a Blair para justificar la entrada británica en una guerra que no termina.

Justamente, en mayo, el “Times” reveló el “memorando de la calle Downing, número 10” (residencia del primer ministro en Londres), donde el MI5 declara que Washington le había vendido pescado podrido. Este papelón hizo nucho para deteriorar la imagen de Bush y el apoyo público a la guerra. En cuanto a Blair, pudo sortear las elecciones sólo gracias al perverso de contravotos por distritos.

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