La disputa por el control de las autopistas digitales del siglo XXI no se libra únicamente en los centros de datos ni en los algoritmos de inteligencia artificial. Se libra, también, en el cielo. Con la ampliación de su participación accionaria en Eutelsat, Francia ha decidido intervenir directamente en un escenario donde confluyen intereses tecnológicos, económicos y geopolíticos: el mercado del internet satelital.
La medida, aunque anunciada con escuetas precisiones, representa una apuesta explícita por consolidar un actor regional capaz de competir con Starlink, la constelación de satélites de órbita baja desarrollada por SpaceX bajo la dirección de Elon Musk.
La lógica detrás del movimiento es estratégica: reducir la dependencia tecnológica de proveedores no europeos y fortalecer la soberanía digital del continente. En términos prácticos, implica dotar a Eutelsat de mayor capacidad de decisión, músculo financiero y respaldo institucional para acelerar su participación en un mercado en expansión.
Tecnología y soberanía
El crecimiento de Starlink ha sido vertiginoso. Con más de 5.500 satélites operativos —todos en órbita baja (LEO)— y cobertura en más de 60 países, su promesa es simple y poderosa: ofrecer internet de alta velocidad en cualquier punto del planeta, sin necesidad de infraestructura terrestre. Pero esta misma promesa encierra un dilema para gobiernos y regiones que aún buscan preservar cierto control sobre sus redes de comunicación.
Desde Bruselas hasta París, la expansión del proyecto de Musk ha despertado inquietudes por la concentración de capacidades estratégicas en manos de una empresa extranjera, y —lo que es más importante— no europea. La infraestructura satelital, como la energética o la de transporte, se ha convertido en un componente clave de la seguridad nacional.
Un vocero oficial francés sintetizó el espíritu de la iniciativa: “Asegurar que Europa cuente con un actor fuerte y competitivo en el mercado de internet satelital, capaz de ofrecer alternativas a las soluciones extranjeras y proteger los intereses estratégicos del continente”.
Eutelsat, Starlink y el factor OneWeb
Eutelsat es una operadora histórica del sector espacial europeo, con una larga trayectoria en la provisión de servicios de telecomunicaciones, televisión y conectividad de datos a través de satélites geoestacionarios. Pero el viraje hacia una constelación propia de satélites LEO se consolidó cuando, en 2023, completó su fusión con OneWeb.
¿Qué es OneWeb?
OneWeb es una empresa anglo-india que desarrolla una constelación de satélites de órbita baja —como Starlink— pero con una diferencia sustantiva: se orienta preferentemente a brindar conectividad a empresas, gobiernos y operadores de telecomunicaciones, no directamente al consumidor final.
A diferencia de Starlink, que adopta un modelo de negocio vertical e integrado (produce sus propios satélites, lanza con sus propios cohetes y ofrece servicio directo al cliente), OneWeb apunta a ser un proveedor mayorista, integrable con redes 5G, móviles o privadas ya existentes. Es una diferencia de arquitectura de mercado: uno compite con las telcos, el otro coopera.
Ambos proyectos comparten la infraestructura LEO como plataforma tecnológica, pero divergen en su estrategia comercial y modelo regulatorio. La fusión entre Eutelsat y OneWeb busca combinar la experiencia europea en gestión de flotas GEO con la infraestructura moderna de OneWeb en LEO, construyendo así una alternativa capaz de disputar protagonismo global.
Autonomía tecnológica y ambición geoestratégica
La participación del Estado francés en Eutelsat se inscribe en una política más amplia. No se trata sólo de una operación empresarial: es una declaración de principios sobre el rol que Europa quiere jugar en el control de sus activos digitales estratégicos.
El refuerzo accionarial permite a Francia influir en las decisiones futuras de la compañía, orientar su dirección tecnológica y garantizar que los intereses de defensa, conectividad rural, infraestructura crítica y cobertura de emergencia no queden subordinados a objetivos exclusivamente comerciales.
En este sentido, la operación se suma a otros proyectos europeos en marcha, como la futura constelación IRIS² (Infrastructure for Resilience, Interconnectivity and Security by Satellite), impulsada por la Comisión Europea, que busca garantizar conectividad segura y encriptada en todo el continente.
Competencia y resiliencia
El escenario que se configura no es puramente técnico. Se trata de una disputa por la arquitectura futura de la conectividad global. En ella, las constelaciones satelitales de órbita baja son las nuevas rutas de comercio digital, y quienes las controlen dominarán no sólo los flujos de datos, sino también las reglas de acceso, uso y seguridad.
Francia, al aumentar su peso en Eutelsat, busca asegurarse un lugar en esa mesa. Y con ello, reforzar la presencia europea en un tablero dominado por actores extrarregionales. Como en los grandes momentos de su historia tecnológica, Europa sabe que no puede limitarse a observar. Debe construir.
La alternativa no es menor: desarrollar un sistema autónomo de conectividad espacial o aceptar que el futuro digital del continente se diseñe en otra latitud.